: viena roja 2
(o sobre lo chafa de no tener
charolazo ni palanca cultural)



No sé si estoy a) indignado, o b) resentido, o c) desconcertado, o d) todas las anteriores. Ya me lo dirán ustedes cuando les cuente. Miren, sinceramente desconozco cómo funcionan los criterios de selección del Programa Intercambio de Residencias Artísticas del FONCA. Esos procesos de subvención del Estado y sus criterios nunca han dejado de parecerme confusos. Sólo una vez antes he elaborado un proyecto para un apoyo estatal de ésos, para Jóvenes Creadores (2003). Este año decidí que no sería tan mala idea participar con el proyecto de novela en el que vengo trabajando desde el 2000. Hace mucho tiempo tenía en mente pedir una residencia artística para Austria, pues algo de esta novela tiene (de nuevo) qué ver con dicho país, amén de que gran parte de mis artículos y ensayos publicados en revistas de circulación nacional (Letras Libres, La Tempestad, etc. etc.) han estado orientados, como todos ustedes saben, hacia la cultura austriaca, al período intelectual de entre guerras de la naciente República Austriaca y muy específicamente a la auto-denominada Segunda Escuela de Viena. No creo que me haya tomado nunca tan en serio algo como desde que compré el primer libro de correspondencia entre Arnold Schönberg y Alban Berg y me di incluso a la tarea de aprender armonía, estudiar el sistema dodecafónico, el sistema serial y la música de estos señores. De hecho mi primera novela (Viena Roja, Planeta, 2005) es en buena medida el resultado de esos esfuerzos de años. En fin.

En resumen, elaboré durante los últimos meses un proyecto de novela para asegurar un intercambio de residencias artísticas de 3 meses en el país que ha motivado buena parte de mis intereses musicales y literarios (y que Julián Herbert llamaría con buen humor “nazismo mágico”): Austria. Pero bueno, hoy me enteré del resultado del único juez omnipotente que otorga las "Residencias Artísticas del FONCA". En efecto, todo mi trabajo no sirvió de nada. Se cayó al suelo mi proyecto profesional y además estoy oficialmente sin un centavo en la bolsa (y encima sin Seguro Social, para no variar, ¡ja!). De verdad. No exagero. Ya está. Algo se rompió. Ya sé que lo que hice es lo más imbécil del mundo y que algun@s me dirán: “te lo dije, te lo dije, te lo dije”, pero honestamente tenía demasiadas esperanzas vertidas en poder seguir haciendo literatura a este ritmo tan bueno con que lo había venido haciendo hasta este día, y muy específicamente en ese viaje de trabajo frustrado a Austria (lo de lavar platos en Brooklyn era un despiste).

Quizá sólo sucede que soy un esquizoide-conspiracionista y que lo que en realidad pasa es que mi literatura no está todavía al nivel de cierta élite que vive, bebe y esnifa a costillas del Estado Benefactor y en general de las Becas con tanta frecuencia, pero al que de ninguna manera aspiro llegar (digo, pagar la renta, ir a Encuentros Nacionales de Escritores de CONACULTA, conocer Norte América, América Latina y Europa auspiciado por el erario público mexicano en un lapso de cinco años --exactamente como ha hecho el escritor que ganó la Residencia a Austria esta vez y para Colombia y para Canadá en los años anteriores-- sería fascinante, eso sí lo reconozco y me muero, me muero de envidia como un chacal por esas personas, yo que jamás he hecho ni la mitad de esas cosas). Quizá sea sólo que soy un resentido. Sí, eso es, evidentemente: traigo "Violencia Simbólica por Capital Cultural" tatuado en la frente. Ya se me pasará... Por lo pronto hay que buscar algo de trabajo con urgencia para comer mañana, pagar el gas, llenar la lata del café y dejar de una buena vez por todas las chaquetas mentales, como este blog.

Si quiero vivir en Austria o en Sri Lanka o en Bombay o en Macondo o en Yoknapatawpha County, trabajo un año, ahorro, me compro un boleto de avión y listo, me dejo de mamadas. Sin depender de nadie, sin deberle absolutamente nada a nadie. Comprar un boleto de avión es lo más fácil del mundo, ¿no? La literatura está en otra parte y se abre paso por su propia cuenta. O quizá no. ¡Bah! No lo sé. Ya no sé. ¡Adiós!