: ingobernabilidad



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Vicente Fox, 1988

Parecería que la estrategia que el Gobierno Federal ha seguido a lo largo del sexenio, y muy en especial en últimas fechas, es la siguiente: dejar que los brotes de potenciales focos rojos en toda la República maduren, avancen, se radicalicen y comiencen finalmente a pudrirse para dejarlos abandonados allí mismo donde surgieron, sin tocarlos siquiera, hasta quedar olvidados en un rincón del tiempo y de la opinión pública. Lo cierto es que a estas alturas ese tufo ni se puede ocultar por más tiempo debajo de la alfombra, ni puede ser ya soportado. El hilo se revienta siempre por la parte más delgada. Vamos, ni siquiera un pronunciamiento por parte del Centro con respecto a Oaxaca (que está abandonada, horriblemente a la deriva, a su propia suerte), mucho menos con respecto a Tabasco, Guerrero y Michoacán, por mencionar sólo los más significativos de los últimos días. ¿Qué país, qué realidad tiene en la cabeza el Gobierno Federal? Allá afuera el país se cae a pedazos y nadie, ni el Sr. Vicente Fox, ni Carlos María Abascal, ni el Vocero Presidencial se pronuncian, ni asumen postura alguna o siquiera dan acuse de recibo de esos focos rojos, para no cargar con costos políticos. Fox no tardaba un segundo en dar declaraciones cuando se trataba de apoyar al candidato de su partido o de descalificar al candidato de la oposición. En cambio, cuando es precisa una figura firme que tome el timón del país con decisión y puntualidad, él mismo brilla por su ausencia. Con Fray Carlos Abascal, por su parte, sucede algo que bien señaló Víctor Trujillo con sorna este día: “Se hace que la Virgen le habla y ha logrado --como quería-- que todo México tenga el Jesús en la boca”. Y encima la incertidumbre, el baby blues post electoral del J-2 que nos estamos cargando tod@s, cortesía de la tibieza del Consejo del IFE y de la carrera rapaz de los dos principales actores políticos del momento por el poder desnudo (dicho sea de paso: ni Calderón ni López Obrador, jamás, se pronunciaron ni se han pronunciado sobre los mismos focos rojos que ya he mencionado, tal como el Sr. Fox, todos de la misma calaña, igualmente pusilánimes, adictos al poder). Si algo ha marcado a este sexenio ha sido su torpeza, su indecisión, su ignorancia, su falta de voluntad, su incapacidad para lograr acuerdos y consensos, su poca sensibilidad ante la realidad del abanico tan diverso que supone este país y, sobre todo, su nula habilidad política. Todo se puede resumir en una sola palabra: INGOBERNABILIDAD.