Suplemento Arena
Diario Excélsior
Entrevista por José Luis Enciso
Septiembre 19, 2004

Tryno Maldonado (Zacatecas, 1977) es uno de los jóvenes narradores mexicanos que han despertado mayor interés en el medio literario nacional apenas con un libro publicado: Temas y variaciones (2003). Será quizá porque esta primera obra resulta un caso peculiar en el que música y literatura se rinden honores sin chocantes artificios. Ignacio Padilla y Jorge Volpi, entre otros escritores, han reconocido ya la buena cepa de su autor. Sergio González Rodríguez, incluso, lo ha situado entre los mejores libros del año aparecidos en el 2003.


Quien revise la ópera prima de Tryno hallará, sin duda, ecos de Cortázar, Murakami y Borges, por citar algunos. Volpi ha dicho que se acerca en parte a la obra cuentística del creador de Ficciones y que quien se acerca a él de esa forma, igual que Ícaro al sol, corre el riego de quemarse.

Y no sólo Volpi lo ha dicho, afirma Tryno, “también Christopher Domínguez Michael me llamó la atención al respecto. Estoy muy consciente de que acercarse a Borges implica caminar en la cuerda floja. Sin embargo, mis proyectos actuales ya están alejados de lo que escribí a mis 23 años (etapa a la que pertenece Temas y variaciones). No busco alejarme de Borges de manera deliberada, simplemente sucede como un eslabón en un proceso evolutivo natural”.

Partiendo de la influencia de estos autores en tus cuentos, ¿qué opinas de la literatura fantástica de tus contemporáneos?

La mayoría de la literatura de mis compañeros de generación que he tenido oportunidad de conocer no aborda temas fantásticos. Siento una franca inclinación de ellos más bien hacia el realismo, y el realismo sucio más que por la fantasía, aunque aún no está dicho nada sobre nuestra generación y los discursos de cada una y cada uno de nosotros son muy variados. De entre los escritores que se han atrevido a entrar en la literatura fantástica me gusta mucho la obra de Alberto Chimal, por ejemplo.

¿Por qué elegiste el tema de las variaciones en tu primer libro?; lo pregunto porque, generalmente, los escritores jóvenes prefieren romper con tradiciones, cometer deicidios. ¿Qué opinas al respecto?

La referencia está más que patente y subyace a lo largo de toda mi obra: la música. Elegí jugar con las variaciones sobre los temas de mis lecturas iniciáticas como un ejercicio narrativo y una afirmación de los rudimentos literarios antes que intentar cualquier otra cosa (ya había tenido, a los 21 años, un aborto de novela con las características que describes). Sabiamente decidí echar marcha atrás y reconocer el suelo sobre el que pisaba si en verdad quería emprender por un camino sólido.

El papel de enfant terrible ya es un lugar común pasadísimo de moda. Llegar alardeando de querer romper paradigmas y renegar de la tradición, me parecería, más que un síntoma de juventud o talento precoz, una auténtica fantochada y una falta severa de distanciamiento autocrítico.

Tryno es, además de escritor, crítico musical. Cursó estudios en música contemporánea; se desempeña como editor de la revista zacatecana Finisterre y colabora en las revistas La Tempestad, Switch y Cine Premiere. Aunque es becario del programa Jóvenes Creadores 2003-2004 del Fonca, en la categoría de cuento, le molesta que le pregunten sólo cosas de literatura, disciplina a la que comienza a aborrecer, según dice.

¿Qué relaciones hay entre otras disciplinas -pintura, música- en tu obra? ¿Cuáles son tus aficiones?

Has dado con la clave para descifrar mi obra. Me alegra mucho escuchar esa pregunta. Comienzo a aborrecer la literatura, de hecho. Lo que en realidad me apasiona es la música. Sé que escribiré algunos libros en mi vida... nada del otro mundo. Pero jamás podré alcanzar con ellos siquiera la tercera parte del sublime poder expresivo que posee la música. Tengo la sensación de que todas y todos los escritores nos dedicamos a esto porque tenemos algún otro deseo que se ha frustrado. En mi caso se trata de la música. La injerencia que tiene la música en mi literatura (sus estructuras, sus referencias) es muy fuerte.

Tengo otras aficiones también: mil veces más que a cualquier escritor mexicano contemporáneo, admiro la obra del pintor Gabriel Orozco y toda la poética que la respalda. De ese autodenominado Taller General también admiro a Damián Ortega.

Otra área con la que quiero comprometer mi obra es con el feminismo. Me parece absurdo e insultante que más de 50 por ciento de la población de nuestro país -las mujeres- sea un grupo vulnerable.”

