LECCIÓN SOBRE EL RESPETO Y LA TOLERANCIA
Fue publicado, en fecha reciente, un texto de Rafael Pérez Gay (subdirector de Nexos) en el diario La Crónica que me hizo demasiado ruido e incluso me resultó ofensivo como lector. Me tomo la libertad de citarlo y hacer un comentario al final.

<< Mesa de debates
Los editores del suplemento Babelia le preguntaron a un grupo de escritores latinoamericanos sobre el significado e la obra de Julio Cortázar. La respuesta de Cristina Rivera Garza, escritora mexicana, autora entre otros libros (así se dice) de la novela Nadie me vera llorar, contribuyó con un ceñido párrafo de luciérnagas: “Cortázar es el Gran Contemporáneo (en el sentido steiniano del término), el escritor tan conectado con su presente –su velocidad, sus retos, sus abismos. Que siempre fue capaz de hablarle a las generaciones futuras. Siempre supo que escribir era un acto político, de ahí los profundos riesgos, frecuentemente radicales, que tomaron sus textos, y sus pronunciamientos, de gran sutileza filosófica y humana, sobre eventos que le tocó presenciar”. ¿Qué tenemos aquí?, se preguntó Gil como si sus manos sostuvieran un aleph. Tenemos una magnífica descripción de la vida de Jean Paul Sastre, pero no un trozo de Cortázar. Por cierto, Cris, ¿cómo son las sutilezas filosóficas y humanas? ¿Kant era sutil o bruscón?, digo, para saber. Y por no dejar, ¿cuál es el sentido steniano? No se refiere a George Steiner porque sino seria steineriano, ¿a quién se refirió Rivera? Misterio.

La maga silenciosa
Pero ésta es sólo la mitad de la opinión de Rivera Garza, la otra mitad dice así: “A Cortázar también le debemos una idea estereotipada y más bien estrecha de lo femenino, especialmente en la boca cerrada de aquella etérea y más bien famosa Maga a quien sus amigos rara vez dejaron participar en debates de tipo intelectual” ¡La presión de Gamés es de 50-20! ¡Sus signos vitales se desvanecen! Suminístrenle una inyección intravenosa!, doctor Estañol, preséntese en emergencias. Recuperado del espiritado, Gil meditó: caramba, lo que nos faltaba, una crítica de género que acusa a Cortázar de hipostasiar (gran palabra) el eterno femenino. Gamés imaginó a la más o menos famosa Maga soportando los comentarios humillantes de los personajes de Rayuela. Te callas, Maga, aquí no hay tu tía. Por favor, Oliveira, prosigue con esa interesante disquisición de la vida masculina. Maga, ¡a callar! Tú de veras no entiendes, luego por eso nadie te encuentra, ni en Pont des Arts ni en Montmarte. Traveler, s’il vous plait, continue con esa bella exposée sobre el jazz. Gamés se dio unos golpecitos en el colmillo izquierdo con la uña del dedo índice de la mano derecha. Es cierto, nadie deja hablar a la Maga, ¡Machistas! Vista a través del catalejo de Rivera Garza Rayuela debió llamarse Mesa de debates. Gil se adhiere a la postura de Cris, Rayuela es la historia de unos cuantos desarraigados vagabundos latinoamericanos. Los clochards machistas viven una temporada en París y luego regresan a Argentina. En el viaje descubren que su visión es muy estrecha, pero no pueden corregir su proceder porque el autor le puso un tramposo punto final a una novela que para ser leída, imagínense, exige la utilización de un tablero de dirección. A ese mamotreto no le daban ni el Villaurrutia. ¿Qué le parece este resumen de la trama de Rayuela, Cris? Ya en serio, ¿no resultaríamos todos más gananciosos si nos calláramos la boca?>>
--Rafael Pérez Gay

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Mi comentario:
Cristina Rivera-Garza es una de las voces más originales y poderosas en el panorama de la literatura nacional contemporánea. La cresta de Ilión y sus otras excelentes novelas hablan por sí mismas y no necesitan mayor defensa a los ojos de las y los entetendidos en el tema. A mi óptica, el remarcable nivel que ha logrado Rivera-Garza, más allá de lo literario, es doblemente meritorio, pues como mujer que es, no me cabe duda que ha debido enfrentarse a inflexibles construcciones culturales que gravitan en un núcleo gobernado por el sistema patriarcal, y en contra de las convenciones culturales basadas en una perspectiva netamente androcéntrica del mundo. Tal como el reprobable y triste caso que aquí nos ocupa, que no ha de ser el primero ni será el último, seguramente.

