Atari2600
No sé no sé si hice bien en abandonar al buen francisco goya cuando jugábamos pac-man en el atari 2600 conectado a una pantalla gigante de plasma tumbados en un sillón mullido como si el mundo cobrara de pronto su peso específico sobre nuestros estómagos con los ojos tan famélicos como los de un animal disecado pero ávidos como un cedazo y los tendones sacudiéndose sobre los joysticks por la inconsciencia y el goce de una descarga eléctrica embrutecedora y pavloviana a goya le gustaba la música de los cocteau twins no me quedó mas que ceder ante su porfía para que dejara puesto su cd de four-calendar café en vez de mi love supreme de coltrane contra todos mis consejos él continuaba ensanchado con plena indiferencia de deshaucio hacia todo lo exterior todo lo físico los montgolfier de sus pulmones al absorber bocanadas ingentes de hachís y no es que esto en sí me molestara pero su concentración hacia nuestra partida de pac-man se iba disipando como un bajel que suelta el ancla y se hace a la mar fue eso lo que en realidad terminó por fastidiarme momentos antes con un ojo díscolo en la pantalla y el otro idéntico sobre mí cara contaba sobre la espectacular versión de layla que alguna vez llegó a escuchar de un guitarrista ciego y lo bien que solía mamársela su desdentada modelo para la maja desnuda pero de pronto comenzó a caer en un muy muy mal trip que desmoronó su espíritu como si sólo fuera una calca salina de él mismo entre sollozos me hizo varias confesiones de carácter íntimo todas relacionadas con aquella modelo que seguramente le había estirado el corazón y de las que no entendí ni la mitad pues el humo de su pipa inglesa me había pegado a mí también que ya elevaba los pies del suelo cuando goya se percató de ciertos detalles discordantes en la naturaleza del lugar en que nos hallábamos me lo comunicó de inmediato y nos dimos cuenta sólo hasta entonces de que habíamos sido encerrados en un museo laberíntico dotado de síntomas inequívocos de la bauhaus íbamos a ser asesinados lo advertí cuando varias personas que salieron de no sé dónde se echaron a nuestra caza entre una infinidad de altísimas galerías y tuve que abandonar al pobre francisco goya que avanzaba renqueando con la misma agilidad de un perro azuzado en su paraplejía todo ese tiempo de forma ubicua podía escuchar los kontakte de stockhausen luego de horas mis muslos hervían por el cansancio de la carrera sin conocer siquiera la identidad de mis perseguidores como si fuera un pac-man al que se le han terminado las vitaminas a medio laberinto cuando de pronto las paredes que me flanqueaban comenzaron a moverse hacia delante montadas sobre raíles lo que me daba la sensación de ir retrocediendo con celeridad a mi diestra volaron dos sombras que colegí se trataba de la mancha negra de kandinsky sucedida claro por el círculo negro de malevich luego casi me golpean la masa muerta del pescado negro de braque y la sustancia gelatinosa y vibrante algo más compacta del pez dorado de klee que nadaba como si tal cosa en el azul-verde de rothko y el azul II de miró de turno en turno con terror me frené en la siguiente galería ante los graffitis de jean-michael basquiat cuyo cadáver flotaba inerte en un tanque ambarino de cristal que exhibía de su propia mano y letra fea sobredosis de heroína veintisiete años veintisiete años el cadáver de basquiat abrió de pronto el tanque donde antes flotaba y el formol que inundó la galería con su pestilencia me cubrió los tobillos y basquiat sonreía como si nada con los cabellos de rastafari que lo hacía verse mucho más alto que yo me alargó una stratocaster incendiada y comencé a tocar purple haze mientras él cantaba con una voz pastosa sin desbastar cuando llegó macy gray para acompañarnos exultante y fue así distraído que fui atrapado por mis cazadores pero en un acto no sé si más de temeridad que de lucidez de manos de uno de mis