Moleskine: Roma 1-Fiorentina 0

20. Visto el 10 de Totti. Espero el autobùs para el Estadio Olìmpico. Sè que me gastarè una pquena fortuna en el boleto y que eso a la larga tendrà consecuencias en mi alimentaciòn. Pero, como dice mi hermano (el fanàtico del fùtbol màs hardcore que conozco), estar en Italia y no ir a un partido del giucco calcio, de la Serie A, serìa un pecado. Una escocesa y una inglesa de Manchester me preguntan còmo llegar al estadio. Llegamos y el partido ha comenzado. La Razza Romana y las demàs barras son estruendosas. Quedo aturdido. Estoy en el lado sur del estadio, donde se concentran los fanàticos empedernidos, los tifozi. Hay cànticos. Cuando todo el estadio choca las palmas al unìsono parece que algo estallara. Es un manicomio. Abajo el famoso nùmero 10 de Totti. Antes la gente se desvivìa en vìtores por los gladiadores en esta ciudad; ahora no debe ser muy distinto con el calcio. Un hombre de la Roma es expulsado al minuto 45. La gente no puede creerlo. Al minuto 53 cae el gol de la Roma, Vicenzo Montella. El estadio parece que se derrumbarà por el estruendo. "Montella prima inzacca e poi decolla!!". La hinchada canta. Yo estoy metidìsimo en el partido. La experiencia de estar junto a la fanaticada de la Roma en un partido de la Serie A, no tiene comparaciòn. Para mì era como hacer la visita al muro de las Lamentaciones al menos una vez en la vida, pues crecì sabiendo còmo patear una pelota de fùtbol impecablemente antes que saber leer o escribir. Mucho màs intenso y edificante el juego que la visita al Vaticano. Forza Roma. Por la noche la visita obligada al Campo dei Fiori.

21. Mucha tensiòn. Muy poco dinero. Me siento a escribir en las escaleras de la Plaza Espana. El cansacio acumulado del viaje sale este dìa. Siento que no puedo dar un paso màs. Pero lo hago. He pensado en cualquier cosa, menos en literatura durante este viaje. Los panini de 1 euro salvan el dìa. Por la noche una banda de swing que se supone que es muy buena, pero que no... En la calle me siguen preguntando direcciones y sacàandome plàtica en italiano. "Prego". Mi hostal tiene toque de queda: a las 12.00am. Las dos lìneas de metro y los autobuses tambièn. Estoy por el rumbo del Castello del Angelo y tengo que caminar hasta el rumbo del estadio. No sè la cantidad de kilòmetros que camino. Llego al hostal casi a las 4.00am. El encargado me recibe con gritos por llegar tan tarde. Los italianos me van acostumbrando a sus vocifereciones e insultos. No me quiere abrir la puerta. "Sabe què hora es?", dice. "Sì: las 3.54am", respondo despreocupado y con cinismo, para sorpresa mìa. No me preocupa en absoluto. Pongo mi mochila como almohada sobre el piso y me duermo en la calle, afuera del hostal. Hace frìo. Espero no enfermarme.