Moleskine: Todos los caminos conducen a Roma
16. En en hostal de Firenze conozco a varias personas interesantes o extranas, o ambas. Hay un argentino judìio que vive en Israel que puede desarmar y volver a armar una M-16, como entrenamiento en una materia de su escuela. Buen tipo. Algo nerd y freaky. Hay dos espanolas idènticas que incluso se llaman igual: Irene/Irene. Dos ecuatorianos buena onda. A uno de ellos le cambiaron su cerveza en un bar de Roma: lo drogaron, le quitaron la cartera y recobro el conocimiento hasta el otro dia. Los riesgos de viajar... Un espanol con abuela de San Luis Potosìi. Hay un alemàn que està viajando desde Dresden en motocicleta. Un portuguès que estudio lenguas: conversamos sobre Lobo Antunes y los heterònimos de Pessoa. Hay japoneses por todos lados. Se juntan y no se separan en ninguna parte. Noche de descanso. El hostal està lejìsimos de la civilizaciòn.
17. Peligra mi viaje. Me anuncian que no recibirè un depòsito que tenìa previsto. Hay que recortar las comidas. En el hostal sirven un pan con mantequilla y cafèe como desayuno. Por las tardes sòlo hago una comida fuerte que puede consistir en un panino o una rebanada de pizza, agua y complejo vitamìnico. Todo lo demàs son lujos. El David es impresionante. En el museo de la Academia hay algunos soberbios ejemplares de la lauderìia italiana tambièen: un Stradivarius 1716 del Quinteto Medicis, y un chelo Amati 1650, entre otros. Ademàs hay algunos de los primeros pianos de la historia, de los que fabricò el propio Bartolomeo Cristofori, el inventor de dicho instrumento. Ni Firenze ni Milàn tienen la misma energìa que Barcelona. Voy al supermercado: leche, jugo y galletas. Si uno quiere encontrar a un gringo hay que ir a los restaurantes; en cambio, a los latinoamericanos se les encuentra en los supermercados.
18. Desde que lleguè a Italia he pagado sòlo dos o tres veces el autobùus y el metro. Un poco de la astucia mexicana no cae mal en estos momentos de penuria. Paso como abonado en el metro de Roma. Saludo a los inspectores o policìas. Una camiseta de la Roma con el 10 de Totti y todo mundo cree que soy italiano. Siempre me preguntan direcciones o me sacan comentarios sobre el calcio en la calle. "Io no parlo il italiano, escusa..." O lo que sea... Roma es una ciudad enorme y caòtica. Nada tiene del orden vial de Barcelona, por ejemplo. Aquì a uno le echan el coche encima, aunque estè el rojo. Siempre pasa. Pido direcciones de hostales en informaciòon turìstica (me han dicho que el hostal de HI en Roma es pèsimo). Voy a la primera opciòn, lejìsimos del centro. Me toma casi dos horas llegar allà. Resulta ser un albergue jesuita. Bah. Tanto caminar para nada. Segunda opciòn, cerca del centro: un albergue para jòvenes de una iglesia catòlica. Doble bah. Mucho cansancio. La botella de agua ronda entre 1 y 2.50 euros. Al fin decido ir al hostal de HI. Hay que tomar el metro y un autobùs. Es cerca del Estadio Olìmpico. Los rumores eran ciertos: intalaciones pèsimas y hordas de mosquitos. Tengo el brazo deformado por las picaduras: repelente para mosquitos, 8.60 euros. Por la noche vuelvo a Termini (la estaciòn de trenes) por mi equipaje. El desastre. Entre el ajetreo del dìia pierdo el ticket. No me quieren devolver mis cosas. Tengo dinero y una tarjeta de dèbito ahìi, ademàs de toda mi ropa. El italiano del depòsito de equipaje es un histèrico, me grita hasta de lo que me voy a morir. Vuelvo al hostal. Afuera de Termini hay un concierto de rock. Ni siquiera lo disfruto. El hostal cierra a la media noche. Hago dos horas en volver desde el centro. Dìa pèsimo. Mis companeros de cuarto: un japonès con el que hablo sobre anime (me recomienda Ghost in the shell 2), un austriaco con el que hablo sobre la Segunda Escuela de Viena, un gringo rapado, con piercings por todos lados, tatuajes en todo el cuerpo, bastante parecido a Phillip Anselmo (vocalista de Pantera) y que recorre Europa en bibicleta. Ademàs de un punk italiano que duerme por el dìa. Su novia llega por èl a eso de la una de la manana. Los espanoles de Firenze llegan aquì. Traen hachìs.
19. Salgo corriendo a la estaciòon de tren. No me he banado ni cambiado de ropa. Pierdo toda la manana en resolver lo de mi equipaje. Me mandan de un lado para otro. Al final debo poner un denuncia en la poicìa. 6.40 euros el chiste. Recupero mi equipaje. En Roma no hay tiempo para cavilar; mucho menos para escribir. Quizà èsta sea la ciudad màs bella del mundo. El metro es una porquerìa. Los vagones llenos de graffittis enormes. Sin embargo, los autobuses son impecables, aunque tardan en llegar. Compra obligada: playera pirata con el 10 de Totti. Escribo en las escaleras de la Plaza Espana, debajo de la casa donde muriò John Keats, a los 25 anos. No sabìia que hubiera muerto tan joven. Me desconcierta. Què habràa sido lo ùltimo que vio Keats en esta enorme ciudad? Los japoneses y los gringos pasan por las escaleras con bolsas de compras de Gucci, Zegna, Dior, Luois Vouitton... Escribo sentado en el interior del Pantheon. Es mi lugar favorito. El que màs ilusiòon tenìa de conocer. Un haz de luz entra por el epicentro de la cùupula y trepa conforme avanza la tarde. Una hora. Dos horas. Me viene a la mente una de las escenas de "El descubrimiento del cielo" de Mulisch. Es en este lugar donde Onno Quist reencuentra a Quentin, su hijo. Tiempo de reencuentros. Fue Roma la ciudad que eligiò Onno para perderse, para expatriarse. Dicen que cuando el papa y un montòn de cardenales entraron a vendecir este edificio pagano, una mirìada de demonios escaparon por el agujero de la cùpula. No sè còmo, pero llego al Area Sacra Argentina. En pleno corazòn de la ciudad hay un espacio en ruinas resguardadas. Es un albergue para gatos callejeros. A lo lejos se respira el tufo a orina de gatos. Los animales retozan por todo el lugar y juguetean con la gente que pasa. Me gusta el lugar. Campo dei Fiori por la noche es un lugar poco conocido por los turistas. Se reùnen los jòvenes. Hay muchos bares. Mùsica. Màs allà descubro las oficinas del Partido Comunista Italiano. Se habràn reunido por ahì alguna vez Eco y Calvino? Hay una manifestaciòn: una ONG ("NO GOD") reunen firmas para protestar una iniciativa de ley que impedirìa en Italia toda clase de inseminaciòn artificial. Maldita derecha. Maldito Berlusconi. Me agrada bastante este lugar. Hay una librerìa pequena y especializada en literatura: "Farenheit 451". Compro una novela de Fleur Jaeggy en la ediciòn original. De vuelta a Termini hay otro concierto de rock. En el hostal los espanoles conversan. La gente se reùne por idiomas, es inevitable. Buena conversaciòn sobre literatura y polìtica europea con uno de ellos. El hachìs abunda en estas tierras.