Fragmento de la entrevista realizada en
febrero del 2004 por José Luis Enciso
para el diario Excélsior


1. Reconozco en tu obra cierto gusto por Borges y Cortázar –por citar dos tópicos: erudición y música-; hay una raíz fantástica en tus cuentos; ¿qué opinas de la literatura fantástica de tus contemporáneos, especialmente de aquella que parte de los principios estéticos ya señalados?
-La mayoría de la literatura de mis compañeros de generación que he tenido oportunidad de conocer no aborda temas fantásticos; siento una franca inclinación de ellos más bien hacia el realismo y el realismo sucio más que por la fantasía, aunque aún no está dicho nada sobre nuestra generación y los discursos de cada una y cada uno de nosotros son muy variados. De entre los escritores que se han atrevido a entrar en la literatura fantástica me gusta mucho la obra de Alberto Chimal, por ejemplo.

2. ¿Si tuvieras que redactar tus datos biográficos para la portada de alguno de tus libros, cómo lo harías?
-Siempre guardando una sana distancia irónica y en las menos líneas posibles. La gente no lee eso. Como en la divisa de las películas de acción de Hollywood: “Cut to the chase!”

3. ¿Podrías definir tu obra (también a la manera de las solapas)?
-“Cut to the chase!”

4. ¿Qué pretendes como escritor?
-Antes que como escritor, me veo como artista. Alcanzar una voz distintiva. Trastocar la noción del lector respecto a su entorno y a él mismo, incubar en él/ella una visión crítica de la realidad. No publicar libros inofensivos. Y poder seguir escribiendo por un buen tiempo, claro.


5. ¿Qué autores lees y de quiénes te sientes más cercano? (Mexicanos y extranjeros)
-J.M. Coetzee me marcó profundamente y lo leo con gran respeto en estos días. Me es imposible concebir la literatura de la misma manera en que lo hacía antes de descubrirlo. Jamás una obra literaria me había logrado estremecer tanto. Fleur Jaeggy me sorprendió gratamente hace poco también. Son los dos escritores de los que actualmente me siento más cerca.

No puedo evitar sentirme cercano al discurso de algunos de mis compañeros y compañeras de generación: admiro y respeto mucho a Gonzalo Garcés, escritor argentino, que es con el que sin duda me siento más identificado.

Lobo Antunes y Haruki Murakami, por su cuenta, no dejan de sorprenderme con cada nueva entrega.

En el panorama nacional siempre he admirado el trabajo de Ignacio Padilla, un narrador formidable.

6. Jorge Volpi ha dicho que te siente muy cercano a Borges y quien se acerca a Borges, como Ícaro al sol… ¿Has tratado de imitar a Borges? (recuerdo en especial “Primera variación sobre un tema de Borges”)
-Sí, y no sólo Volpi lo ha dicho. También Christopher Domínguez Michael me llamó la atención al respecto. Creo que es bastante evidente. Estoy muy consciente de que acercarse a Borges implica caminar en la cuerda floja, un juego con cuchillos afilados. El planeta Borges ejerce un poderoso magnetismo. Sin embargo, mis proyectos actuales ya están alejados de lo que escribí a mis 23 años (etapa a la que pertenece Temas y variaciones). No busco alejarme de Borges de manera deliberada; simplemente sucede como un eslabón en un proceso evolutivo natural. Eso es todo. Uno crece como lector, como escritor y como persona, y va absorbiendo y digiriendo la información de la que se apropia. No creo que, en delante, pese más la sombra de Borges, a quien, junto a Cortázar, le vivo eternamente agradecido (sin ellos dos y algunos genios más, Zacatecas me hubiera resultado un pozo profundo y oscuro en mi adolescencia, aún más de lo que fue).

