: carta abierta





Mi querida amiga Laia está haciendo circular una carta abierta con respecto a la terrible situación que están viviendo en Francia sus amigos Yildune (25 años) y Julien Coupat (34 años), junto a otros ocho jóvenes que conformaban un colectivo autosuficiente ubicado en Tarnac, Francia. Los diez han sido acusados de terrorismo y de haber saboteado el sistema nacional de trenes en un ataque simultáneo que paralizó el transporte ferroviario por unos momentos en el país. Los padres de los diez acusados redactaron, durante la primera junta del Colectivo de apoyo de Tarnac, esta carta abierta en su versión en español que me envía Laia y que me permito circular para que ustedes se informen sobre el asunto, hagan ruido y que el caso no se quede impune. Gracias.



Carta abierta de los padres de los nueve acusados del 11 de noviembre.
Domingo, 23 Noviembre 2008
Tarnac, Francia

Mientras la cacofonía se sintoniza para arrastrar hacia la niebla a un puñado de jóvenes encerrados, se vuelve sumamente difícil encontrar el tono preciso para detener el escándalo, para abrirle espacio a la verdad.

Algunos medios se han dado a la veloz labor de acreditar la tesis sostenida por la ministra del interior en su conferencia de prensa, mientras que las pesquisas estaban apenas siendo realizadas: las personas detenidas fueron enseguida condenadas.

Nadie podría haberse perdido del episodio de “reality policíaco” del que fuimos todos testigos la semana pasada. La angustia, el miedo, el llanto nos han sumergido y continúan haciéndolo. Pero lo que más nos ha dolido, lo que más nos ha borrado, es la marea de mentiras. Hoy son nuestros hijos, mañana podrían ser los suyos. Estamos aún estupefactos, pero ya no paralizados. Las pocas evidencias que siguen intentan restablecer la verdad y acallar la venganza pública.

Los interpelados han evidentemente beneficiado de un trato exclusivo: el haber estado encerrados durante 96 horas debería hacer de ellos personas fuera de las normas. La policía sospecha de ellos por estar demasiado organizados, por querer subvenir localmente a sus necesidades elementales, por haber salvado una abarrotería en un pueblo, por haber cultivado tierras abandonadas, por haber organizado el abastecimiento alimentario de las personas de la tercera edad de los alrededores. Nuestros hijos han sido calificados de radicales. Radical, en el diccionario, significa tomar el problema de raíz. En Tarnac, nuestros hijos plantaban zanahorias sin jefe ni líder. Piensan que la vida, la inteligencia y las decisiones son más felices cuando son colectivas.

Nos sentimos obligados a decirle a Michelle Alliot Marie que si la simple lectura del libro “La insurrección que viene”, del Comité Invisible, hace de una persona un terrorista, entonces, a fuerza de hablar de ello, corre el riesgo de tener pronto que enumerar a miles de personas en el territorio, como terroristas. Este libro, para quien se tome el tiempo de leerlo, no es un “breviario terrorista”, sino un ensayo político que intenta abrir nuevas perspectivas.

Hoy, los financieros responsables de la mayor crisis económica mundial de los últimos 80 años, gozan de libertad de movimiento, sin impedir la caída en la miseria de millones de personas, mientras que nuestros hijos, únicamente bajo sospecha de haber desconectado algunos trenes, están encerrados, y bajo riesgo de pasar hasta 20 años en prisión.

La operación policíaca más impresionante no hubiera sido la de atracar, con pasamontañas, a un bebé de nueve meses mientras dormía, sino la de lograr hacer creer que la voluntad de cambiar un mundo tan perfecto no podría emanar más que de la cabeza de algunos enfermos mentales, asesinos en potencia.

Cuando las puertas se azotan, tenemos miedo que más pasamontañas surjan de ellas. Cuando las puertas se abren, soñamos con ver a nuestros hijos volver. ¿Qué se ha hecho del Principio de presunción de inocencia?

Exigimos que sean liberados durante el tiempo de la investigación, y evidentemente que se abandone toda calificación de terrorismo.

PS: Agradecemos a los habitantes de Tarnac, que prefieren creer lo que viven, en vez de lo que ven en la televisión.