captores pude arrebatar unas tijeras de plata puntiagudas sus armas atadas a un cordel sin fin visible por uno de los ojales logre invertir los papeles al acto perseguí a uno de ellos por los pasillos sin fin durante horas días enteros puede que durante años hasta darle alcance en un área de ventanales altísimos y suelo bruñido afuera podían vislumbrarse edificios enormes esbeltos se trataba aquella de la gran ciudad de fritz lang hasta entonces nunca supe cuándo era de día y cuándo de noche los rayos ámbares y violáceos del crepúsculo iluminaron la escena presagiando lo peor sobre la almena serrada que formaban los techos de las edificaciones planeó una horda virulenta de bichas de bazalote que recortaba su trayectoria contra un sol añejo y moribundo al verme los pájaros de cabezas humanas comenzaron a precipitarse contra el cristal estallando en innumerables porciones de carne plumas cabellos dientes ojos vísceras y fluidos corporales el piso en que nos hallábamos no debía estar más abajo que un octogésimo me invadieron el vértigo y la náusea eché al suelo a la persona que antes había capturado sorpresivamente una mujer pequeña y frágil se trataba de björk la cantante de pop islandesa que aunque nunca me inspiró ningún catálogo de aversiones tampoco estuvo jamás entre mis favoritas iba desnuda tenía miedo de mí de mis facciones mestizas inéditas para ella y comenzó a temblar con la misma blandura de un gorrión su cuerpo opalino de núcleo lunar se estiraba sobre el suelo helado la mujer me miró con unos ojos de sedición a causa de los últimos asientos de luz solar björk de tal suerte sólo pudo mirarme para suplicar su inmolación inmediata le enterré por primera vez las tijeras argentadas como un ave rapaz sobre una pierna me parece y ella sin mediar palabra me lo agradeció del orificio brotó una revoltura de alquitrán en un monte turgente de piel nivosa le asesté una nueva puñalada en un antebrazo me tumbé en el suelo a un lado suyo al final optó ella misma por dirigir mi mano la que esgrimía el arma y la colocó sobre su pecho para acariciar las aureolas con la punta sus senos eran firmes como peras jóvenes me miró a los ojos de manera perentoria haciendo un esfuerzo tremendo arrugaba el ceño y sus ojos eran rejones capados la cabeza descansaba sobre mis muslos y el aroma de su cabello me trajo un suelo tropical hice el intento de enterrarle el filo en el pecho pero algo sólido dentro de ella me lo impidió conseguí apenas perforarle la piel colocó ambas manos sobre las mías con un último dejo de fuerza para insertarse el metal con firme decisión como dándome a entender que había esperado ese momento durante años que no había qué temer ni por qué dudar de su pecho dimanó un carmesí toqué su rostro de niña perlado en sudor y frío como glaciar su mirada fue un lazo incorruptible entre los dos recorrí con una mano su cara extasiada su frente amplia y redonda repleta de pecas reacomodaba sus cabellos sueltos como los cables electrificados en que vivía stockhausen debajo de aquel suelo stockhausen con el cuerpo hinchado de electricidad por debajo de nosotros el verdadero cazador a punto de estallar en un millón de partes de dilatar sus raíces gordas y angulosas por debajo del linóleo de apoderarse del aire para tornar añicos los cristales para demoler las paredes deprimir mis entrañas hasta implosionarlas reventarme los globos oculares destrozarme los dientes y la cuerda zafia sobre la que danzaba mi sensatez la música de karlheinz stockhausen ganó en volumen se volvió rabiosa como un sangrado de nariz me desgajó el cerebro en dos como un relámpago que sólo puede ser escuchado segundos después no supe más una señora bajita y simpática se presentó frente a mí me alcanzó un nescafé hirviente me dijo llamarse legión con toda la solemnidad del mundo para condenarme de por vida y hablarme del diablo.

[ (c) 2003 fragmento de la novela del mismo nombre]