Su padre fue futbolista
(Texto autobiográfico aparecido en el diario
La Crónica de Hoy)


01: Su padre fue futbolista

Por tanto, lo primero que sus hermanos y él debieron aprender fue a patear un balón con una técnica perfecta. Él cree haberlo conseguido un poco mejor que ellos. En su casa nunca hubo libros. Las tardes de riguroso entrenamiento, las raspaduras y los golpes fueron el sucedáneo para lo que en otros casos debieron ser tardes de apacible lectura y estudio. Los pocos o muchos talentos que heredó fueron ésos

: una habilidad destacada para jugar fútbol en el llano y para los golpes a mano limpia. Su padre lo entrenó quizá trasvasando sus esperanzas de alcanzar una carrera profesional en el deporte

: la suya fue truncada cuando jugaba en las fuerzas básicas de la U. de G. Su temprano retiro lo llevó a volverse director técnico y ganar a los veinticinco años una final nacional del “Torneo de Barrios” en el Estadio Azteca. El padre dirigía la gran final que siguió todo Zacatecas por la radio mientras el hijo nacía al mismo tiempo en una clínica del IMSS

: 1977. Sobra decir que el equipo fue recibido como una legión de héroes ante la parquedad de glorias locales. De ahí en más, su padre dedicó sus días a la promoción deportiva universitaria. Y al alcohol. Sobre todo al alcohol. Su padre lo entrenó quizá trasvasando sus esperanzas de alcanzar una carrera profesional en el deporte. Su estatura lo destacó muy pronto como guardameta. Llegó a ser de veras bueno. Se tomaba en serio aquello. Se lo tomaba más en serio que la escuela. En su casa nunca hubo libros. Por tanto, lo primero que sus hermanos y él debieron aprender fue a patear un balón con una técnica perfecta. Antes que aprender a leer, incluso. Sus clásicos, en consecuencia, no pudieron haber sido Borges, Bioy y Cortázar

: sino Maradona, Di Stéfano y Valdano.

Su padre fue futbolista.

02: Su padre no dijo nada

Él era un niño bastante introvertido en la escuela. Jamás se metía con nadie y apenas hablaba usando interjecciones. La primaria pública donde estudió era famosa por albergar a niños conflictivos y a los más pequeños delincuentes de la ciudad. Para el tercer grado ya conocía cierta variedad de drogas, armas blancas, pornografía y depravaciones sexuales. Sólo una vez su padre fue a buscarlo a la salida de clases. Cuando vio que un muchacho de sexto grado (con todo y sus catorce años) hostigaba a su hijo, lo azuzó para que fuera a retarlo. Él no lo hizo. Salió corriendo y rompió en llanto

: no sabe si por la vergüenza, por la decepción o por el coraje. Al día siguiente el hijo esperó al alumno de sexto en la puerta de la escuela. Se dejó ir contra aquél con toda su rabia. El otro quedó tan maltrecho que debieron darle media docena de puntadas en la boca. La directora citó al padre de inmediato. Nunca fue

: estaba demasiado ebrio como para siquiera poder sostenerse en pie. La pandilla en la que militaba el muchacho de sexto grado pronto cobró venganza contra el hijo. Desde entonces sabe que, a diferencia de las comerciales, la hoja de las navajas hechizas deja una cicatriz indeleble aun con los años. Él se volvió un niño y un adolescente demasiado huraño. Aquella vez su padre no dijo nada. Como tampoco dijo nada cuando desertó a la escuela para siempre, a los dieciséis años, igual que él. El hijo fue expulsado de cierta preparatoria de jesuitas por quebrar el parabrisas y el brazo de un junior que le hacía burla a diario por estudiar con una beca, llevar siempre el mismo par de pantalones y no tener coche. Desde entonces no ha vuelto a pisar un salón de clases.

Su padre no dijo nada.

03: Su padre fue alcohólico

Su relación se volvió más distante que nunca. La adicción del padre dañó a la familia tanto o más que a él mismo. Extraños, rivales, conviviendo en la misma casa. Con la llegada de la adolescencia le sobrevinieron un mutismo y un aislamiento a prueba de todo. Una renuncia al mundo que duraría cuatro años. ¿Pensar en el suicido? No. Aún en esos momentos fue lo bastante cuerdo

: o cobarde. Los libros se volvieron su refugio y su asidero. Todo Dickens. Todo Poe. Todo Bradbury. Todo Lovecraft. Todo. Las bibliotecas públicas pronto se agotaron. Pasaban meses enteros sin que cruzara palabra con alguien. Eludía el trato humano como a la peste. No podía confiar en nadie. Hay cicatrices más hondas que las físicas. Eso lo sabe como pocos. Su cuarto, su música y sus libros lo aislaron del mundo. Afuera

: sólo terror. El terror y la incertidumbre dictaban en el hogar. Aquél a quien debía llamar Padre fue perdiendo todo signo de humanidad. Sus hermanos y él corrían a esconderse apenas escuchar sus pasos en la casa. Si se atreviera a golpearlos ellos responderían con la misma saña

: ése era el pacto tácito. Él no podía culpar a nadie sino a su madre por estar al lado de un hombre tan pusilánime. Más de una vez fue injusto con ella y no le alcanza el arrepentimiento. Pero en su fuero interno lo mataba la posibilidad de terminar así

: como ese hombre al que alguna vez llamó Padre, como su viva imagen. Pero ¿no era acaso también él un cobarde por renunciar al mundo a su manera? ¿No llevaba incluso hasta su mismo nombre como un estigma delator? Había que esperar la noche para encontrar la calma. De día sólo insultos y violencia. Y la escena habitual. Un remedo de hombre, engarruñado sobre sábanas sucias, trémulo, revuelto en su propio sudor, revuelto en sus propios hedores, revuelto en su propia orina, en su propio vómito, convulsionándose mientras su cuerpo se deshidrataba por la flama del alcohol, aullando con un rostro paralizado, descarnado y casi animal

: tan similar al de él... Así lo recuerda. En esos momentos sólo podía pensar

: “¿Me veré así en unos años?”


La Crónica de hoy
Marzo 12, 2005
(c) Tryno Maldonado