7. ¿Por qué elegiste el tema de las variaciones en tu primer libro?; lo pregunto porque generalmente, los escritores jóvenes prefieren romper con tradiciones, cometer parricidios, sino es que actos deicidas. ¿Qué opinas al respecto?
-La referencia está más que patente y subyace a lo largo de toda mi obra: la música. Elegí jugar con las variaciones sobre los temas de mis lecturas iniciáticas como un ejercicio narrativo y una afirmación de los rudimentos literarios antes que intentar cualquier otra cosa (ya había tenido, a los 21 años, un aborto de novela con las características que describes). Sabiamente decidí echar marcha atrás y reconocer el suelo sobre el que pisaba si en verdad quería emprender por un camino sólido.

Una lectura somera podría diagnosticar en lo mío un discurso conservador. Pero me parece que nada hay más falso. Arriesgo bastante más de lo que se ve a primera vista. Un lector más avezado será capaz de advertir la enorme intención lúdica de mi primer libro. Hay una inmensa cantidad de referencias intertextuales y recursos extradiegéticos que disparan la lectura a otro nivel sólo si se es capaz de llevar a efecto esa lectura. En ese sentido me gusta ser exigente con el lector en potencia. No soy un escritor ni una persona que otorgue concesiones ni que se sienta atraída por los caminos más cómodos. Me gustan las cosas complejas.

Temas y variaciones es una celebración de la imposibilidad humana por lograr la originalidad, a la manera de Pièrre Menard. La evolución del arte se basa en procesos, a veces más lentos unos que otros. Reconocer esos procesos evolutivos, saber leerlos y aprovechar su inercia es fundamental para cualquier artista. Hay que recordar la divisa medieval en la que se cifra la noción de progreso: “No somos más que enanos postrados sobre hombros de gigantes”.

El papel de enfant terrible ya es un lugar común pasadísimo de moda. Llegar alardeando de querer romper paradigmas y renegar de la tradición, me parecería, más que un síntoma de juventud o talento precoz, una auténtica fantochada y una falta severa de distanciamiento autocrítico. Para acabar pronto: no existe siquiera una “tradición” para ser rota, sino la lectura contemporánea (y por lo tanto renovada y distorsionada) que de ella elaboramos. Hay que saber reconocer la naturaleza del suelo que uno pisa. De que mi literatura evolucionará hacia nuevos derroteros expresivos no tengo la menor duda; sé reconocer, por lo pronto, en qué estadio me hallo y por dónde quiero ir.

8. ¿En qué género te sientes más cómodo, en el cuento o en la novela?
-Desde que comencé a escribir lo hice con la plena intención de ser novelista. Alrededor de los veintiún años escribí, de hecho, mi primera novela. Era la época en que estaba fascinado con Joyce y con Cortázar. El resultado de aquella novela inaugural fue un mamotreto prácticamente ilegible, una maquinaria de estructura milimétrica y quizá demasiado arriesgada para mi poca destreza narrativa. De no haber terminado en la basura se llamaría Carpe Diem. Dicha novela me formó en buena medida como escritor (jamás he asistido a esas ridículas reuniones de té llamadas “talleres literarios”). Tras ese primer intento, decidí que mi siguiente proyecto habría de servirme para dominar los rudimentos del escritor, que si conseguía más herramientas mi discurso ganaría en riqueza y sería el primer paso necesario en la búsqueda de una voz propia.

El cuento, sin embargo, es un género que respeto muchísimo. Mucha gente puede considerarlo en un estadio menor a la novela, menospreciarlo... pero nada más falso e ignominioso. Dominar el proceso creativo de una novela resulta muy similar a querer hacerlo con un animal gigantesco y torpe; en cambio, meterse con el cuento resulta casi lo mismo que querer controlar a una bestia ágil y feroz. Entre mis cuentistas favoritos siempre han estado Cortázar, Borges, Revueltas, Poe, Irvine Welsh y Bradbury. En nuestro país, y en Latinoamérica en general, contamos con una gran tradición en el cuento. Hacer cuento en nuestros países es meterse en terreno de gigantes.