¡Qué miedo me da la vieja guardia de intelectuales de este país! ¡Tanto miedo como me daría estar frente a un ciego armado con cuchillos afilados! ¡Qué ganas de salir huyendo antes de iniciar siquiera un debate con alguien así! ¡Con qué facilidad puede uno mezclar indistintamente el poder simbólico conferido en uno mismo con los abiertos arranques de despotismo!

¡Faltaba más! ¡Qué disparate! Y claro que no. Nadie sale ganando si alguien viene a callarnos la boca con semejante autoritarismo. Nadie, absolutamente nadie en este país posee el derecho a sugerir a otra persona que se calle la boca: mucho menos en el plano del debate, donde debería abundar la brillantez de las ideas y no lo obtuso de la vociferación autoritaria y sorda. Y si alguien se atreviera a hacerlo conmigo o con alguno o alguna de mis colegas, aquél osado gozaría de mi pleno recelo y mi absoluta reprobación.

Desde luego no pensamos seguir una lección tan aberrante y nefaria. Quiero ser ingenuo y pensar, para no insultar así la inteligencia de miles de lectores y de lectoras de este país, que los argumentos de escalofriantes tintes misóginos no fueron otra cosa que las resultas de un tono sarcástico malogrado o bien, en el mejor de los casos, de una jactanciosa ignorancia en cuanto a teoría de género se refiere. (Uno no debería hablar sobre lo que desconoce). Me provoca urticaria la misoginia intelectualzada que se autojustifica, por ser éste sin duda su estadio más avanzado.

Formo parte de una generación informada y sensibilizada ante graves problemas sociales como la inequidad entre géneros, que generaciones de intelectuales anteriores ni siquiera consideran como tal. Mujeres y hombres, en efecto, somos muy semejantes, pero conservamos diferencias elementales que son las que vuelven mucho más nutrida y polifónica la experiencia humana en su totalidad. Es nuestro deber como artistas reconocerlo, y nuestra obligación como seres humanos propiciar el respeto más básico y la tolerancia entre nosotros y nosotras. Es una tristeza que algunos no lo entendamos así. El cerrar los ojos de la clase intelectual mexicana ante la "perspectiva de género" --o peor aún: hacer burla de ella-- la vuelve a ésta cómplice del crimen más artero que la humanidad se ha infringido a sí misma: la invisibilización de las mujeres.
--Tryno Maldonado

PD.: "steiniano", relativo a la escritora Gertrude Stein, EEUU (1874-1946).




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Carta al Dr. Karol Wojtyla

Ciudad de Zacatecas, México, febrero 18 de 2004.

Dr. Karol Wojtyla (a.k.a. “Su Excelentísima Santidad Juan Pablo II”),

Reciba mis cordiales saludos. Espero que su estado de salud se halle estable al recibir la presente.

Me permito comunicarle por esta vía, que el día de hoy he ingerido la cantidad de 2 pastillas anticonceptivas de emergencia, conocidas en el mercado como PREVEN. A pesar de algunas contraindicaciones en el envase (tales como “no tomar si no cuenta con ovarios”), no he tenido efectos secundarios de gravedad, exceptuando un leve zumbido en los oídos desde hace dos horas, un ligero mareo, la pérdida del apetito, la presencia de náuseas esporádicas, cambios abruptos en mi estado de ánimo y la pérdida temporal del apetito sexual. No se preocupe.

Le agradecería enormidades, por lo tanto, me hiciera llegar por escrito mi carta donde se da constancia de que he sido oficialmente excomulgado y que, por lo tanto, no gozo más de los privilegios que otorga la institución a la que usted en persona y su envestidura representan: la Iglesia Católica Apostólica Romana, en la que fui bautizado por una artera arbitrariedad mis progenitores, pero con la que jamás he guardado relación alguna.

De esta sazón, no pretendo sino hacer formal mi desaprobación a la insultante visión androcéntrica y misógina, proveniente de la intolerante y reaccionaria institución que ha conferido en usted sus poderes. De la misma forma le conmino, de la manera más amable, a pedir una disculpa pública a todas las mujeres del mundo (no sólo las católicas) por todo el daño y todo el menosprecio que, directa o indirectamente, su institución ha ejercido sobre ellas a lo largo de la historia, además de haber sido un factor fundamental para la construcción de convenciones culturales que las han relegado en la sociedad y privado de los derechos humanos más básicos, entre otras muchas cosas que me reservo de enumerar aquí.

De antemano le agradezco por su valioso tiempo.

Adjunto los timbres postales que cubren el costo del franqueo de los documentos Vaticano-Zacatecas.

Sin más por el momento, me despido.
Cordialmente,
Tryno Maldonado