: mcondo revisitado
Este post no lo tenía planeado hasta hace cinco minutos, pero me interesaría platicarlo con ustedes en los comments. Revisando la entrada en la Wikipedia sobre la antología de McOndo (Mondadori, 1996) pasé a otros links y me llevé algunas sorpresas. Por ejemplo, el dato que la Wiki le concede a Giannina Braschi (San Juan, Puerto Rico, 1958), una de las escasísimas mujeres de la antología (no quiero decir “antología sexista”, pero sí) de McOndo. Braschi ha sido promovida por el mercado editorial como la primera persona en escribir una novela en spanglish, Yo-yo boing (1998). ¡Cosa más falsa! Para no ir tan lejos, me viene a la mente Elsinore (1988) de Salvador Elizondo, escrita en perfecto spanglish, ¡diez años antes! Did somebody say L. H. Crosthwaite over there?
No pretendo caer en un debate estéril sobre si fue primero el huevo o la gallina. Lo que quiero dejar de relieve es esa misma falta de memoria, estrechez de miras, desconocimiento o exclusión voluntaria de la otra Latinoamérica (en la que vive la gente pedestre y de clase media y baja, como uno) y cierta arrogancia por la que en su tiempo los McOndistas fueron vituperados, justa o injustamente (pocos hablaron de parámetros estrictamente literarios). No se les puede culpar: en México, por ejemplo, hay un nivel de miopía e incomunicación espantoso y a todos los niveles con el resto de América Latina. Y no discuto en absoluto su calidad literaria. Prefiero leerlos como voces individuales, como narradores (y narradoras, muy pocas, por exclusión deliberada según se jacta el prólogo de la antología) con proyectos estéticos particulares, antes que como una masa informe cuyo único motor visible (y francamente ocioso en dado caso) sería el abjurar contra los axiomas del Boom y sus resabios. Al final del día ni siquiera es contra esa visión mágico-realista y exotista que distinguió a un pequeño montón de autores latinoamericanos en su tiempo (ni siquiera a una generación, pues los promotores del realismo mágico son contados) lo que rechaza sistemáticamente el grupo de McOndo. Me parece que contra lo que en verdad abjuraron fue contra el hecho de que el subdesarrollo y la miseria de nuestros países devinieran (vía los imitadores postreros del Boom, ni siquiera ellos mismos) una denominación de origen comercializada para los mercados europeos, norteamericanos y de todo el mundo con jugosos dividendos. Reinaldo Arenas en su tiempo se quejó amargamente de ello. Y Diana Palaverish ya dio las claves sobre las que se asienta la apostasía de McOndo.
Latinoamérica --diría los de McOndo--, no es sólo eso, no sólo es subdesarrollo, miseria y exotismo; hay una clase informada, cosmopolita, refinada, viajera, ¡joven!, con acceso a herramientas y medios de primer mundo, ¡y joven otra vez!, a la que ellos parecen pertenecer. Ok. Eso ni se cuestiona. Pero cuidado. Latinoamérica tampoco (en su inmensa y apabullante mayoría) es la que Jaime Bayly y otros nos quieren vender revestida celofán lustroso, de anatemas, de parricidios y de una falsa rebeldía que sólo termina dándole juego al mismo sistema del que reniegan y que ya en su tiempo explotaron hasta el hartazgo la literatura del Balneario o la literatura de la Onda en nuestros países (quizá los elementos queer y gay sean los aportes más visibles a los tópicos visitados por aquellos, con similar éxito comercial, guardando las proporciones). Los McOndistas se declararon “apolíticos” (sic). No lo dicen expresamente, pero la de ellos, los McOndistas (niños bien, de clase media-alta o alta, criollos, que tuvieron el privilegio de ser criados o educados en otros países y en múltiples idiomas), es una América Latina lavada y restañada por las virtudes lenitivas del neoliberalismo, de edificios inteligentes, de la Condesa, de Miraflores, de Recoleta, donde lo trendy y lo fashion es un valor intasable y un signo infalible de nuestros tiempos de que la liberación de los mercados no nos quito lo miserables pero sí nos hizo ver un poco más limpios, más fashion y bonitos. Kiss me, I’m almost famous! Una Lima, un Santiago, un Buenos Aires, etc. donde la gente checa su e-mail en su Power Book, escucha brit-pop en sus i-pods, mientras inhala coca en un loft hi-tech antes de un desfile de modas o de un intenso cóctel con gente nice y top models. Indistintamente (y casi siempre conjugado con lo anterior, que lo potencializa por efecto de contraste o complemento) un DF, una Habana, una Paz, una Bogotá, etc. donde la sordidez, la mugre, el narco, la violencia y la misoginia vindicativa de la masculinidad son las marcas y productos de la casa exportables para todo el mundo, donde las mujeres adquieren solamente valor intrínseco al momento de ser cosificadas de las maneras más acartonadas en el imaginario colectivo del machismo latinoamericano.
