: algo sin nombre está por llegar*
Vallarta, por el Pelois
Pero de pronto, cuando bajábamos hacia la playa a toda prisa y por última vez antes de que nos atrapara la tormenta, resbalando sobre el empedrado húmedo de los callejones, casi nos vamos de bruces cuando Ximena se frenó de un golpe delante de mí, me tomó tan fuerte de la mano que creí que terminaría por fracturarla, esperó a que el suelo dejara de temblar, a que el sonido ensordecedor de los relámpagos se disipara de nuevo entre la noche y, con una voz nerviosa y forastera, creo que me dijo: “¿Y si esto fuera de veras el fin del mundo?” Retomé el paso y, sin verla siquiera a los ojos, le dije que no, que eso había sido hacía un buen rato, por la madrugada, mientras nos repartíamos las últimas líneas de coca rebajada y el poco dinero que habíamos traído en los bolsillos sucios y hacíamos las maletas para volver a casa. Que esto, que este cielo que estaba por caerse a pedazos sobre nuestras cabezas, no era nada en comparación a lo que vendría. Y así fue.
*Fragmento de cuento surgido en un palomazo
con una foto tomada por el Pelois.