: los discursos de calderón
suenan a... timbiriche






Felipe Calderón, 3er Informe de Gobierno, 2009.




¿Alguien se había preguntado por qué los discursos de Felipe Calderón son tan olímpica y rotundamente malos? Además de haber soportado el bombardeo de spots en los medios de comunicación y las llamadas del call center que le enjaretaban a la ciudadanía el tercer informe presidencial con dinero público en estos días, hoy encima tuvimos que recetarnos con calzador un nuevo, desesperanzado e insufrible discurso de Calderas que se podría resumir así: “Hay que echarle ganas”. En un afán de quitarle la solemnidad al besamanos y la fastuosidad de la era del PRI durante el día del informe presidencial (también conocido como “día del presidente”), Felipe Calderón optó, por no dirigir su discurso ni al Congreso ni, mucho menos, al país. Calderón habló hoy (como una reducción simbólica de las formas de 3 años de solipsismo y sordera) para sus subalternos, sus amigos y para la clase política. Jamás para los ciudadanos. El discurso de Calderón, como siempre, fue una arenga llena de vaguedades, auto-elogio, retórica entre chabacana, animosa y cándida. Aire. Y es que no es odioso sólo escuchar su vocecita quebrada y dizque envalentonada, tampoco sus cualidades domingueras de orador, sino que el contenido y la forma de sus discursos son siempre in-fu-ma-bles. Hay una respuesta lógica para ello: su escritor de discursos era miembro de Timbiriche. Mientras que Obama se apoya en las palabras directas y la claridad contundente de los discursos del joven escritor Jon Favreau (a sus 28 años una de las personas más influyentes de la actualidad según TIME), Felipe Calderón en tanto busca el respaldo retórico de alguien también cercano a la juventud, pero cercano de otra forma: su vocero Max Cortázar, es ex baterista de la banda Timbiriche.