: wiki, wiki!
Hace unos años, cierto escritor de la generación anterior a la mía me felicitó efusivamente por la gran cantidad de información y de referencias librescas que yo había utilizado para las ficciones de mi primer libro de cuentos. Mi ego es grande, así es que dejé que alabara un buen rato mi supuesta erudición sobre la historia universal, la literatura clásica, el ajedrez y la teoría musical. Cuando al fin lo tuve donde lo quería, le solté la siguiente frase: “Bah, no es para tanto, todo lo saqué de internet”. Y es que en mi casa ni siquiera tengo enciclopedia y en ese tiempo mucho menos tenía dinero para comprar libros; de las bibliotecas de mi ciudad ni hablar, ésas son un caso perdido. Cuando le hablé de mis fuentes, el escritor me miró con indignación, frunció el ceño, balbuceó algo sobre “la mierda que es el Internet”, se dio la media vuelta y, quizá sintiéndose víctima de una estafa, me dejó hablando solo. Como si la tinta y el papel otorgaran de manera implícita una legitimidad real a la que la triple w jamás pudiera aspirar por ser espuria, o más aún, como si yo fuera un proletario o un advenedizo de la información adquirida a través de medios ilícitos. Pero qué equivocado estaba nuestro amigo. Ahora les diré por qué.
Hace tiempo el escritor Jorge Harmodio Juárez dijo que la nuestra, la de los nacidos a partir de 1970, puede ser considerada como una “wiki-generación”. Un dato curioso es que tanto él en París, como yo en Zacatecas, siendo ambos escritores wannabe y habiéndonos visto una sola vez en nuestras vidas, en estos momentos nos encontramos casualmente trabajando en una novela en forma de blog, empleando recursos como la metalepsis y el hipertexto, exactamente como debe estarlo haciendo otro millar de escritores wannabe en todo el mundo. La Wikipedia, nuestra fuente de información primaria, trabaja de un modo similar.
El término “wiki-wiki” significa “rápido” o “veloz” en Hawaiano (pues fue usado por primera vez en 1994 para el sistema informático del Aeropuerto Internacional de Honolulu) y es usado para referirse al software o a los websites que permiten a los usuarios agregar, remover o modificar el contenido de su información en tiempo real, de manera fácil y anónima: una colectividad que converge para acumular un acervo de información activa y verificable. De esta suerte, la Wikipedia, a diferencia de los enciclopedistas y su opera magna, la Enciclopedia, tiene un autor cuyo nombre es legión: quienquiera que cuente con una conexión a Internet, puede editar cualquiera de sus 4,600,000 entradas, siempre y cuando la información que aporta sea confiable. ¿Cómo saberlo? Eso es lo que el amigo escritor de mi anécdota y muchos otros viejos más acostumbrados a la polilla y a la humedad de las bibliotecas han recelado hasta hoy.
En el 2004, en una entrevista para The Guardian, el prestigioso bibliotecario Philip Bradley declaró que ningún bibliotecario que se jacte de serlo usaría jamás tal cosa como la Wikipedia. Según él, el principal problema es la “falta de autoridad” de la fuente, ya que, dijo, “con las publicaciones impresas los editores deben verificar que la información sea veraz, pues se juegan en ello su trayectoria”. En la misma entrevista, el director ejecutivo de la Enciclopedia Britannica, Ted Pappas, reprobó categórico la efectividad de la Wikipedia. Incluso Robert McHenry, otro de los editores de la Britannica, publicó en el 2004 un artículo llamado “La enciclopedia basada en la fe”, donde despotricaba sobre la Wikipedia, comparándola con una habitación de uso público llena de suciedad en la que al entrar uno no sabía ni quién ni cómo había usado los muebles antes que nosotros. Y en el mismo tenor, los círculos académicos en su gran mayoría han rechazado la tecnología wiki como base para una autoridad y una referencia confiable, además de que se han cansado de vilipendiarla, tal como nuestro amigo escritor hizo en el instante en que supo de dónde provenía toda la información de mi primer libro de cuentos.
¿Tendrán la razón ellos, nuestros mayores, esos viejos que, de proponérselo, no lograrían encender siquiera una computadora, ni mucho menos dar de alta su profile en MySpace, subir un fotolog, ripear un CD o bajar un triste MP3? ¿Estará nuestra generación cometiendo un crimen artero contra los espíritus de Rousseau, Voltaire, Diderot y Montesquieu, que deberán estarse retorciendo en sus tumbas cada vez que damos doble clic al mouse para nutrir, publicar y discutir nuestras novelas, nuestros cuentos, nuestros ensayos, nuestros artículos y nuestros blogs en el abrevadero del Internet? Veamos.
Luego de varios escándalos en la prensa por la intrusión de datos falsos insertados con mala leche en la Wikipedia por el editor de USA Today, en diciembre del año pasado la prestigiosa revista de ciencia Nature, decidió emprender un estudio comparativo entre la confiabilidad esta enciclopedia abierta y colectiva contra la cerrada y vertical Enciclopedia Britannica, en un mano a mano para despejar de una vez todos los mitos.
A los verificadores en este experimento se les pidió que compararan la cantidad de errores en sendas fuentes con entradas hechas al azar. Del total de artículos revisados, se encontraron solamente ocho errores graves, cuatro en cada una. Hasta allí un empate técnico en cuanto a su fiabilidad. Las demás imprecisiones halladas fueron erratas, errores de omisión o de conceptos en su mayoría: 162 en la Wikipedia y 123 en la Britannica. Al final del día, el promedio de imprecisiones por artículo fue de 2.92 para la Britannica y de 3.86 para la Wikipedia. Lo que vuelve a esta última considerablemente cercana a la confiabilidad de información de aquel prestigioso tumba-burros que guardan nuestros padres o abuelos empolvado en sus estantes desde hace décadas. La diferencia es la pasmosa velocidad con que la otra, la nueva, la wiki, ha venido creciendo y depurándose en cuanto a sus entradas y lo acertado de las mismas. Tan rápido, que no está lejano el día en que supere a cualquier otra y se vuelva una referencia obligada.