¿Qué autores lees y de quiénes te sientes más cercano?

Me gusta Álvaro Enrigue; también Guillermo Fadanelli, Nacho Padilla, Jorge Volpi, Mario Bellatin, Pablo Soler Frost y toda esa generación que fue por la que me acerqué a la literatura mexicana. No puedo evitar, obviamente, sentirme mucho más cercano al discurso de mis compañeras y compañeros de generación: admiro y respeto muchísimo a Gonzalo Garcés, escritor argentino, que es con el que sin duda me siento más identificado. Lobo Antunes y Haruki Murakami, por su cuenta, no dejan de sorprenderme con cada nueva entrega.

¿En qué género te sientes más cómodo, en el cuento o en la novela?

Desde cuando comencé a escribir lo hice con la plena intención de ser novelista. Alrededor de los 21 años escribí mi primera novela. Era la época en que estaba fascinado con Joyce y Cortázar. El resultado de aquella novela inaugural fue un mamotreto prácticamente ilegible, una maquinaria de estructura milimétrica y quizá demasiado arriesgada para mi poca destreza narrativa. De no haber terminado en la basura se llamaría Dies Irae. Dicha novela me formó en buena medida como escritor (jamás he asistido a esas reuniones de té llamadas “talleres literarios”). El cuento, sin embargo, es un género que respeto muchísimo. Mucha gente puede considerarlo en un estadio menor a la novela, menospreciarlo... pero nada más falso e ignominioso. Dominar el proceso creativo de una novela resulta muy similar a querer hacerlo con un animal gigantesco y torpe; en cambio, meterse con el cuento resulta casi lo mismo que querer controlar a una bestia ágil y feroz. Entre mis cuentistas favoritos siempre han estado Cortázar, Borges, Revueltas, Poe, Irvine Welsh y Bradbury. En nuestro país, y en Latinoamérica en general, contamos con una gran tradición en el cuento. Hacer cuento en nuestros países es querer meterse en terreno de gigantes.

¿Cómo ves el panorama editorial actual, específicamente en cuento?

Hablando del cuento, en particular: pésimo. Imposible que una editorial grande voltee hacia ti siendo cuentista. Y si además eres joven, ¡olvídate! Si el cuento es tu medio natural, la tendencia editorial te obligará tarde o temprano a saltar a la novela, cosa que no deja de parecerme triste. Quién sabe de cuántos cuentistas geniales nos estaremos perdiendo. Por lo demás, las editoriales están cada vez más abiertas. Eduardo Antonio Parra, Nacho Padilla y Enrique Serna son algunos de los cuentistas más destacados que poseen nuestras letras.
¿Entre tus contemporáneos (nacidos en los 70), a quiénes conoces, de quiénes te gusta su trabajo?

Estoy en contacto frecuente con buena fracción de mis coetáneos. A algunos los conocí a través de Finsterre (la revista de la que soy subdirector), algunos más a raíz de la antología en que Joaquín Mortiz nos incluyó (Nuevas voces de la narrativa mexicana, Joaquín Mortiz, 2003) y recientemente por el contacto en el Fonca. Te hablo de narrativa solamente. Conozco a Heriberto Yépez, que tiene una vasta cantidad de obra para su edad, además de que la desfachatez y agudeza de sus ideas son siempre notables. Respeto mucho a Alberto Chimal; me parece un ejemplo digno de admirarse, por su trabajo constante y el amor que le profesa a la literatura. Rafael Lemus, Nicolás Cabral y David Miklos son escritores que también entregan todo por la literatura y de quienes sin duda tendremos obras remarcables en un futuro no lejano. Me resulta interesante el trabajo que están haciendo en cuento Nadia Villafuerte, de Chiapas, y Gerardo Sifuentes. También me gusta la obra de Socorro Venegas, Luis Felipe G. Lomelí, Julieta García, Tatiana Buch, Rafael Medina y Juan José Rodríguez. Mis coetáneos favoritos son dos: Gonzalo Garcés y César Albarrán.

¿Qué tendencias hallas en la literatura producida por estos escritores?

Es demasiado temprano para hablar al respecto. He notado, felizmente, que nuestros discursos son variadísimos: no hay aún una tendencia temática ni estilística particular. Eso me agrada mucho. Pero veo con preocupación que se está arriesgando muy poco. Habría que apostar por nuevos vehículos de expresión, nutrirse de la avanzada artística de las demás disciplinas. De eso se trata esto: el arte no es algo que esté muerto o que se rija por normas inflexibles; el arte es un organismo que el artista debe mantener con vida constantemente, insuflarle nuevo aliento.

¿Qué opinas de la escritura electrónica, los blogs?

