: enhorabuena para un buen carnal
Antonio Ortuño en Oaxaca, 2007.
Esto escribió Álvaro Enrigue hace un rato. Un gran abrazo para nuestro bróder Toño Ortuño. Más que merecido. ¡Enhorabuena!
Hoy se falló en Barcelona el Premio Herralde de Novela 2007, que ganó el solvente escritor argentino Martín Kohan, con la novela Ciencias Morales.
Más interesante es que el mexicano Antonio Ortuño (Guadalajara, 1976), quedó como finalista del que tal vez sea el único premio español que conserva intacto el frágil lustre de lo literario.
La novela de Ortuño aparecerá en estos días bajo el sello de Anagrama con el título de Recursos humanos, menos potente –la verdad– que el original Volveré y conmigo el fuego, e idéntico al de la novela del colombiano Antonio García Ángel, que saltó a la fama por haberla escrito bajo la tutoría de Vargas Llosa con el auspicio de la Fundación Rolex.
La novela de Ortuño es, como era su estupenda El buscador de cabezas (Joaquín Mortiz 2005), un corrosivo registro del momento en que los diques de la civilidad se revientan para dejar el deseo en el hueso, la bitácora del punto en que se rompe lo que quiera que sea que nos contiene de apalear –a menudo con justicia– al de junto.
Recursos humanos cuenta la subida de un solo hombre –un miliciano de sí mismo– por el escalafón de una empresa editorial. Están las lamentables intrigas y alianzas de siempre, la grilla que todos hemos padecido e infligido, pero también ese recurso que llamó de inmediato la atención sobre Ortuño: la poética de la exageración. ¿Cuál es la diferencia entre ponerle una zancadilla al jefe directo para quedarse con su silla y reventarle la oficina con una bomba casera? Según el autor, la cuestión es sólo de grado. Este relatar la subida de un solitario convencido de su propio programa le permitió a Ortuño apuntalar mejor su escritura en un tono reflexivo y brutal –la gramática de lo ominoso–, muy eficaz durante la lectura e inquietante durante la maduración de lo leído.
Bien por Ortuño, que tendrá acceso a más lectores y bien por Anagrama, que fichó a un bravo.
- Álvaro Enrigue