: sobre la izquierda,
la derecha y los malos trips
Hace tiempo hay algo que me hace mucho ruido en la cabeza. No es nada relevante, pero ya me quitó el sueño en una ocasión y pensé que no sería tan mala idea escribir al respecto, al menos para exorcizar el tema de una buena vez. Sucede más o menos lo siguiente.
01. Estando en el DF, alguien de pronto me comentó que alguien más me veía tanto a mí como a mi obra como una de las “promesas literarias de la Derecha” (sic). En ese momento casi me atraganto con lo que estaba comiendo por la impresión y por el susto. No pude ocultar mi disgusto (mi rabia, debo decir) y comencé a despotricar como nunca lo había hecho en toda mi vida. Si querían insultarme, lo hicieron de la mejor manera posible. ¿Qué tiene qué ver mi obra con una corriente tan rancia como la derecha y los cansinos intelectuales de derecha de este país? ¿Cómo puede dársele una lectura tan retorcida a una novela (Viena roja) en donde incluso decidí correr el riesgo de mostrarme como un apologista y arriesgarme con un tono francamente panfletario sobre muchos de los temas capitales de la Socialdemocracia y de la Izquierda moderna, como la justicia social, la tolerancia y la inclusión, el respeto a la diversidad, el empoderamiento de la gente por medio al acceso a la información, la equidad de los géneros, el feminismo, etc.? ¿Tan distorsionado ha llegado mi mensaje? ¿No quedan claras mis inquietudes, ni el hecho de que haya decidido abiertamente comprometer mi obra y comprometerme yo mismo con esos tópicos? No entiendo nada. Vamos: en mi casa lo primero que se leía era (a elegir) el Capital y el Diario del Che en Bolivia. Sólo había eso. Nada más.
02. Estando de nuevo en el DF, otro alguien a quien jamás había visto en mi vida me fue presentado: se mostró molesto al saludarme, aduciendo que yo le caía bastante mal por ser “un tipo mamón y tener un discurso de lo más conservador” (sic). Ok, lo de mamón puede discutirse, pero... ¿conservador? ¿Conservador? Sobra decir que por segunda vez casi me asfixio con la cerveza al escuchar eso... ¿De nuevo el mensaje llegando distorsionado? Ya no sé...
02.01. Según esto... ¿qué cosa es tener un “discurso conservador”?
-¿Mostrar una preocupación por conocer y trabajar con el lenguaje, tratar renovarlo desde ese mismo conocimiento, de emplearlo como la poderosa y flexible herramienta que es? ¿Mostrar conocimiento de la tradición y de lo contemporáneo, sabotear la tradición desde dentro para emprender formas de lo que se manosea tanto como “relato posmoderno” (plagado de referencias intertextuales, de guiños lúdicos y juegos diegéticos, referencias autotélicas, metadiscurso, hipertexto, etc. etc. etc.)? Porque hasta donde me alcanza mi pobre entender eso es lo que yo intento hacer en mis libros (ver Temas y variaciones, por ejemplo). ¿Es que no lo he logrado?
02.02. Entonces... ¿Qué cosa es NO tener un “discurso conservador”?
-¿Enarbolar el culto a la violencia para hacerle la comparsa al sistema? ¿Mostrar un gusto dudoso por la oralidad, por los giros coloquiales y los lugares comunes, empobrecer el lenguaje y la realidad con fórmulas de lo más sobadas, hacer mala literatura, no tener talento y suplirlo con el chascarrillo fácil? ¿Solapar el jueguito del Sistema escribiendo sobre el narco hasta el cansancio? ¿Hacer una apología del sexismo, del machismo jactancioso y de la violencia de género (tolerados sólo por la derecha más reaccionaria y lerda, el sistema judicial y la iglesia católica, por cierto)? ¿Pretender hacer literatura “contra-cultural”, “literatura underground” con una mano, mientras que con la otra se cobra el cheque a CONACULTA o a las editoriales trasnacionales? ¡Bah! Ya lo dijo Rogelio Villareal acertadamente: “La contracultura en México vive de las becas del FONCA”. ¿Eso es no-ser-conservador? Me parece que no...
03. Estando (otra vez) en el DF, conocí a Paco Ignacio Taibo II hace poco. Recuerdo la cara de sorpresa y de incredulidad cuando me estrechó la mano. Según sus propias palabras, no podía creer que yo hubiera escrito una novela sobre uno de los proyectos de Izquierda más ambiciosos del siglo XX: el proyecto llamado Viena Roja, instaurado por la Socialdemocracia tras la abolición del Imperio, y cuyo lema fue del propio Karl Kraus (“Saber es poder”). Esta vez me invadió una alegría enorme. Parece ser que Taibo fue el primer lector en entender de qué iba todo el juego en dicha novela. Al menos me quedo con el gusto de haber tenido un solo buen lector en ese aspecto. Eso a ningún escritor pueden quitárselo.