9. ¿Qué relaciones hay entre otras disciplinas –pintura, música- en tu obra? ¿Cuáles son tus aficiones?
-Has dado con la clave para descifrar mi obra. Me alegra mucho escuchar esa pregunta. Me fastidia que sólo me pregunten de literatura. Como si yo fuera un académico encerrado en cuatro paredes estudiando toda mi triste vida una sola obra o a un solo autor, o me la pasara diseccionando novelas con bisturí. Lo que en realidad me apasiona es la música. Sé que escribiré algunos libros en mi vida... nada del otro mundo. Pero jamás podré alcanzar con ellos siquiera la tercera parte del sublime poder expresivo que posee la Música. (Soy ateo, así es que sustituyo la religión con la Música). Tengo la sensación de que todas y todos los escritores nos dedicamos a esto porque tenemos algún otro deseo que se ha frustrado. En mi caso se trata de la música. La injerencia que tiene la música en mi literatura es muy fuerte, aunque ciertamente de forma demasiado intuitiva y hasta ingenua. Quisiera algún día poder estudiarla mucho más a fondo. Admiro mucho a Xenakis, Ligeti, Stockhausen, Dumitrescu y Berio. En otras disciplinas, me gusta la obra de Damián Ortega y Gabriel Orozco. Cy Twombly es de mis favoritos. Kieslowski, Sokurov y Reygadas también.

10. ¿Entre tus contemporáneos (nacidos en los setenta), a quiénes conoces, de quiénes te gusta su trabajo?
-Estoy en contacto frecuente con buena fracción de mis coetáneos. A algunos los conocí a través de Finsterre (la revista de la que soy subdirector), algunos más a raíz de la antología en que Joaquín Mortiz nos incluyó (Nuevas voces de la narrativa mexicana, Joaquín Mortiz, 2003) y recientemente por el contacto en el FONCA. Te hablo de narrativa solamente. Conozco a Heriberto Yépez, que tiene una vasta cantidad de obra para su edad. Respeto mucho a Alberto Chimal; me parece un ejemplo digno de admirarse, por su trabajo constante y el amor que le profesa a la literatura. Rafael Lemus, Nicolás Cabral y David Miklos son escritores que también entregan todo por la literatura y de quienes sin duda tendremos obras remarcables en un futuro no lejano. Me resulta interesante el trabajo que están haciendo en cuento Nadia Villafuerte, de Chiapas, y Gerardo Sifuentes. También me gusta la obra de Socorro Venegas, Luis Felipe Lomelí, Julieta García, Rafael Medina y Juan José Rodríguez. Mis coetáneos favoritos son dos: Gonzalo Garcés y César Albarrán. Este último apenas está por darnos una muestra de su enorme potencial.

11. ¿Qué tendencias hallas en la literatura producida por gente de tu generación?
-Es demasiado temprano para hablar al respecto. He notado, felizmente, que nuestros discursos son variadísimos: no hay aún una tendencia temática ni estilística particular. Eso me agrada mucho. Pero veo con preocupación que se está arriesgando muy poco. Habría que apostar por nuevas voces, nutrirse de otras literaturas, otros imaginarios, de la avanzada artística de las demás disciplinas. De eso se trata esto: el arte no es algo que esté muerto o que se rija por normas inflexibles; el arte es un organismo que el artista debe mantener con vida constantemente, insuflarle nuevo aliento.

12. ¿Qué futuro ves en la literatura nacional?, ¿qué papel jugará tu generación en ese escenario?
-Para buena fortuna el panorama de la narrativa mexicana contemporánea es muy rico y polifónico, además de llevar la calidad como constante. La generación de nacidos en los sesenta apenas está entrando a su etapa de madurez. Ésa es una noticia formidable. Las obras maestras de cada una y cada uno de ellos apenas están por venir. La mala noticia es que no hay un Coetzee o una Jaeggy entre ellos y ellas.

Por otra parte, no tengo duda que de entre mi generación hay tres o cuatro escritores/as que se volverán autoridades en el panorama del continente narrativo nacional.