No pretendo caer en un debate estéril sobre si fue primero el huevo o la gallina. Lo que quiero dejar de relieve es esa misma falta de memoria, estrechez de miras, desconocimiento o exclusión voluntaria de la otra Latinoamérica (en la que vive la gente pedestre y de clase media y baja, como uno) y cierta arrogancia por la que en su tiempo los McOndistas fueron vituperados, justa o injustamente (pocos hablaron de parámetros estrictamente literarios). No se les puede culpar: en México, por ejemplo, hay un nivel de miopía e incomunicación espantoso y a todos los niveles con el resto de América Latina. Y no discuto en absoluto su calidad literaria. Prefiero leerlos como voces individuales, como narradores (y narradoras, muy pocas, por exclusión deliberada según se jacta el prólogo de la antología) con proyectos estéticos particulares, antes que como una masa informe cuyo único motor visible (y francamente ocioso en dado caso) sería el abjurar contra los axiomas del Boom y sus resabios. Al final del día ni siquiera es contra esa visión mágico-realista y exotista que distinguió a un pequeño montón de autores latinoamericanos en su tiempo (ni siquiera a una generación, pues los promotores del realismo mágico son contados) lo que rechaza sistemáticamente el grupo de McOndo. Me parece que contra lo que en verdad abjuraron fue contra el hecho de que el subdesarrollo y la miseria de nuestros países devinieran (vía los imitadores postreros del Boom, ni siquiera ellos mismos) una denominación de origen comercializada para los mercados europeos, norteamericanos y de todo el mundo con jugosos dividendos. Reinaldo Arenas en su tiempo se quejó amargamente de ello. Y Diana Palaverish ya dio las claves sobre las que se asienta la apostasía de McOndo.
Latinoamérica --diría los de McOndo--, no es sólo eso, no sólo es subdesarrollo, miseria y exotismo; hay una clase informada, cosmopolita, refinada, viajera, ¡joven!, con acceso a herramientas y medios de primer mundo, ¡y joven otra vez!, a la que ellos parecen pertenecer. Ok. Eso ni se cuestiona. Pero cuidado. Latinoamérica tampoco (en su inmensa y apabullante mayoría) es la que Jaime Bayly y otros nos quieren vender revestida celofán lustroso, de anatemas, de parricidios y de una falsa rebeldía que sólo termina dándole juego al mismo sistema del que reniegan y que ya en su tiempo explotaron hasta el hartazgo la literatura del Balneario o la literatura de la Onda en nuestros países (quizá los elementos queer y gay sean los aportes más visibles a los tópicos visitados por aquellos, con similar éxito comercial, guardando las proporciones). Los McOndistas se declararon “apolíticos” (sic). No lo dicen expresamente, pero la de ellos, los McOndistas (niños bien, de clase media-alta o alta, criollos, que tuvieron el privilegio de ser criados o educados en otros países y en múltiples idiomas), es una América Latina lavada y restañada por las virtudes lenitivas del neoliberalismo, de edificios inteligentes, de la Condesa, de Miraflores, de Recoleta, donde lo trendy y lo fashion es un valor intasable y un signo infalible de nuestros tiempos de que la liberación de los mercados no nos quito lo miserables pero sí nos hizo ver un poco más limpios, más fashion y bonitos. Kiss me, I’m almost famous! Una Lima, un Santiago, un Buenos Aires, etc. donde la gente checa su e-mail en su Power Book, escucha brit-pop en sus i-pods, mientras inhala coca en un loft hi-tech antes de un desfile de modas o de un intenso cóctel con gente nice y top models. Indistintamente (y casi siempre conjugado con lo anterior, que lo potencializa por efecto de contraste o complemento) un DF, una Habana, una Paz, una Bogotá, etc. donde la sordidez, la mugre, el narco, la violencia y la misoginia vindicativa de la masculinidad son las marcas y productos de la casa exportables para todo el mundo, donde las mujeres adquieren solamente valor intrínseco al momento de ser cosificadas de las maneras más acartonadas en el imaginario colectivo del machismo latinoamericano.
En fin. De McOndo (como quien se apropia de los gustos y las bandas favoritas de su hermano mayor) yo me quedo nada más con un puñado de voces fortísimas, pujantes y personales como las del propio Alberto Fuguet, Rodrigo Fresán o Mario Mendoza, por nombrar algunos. Tampoco se trata de hacer listas. Me quedo también con las lecturas que ellos se han formado, siempre pro-gringas. Styron, Cheever, Carver, Pynchon, Banks, Roth, De Lillo, Easton Ellis, Ballard, Eugenides, etc. Se los agradezco de corazón. Les regreso en cambio el celofán reluciente y la noción de una Latinoamérica purificada y desinfectada por el neoliberalismo y el intervensionismo gringo, o estereotipada por la violencia misógina y efectista y el narco. Eso sí que no me lo trago. Aunque ciertamente en la América en que yo vivo tampoco se ven mujeres que vuelen por ahí convertidas en mariposas.