: scrabbleína
01. Imaginemos que existe una ciudad tan huera y tan anodina que nunca, jamás, de verdad jamás, sucede nada en ella. Para el caso empleemos el hipotético nombre de Zacatoluca.
02. Imaginemos en esta ciudad, en Zacatoluca, hay a un grupo de amigos.
03. Imaginemos que, a falta de estímulos artísticos, intelectuales y lúdicos en general dentro de esta ciudad, este grupo de jóvenes se han inventado un pasatiempo: la Sacrabbleína.
03.01. Imaginemos que los rudimentos de este juego son básicamente idénticos a las reglas del Scrabble tradicional (incluso se practica con el mismo tablero y las mismas fichas con letras). La única y notable diferencia es que la Sacrabbleína pertenecería técnicamente al grupo de los deportes extremos más que al de los juegos de mesa convencionales.
03.01.01. Imaginemos que esta explicación de este grupo de amigos que habita en esta ciudad anodina reside en el hecho de que la diferencia básica entre el Scrabble convencional y la Scrabbleína, es el empleo de dosis ingentes y renovables de cocaína para estimular entre los participantes la velocidad y el nivel de complejidad del juego.
03.01.01.01. Imaginemos que este plus eleva el grado de competencia entre este grupo de amigos que habita en esta ciudad anodina: las partidas pueden durar hasta tres horas y las palabras formadas rebasan la decena de letras en los puntos más álgidos de cada jugada. Es frecuente el arbitraje de un elemento más con un pesado diccionario en mano (el de la Real Academia es obsoleto ante la aparición los aventurados neologismos y osadas procacidades que surgen del tablero).
03.01.01.01.01. Imaginemos que el uso de un diccionario flexible y actualizado (amén de uno de etimologías grecolatinas y otro específicamente de neologismos) se vuelve crucial cuando abundan voces como: “c-h-i-c-h-i-f-e-a-r-í-a-m-o-s”,“p-e-r-o-g-r-u-l-l-a-r-í-a-i-s”, “c-h-i-n-g-a-q-u-e-d-i-t-o” o “d-o-d-e-c-a-g-e-n-a-r-i-a-t-u-m-a-d-r-e”.
03.02. Imaginemos que no es raro que estas partidas devengan en febriles discusiones, debates etimológicos, querellas de talante histórico o lingüístico, insultos personales y francos arrebatos de violencia física en contra de otro(s) jugador(es), contra el inmobiliario de la casa (generalmente de aquel jugador que proporcione las bebidas fermentadas y botanas en abundancia) o el propio tablero de Scrabbleína.
03.02.01. Imaginemos que es severamente castigado aquel participante que arroja de súbito las fichas con letras, regándolas por todo el recinto, debajo de los muebles, pues la dificultad que requiere volver a reunir las minúsculas piezas es enorme.
03.02.01.01. Ni hablar de la dura punición que recibe todo aquel jugador que en su cólera se atreva a reventarle en la cabeza a otro el sólido tablero de Scrabbleína.
03.02.01.02. Ni hablar tampoco de la dura (qué digo dura: enconada, enrabiada, encolerizada) punición que recibe todo aquel jugador que en su cólera se atreva a arrojar junto con el tablero y las fichas, el refractario donde se encuentre depositado el alcaloide que le da sentido y emoción a un juego tan rutilante y no-apto-para-cardíacos como lo es la Scrabbleína.
04. Imaginemos que no, que en dicha ciudad (Zacatoluca) las cosas no son tan deprimentes como para que un grupo sano de amigos de pretensiones intelectuales y artísticas dilapiden de una forma tan patética sus fines de semana.