Ante la eterna desconfianza y la franca discriminación que (cada vez más incluyente, sin embargo) el mercado editorial ha llevado como tónica sobre los jóvenes, esta nueva generación de escritoras y escritores mexicanos decidió adoptar un vehículo alternativo para diseminar su obra y sus ideas: el weblog, mejor conocido como blog. Gran fracción de los escritores bloggers de México pertenece a la Generación Atari, que abarcaría de 1970 en delante. Un blog no es, como muchos suelen pensar, un cesto de basura literaria ni un cajón de trebejos, mucho menos un diario íntimo: si nos animamos un poco, el blog puede ser considerado el más joven de los géneros literarios. Incluso es posible ya reunir la materia cuantitativa y cualitativa que conforme la “literatura del blog”, escrita con toda deliberación en y para el blog.
¿Tu proyecto Atari 2600 va más allá de tu blog, es otra novela o una especie de emblema de tu generación?

Es una broma, nada más. Quizás influida por la creciente onda retro. Me gusta referirme así a mis compañeras y compañeros de generación, es decir, las y los nacidos a partir de 1970.
Nací en 1977, año de la salida al mercado del (juego de video) Atari 2600. Pero igual podría llamarles, con la misma arbitrariedad y la misma gracia, “Generación Robotech” o “Generación Mazinger Z”. En cuanto a lo mío, Atari 2600 es un proyecto de novela sumamente ambicioso que tengo fraguándose por ahí. Quizá prospere, quizá no...

Cuéntame de tu labor editorial en Finisterre
En Zacatecas se acostumbraba decir que había una revista literaria: Dosfilos. Para nosotros, como jóvenes, era prácticamente imposible publicar en dicha revista (a la fecha lo sigue siendo). El discurso de Dosfilos para nada empataba con nuestros intereses, con nuestras lecturas, imaginarios y visión del arte y del mundo. Así surgió Finisterre. Es una revista que tiene más de tres años. Un grupo de amigos la formó; yo colaboraba esporádicamente. Más tarde me invitaron a trabajar con ellos. Al principio se trataba de un fanzine, pero fue creciendo a pasos agigantados. Cabe decir que, con todo y el buen nivel que ofrece, la revista siempre ha sido gratuita.

Sé que trabajas en la novela Diávolo, ¿qué me dices de ese proyecto?

Diávolo es un proyecto que inicié hace más de tres años; el título original era Diabolus in musica, pero la novelista española Espido Freire sacó una con ese mismo nombre mientras yo aún realizaba las investigaciones para la mía. ¿Puedes creerlo? Ella es sólo unos tres años mayor que yo y, sorpresa, estudió música algún tiempo también.

¿Qué otros proyectos preparas actualmente?

Además de lo que te he mencionado, estoy trabajando en lo que será mi segundo libro de cuentos, tentativamente llamado Siete variaciones. El proyecto lo desarrollo como becario del Fonca.

¿Vives de la literatura?

Vivo de la literatura, vivo con la literatura, para la literatura y en la literatura. Sólo me dedico a escribir. Me siento muy afortunado. Pero no sé cuánto vaya a durar “el encanto”. Además de mis proyectos literarios personales, escribo para varias revistas y suplementos. No te puedo mentir: me asusta pensar de pronto qué haré en menos de un año, cuando termine la subvención del Estado. Los creadores en este país estamos muy subestimados. El sistema de becas del Estado está bien, pero estamos hablando de algo que ni siquiera debería existir, porque, si lo piensas un poco, es un mecanismo que viene a resanar agujeros, a suplir deficiencias graves en las políticas culturales que se han venido aplicando hasta nuestros días. Valdría hacer una revisión seria y de fondo al respecto para que las generaciones venideras hallen un panorama más propicio para la creación. Por otro lado, me he topado con que pocas personas valoran realmente el oficio de escritor, como si fuera un pasatiempo solamente, por muy alto que sea el nivel de tu obra. Nos toca a nosotros comenzar a darle el valor justo nuestro oficio, de una vez por todas.

¿Qué futuro ves en la literatura nacional?, ¿qué papel jugará tu generación en ese escenario?

Para buena fortuna, el panorama de la narrativa mexicana contemporánea es muy rico y polifónico, además de llevar la calidad como constante. La generación de nacidos en los sesenta apenas está entrando a su etapa de madurez. Ésa es una noticia formidable. Las obras maestras de cada una y cada uno de ellos apenas están por venir. Nos han impuesto un parámetro altísimo. Sin embargo, yo sé que entre mi generación se encuentran algunos de las y los mejores escritores mexicanos de todos los tiempos. Eso ni dudarlo. Sólo es cuestión de esperar un poco.