01:

Escribir. Escribir es un acto de furia, un acto de violencia, de violencia contra el lenguaje, de violencia contra el entorno, de violencia contra uno mismo. La pasividad asesina al arte. Cada día que pasa sin escribir, sin leer, sin ejercer una visión crítica de la realidad, es un día que me alejo de mi mismo, de la búsqueda por mi identidad.

02:

Confieso. Todo lo que he escrito hasta hoy, lo he escrito con un odio ciego, lo he escrito por orgullo, lo he escrito con un resentimiento putrefacto, con un coraje agraz, con todo el coraje del mundo puesto en cada palabra. A algunos les sorprende que haya escrito un libro así a los veintitrés años: sólo puedo decir que es lo más sencillo del mundo luego de una temporada en el infierno.

03:

Ahora más que nunca estoy convencido de que ser escritor/a es una forma de vida. Nuestra labor no se cifra en el cúmulo de la biblioteca más grande del mundo, no: está allá afuera, en el rostro del prójimo, en las miles de personas que duermen en un banca o al cobijo de una cloaca, está en los ojos del hombre curtido que hace unos días echó a llorar a mi lado mientras intentaba contarme que no tenía un peso encima para pagar la hospitalización de su hijo, está aquí, en la sangre que hierve, que pone todo en lanzar un grito de furia, por rebelarse y vindicar en con ese grito el acto de estar vivos, con todo lo que conlleve.

04:
Estamos marcados. Para nosotros callar sería de cobardes. No podemos darnos ese lujo. Nuestra sangre está marcada. Levantamos la cara al mundo y vemos mucho más que la media de las personas. A veces se vuelve un don tormentoso, insoportable. Pero estamos marcados y debemos encarar lo que venga. Claudicar es una característica que sólo pueden mostrar los pusilánimes.