: la diferencia entre usa y uk





Russell Brand me cae bien. No había visto esto. En la entrega de los pasados premios MTV, volvió a causar polémica. Brand, durante su interludio de comedia, explicó al final las diferencias entre los ingleses y los gringos. ¿Cuál es la mayor diferencia de todas, según él? Que mientras en EEUU la gente se muere en las calles (tal vez recordando las escenas de los homeless aventados a la calle por los hospitales en Sicko de Michael Moore, por ejemplo), en Inglaterra toda la gente tiene seguro social universal gratuito. Las declaraciones de Brand tienen lugar mientras Obama vive una oleada de ataques virulentos de fanáticos republicanos y conservadores por el encendido debate sobre el seguro universal de salud. "Comunista", "socialista", son los peores calificativos que, a manera de vilipendios, alcanza a esputarle una porción de una sociedad de por sí conservadora, al tiempo que su popularidad desciende 10% en las encuestas. Hace unos días Jon Stewart (con el humor ácido de siempre que Brozo se piratea) puso en evidencia el nivel de fervor y de encono con que una gran porción de la población blanca conservadora de EEUU ha tomado la iniciativa de Obama en escenas donde la gente pone de manifiesto su descontento (y su ignorancia). El arrebato ya famoso de Joe Wilson fue una reducción de todos esos fervores y pasiones reaccionarios que, por no hablar de los jugosos intereses de las grandes aseguradoras que están de por medio, se están conjurando en aquel país. Ni James Carter con sus declaraciones ni Russell Brand con las suyas andan tan errados.




En nuestro país, en cambio, el servicio de seguro social es estupendo, inmejorable. Un día me mordió un perro en la calle. Fui a la clínica del IMSS. El médico que me atendió después de esperar durante horas con la pernera del pantalón rota y llena de sangre, ni siquiera me vio la herida. Así de bueno era este doctor. A cinco metros de distancia de mí, sin alzar apenas la vista para auscultarme la corva inflamada y sangrante, palomeando un formulario, dio su diagnóstico: "Si no sabe quién es el dueño del perro, vaya a donde lo mordió, pregunte, y cuando sepa, entonces viene". Dicho esto con enfado y en tono admonitorio por no haber seguido yo el protocolo arcano para el caso en que a uno lo ataque de pronto un perro callejero enloquecido al salir de la casa. Nunca más volví a ver al perro, que era del tamaño de un pastor alemán, corriente como la chingada, y que, definitivamente, no daba trazas de tener dueño (Zacatecas es de los principales estados en México en población de perros callejeros y, a estas alturas, en casos de rabia). Tampoco volví a ver al doctor del formulario. Ya en mi casa, resignado y sin poder caminar, me lavé la dentellada con agua y jabón. Las marcas de los colmillos de la bestia esa nunca se me quitaron. Aquí los tengo, a veces se vuelven a hinchar como ronchas y me escocen. Desde entonces, y sólo a veces, echo espuma por la boca. ¡Qué alivio tener cobertura universal de salud! Nada qué ver con el sistema de salud número 37 del mundo, EEUU. ¡Tengan eso, fókin gringos!