Ray Charles
: el médium del alma

Quizá nunca ocurrió. Pero pudo haber sido durante una noche inclemente en Seattle. Tal vez un hombre decide arroparse del frío en un club de jazz. Si lo que quería era desprenderse de la nostalgia, ha dado con el lugar equivocado. Pide un escocés doble y se quita el abrigo. Es un muchacho de color, alto y macizo, el que arremete contra el piano en una esquina, al lado de su banda. Es demasiado joven, piensa el hombre que acaba de entrar. Es demasiado joven para tocar así, como lo está haciendo

: dejando el corazón en cada golpe de los dedos contra las teclas del piano, tocando como un poseso, como un médium del alma humana en pleno trance. Por fuera es el cuerpo de un joven de veinte años, fuerte y lozano, piensa. Por dentro, su alma está ya tan corroída como la del hombre más hecho a los crueles embistes de la vida. Porque la vida es dura, hermano Ray. La vida es como un blues sucio y destemplado que se levanta siempre con una cruda espantosa luego de una noche de juerga. Y esto apenas es el principio para ti. Tu ceguera en la niñez, causada por el glaucoma, luego de que la última escena que te fue permitida ver fue a tu hermano ahogado en la tina de baño mientras intentabas sacarlo con todas tus fuerzas y escuchabas cómo algo en tu alma se fracturaba. Después la pérdida de tus padres. El duro aprendizaje de la música en braille. Haber estado expuesto en tu querida Florida a todo tipo de música en las calles... La calle

: la verdadera maestra desde que en 1930 viste la luz. Es el comienzo. Sí, todo eso es apenas el principio para ti, Ray. Quisiera poder decirle todo esto al muchacho del piano. Pero no se lo dirá. Y jamás sabrá su nombre. Pero tal vez se llame Ray. ¿Por qué no? Tampoco podrá decirle que mañana, luego del club, probará la heroína por primera vez, que se hará dependiente a ella por veinte años, y que con ella vendrá un atajo de excesos. Que luego de haber nacido en la más rancia de las pobrezas, lo tendrá todo. Que las mujeres, cualquier cantidad, desfilarán delante de él. Sólo nómbralas, hermano. Que firmará su primer contrato con una disquera grande a los veintidós años. Que su versión de “I got a woman” –-una vieja canción gospel--- marcará el inicio de un nuevo tipo de música, una música que habla por el alma. Que Sinatra se referirá a él como “un genio”. Que irá creando un estilo prácticamente imposible de encasillar. Querer hacerlo significaría intentar hablar de un estilo único que echa mano de rudimentos tanto del jazz, como del blues y el gospel

: su as bajo la manga para el mundo. Soul

: así llamarán su música (no hay mejor nombre). Que será grande. Que el mundo entero, sin distinción de razas y épocas, escuchará sus canciones y las harán suyas. Que sus mayores aportaciones a la música popular afro-americana, destacarán sus originales progresiones de acordes --nada comunes para su época— a nivel armónico; y, a nivel melódico, su característico recurso de “pregunta y respuesta”, así como sus inusuales aullidos, gritos y gemidos. Esos gritos estremecedores que sólo una alma como la de ese muchacho podrán emitir. Un alma con una sensibilidad desarrollada en un mundo de sombras. Eso es

: el alma. Soul. Música del alma. Soul. La voz desgarradora del alma. Soul. Quizá la única manera de poder escuchar el alma y hablar por ella sea ésa

: cerrando los ojos para siempre y concentrándose en su lamento. Si es así, si el costo de hablar por el alma fue tu ceguera y tu vida turbulenta, definitivamente todo ha valido la pena, Ray. Sin duda, querido hermano, dice para sí mismo el hombre del club. Da el último sorbo a su whisky, recoge el abrigo y vuelve a la oscuridad de la noche.

(c) 2004 Tryno Maldonado

Revista Cine Premiere