: cómo cogerse a un escritor mexicano joven





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Cógete a un escritor joven mexicano. Puedes encontrarlo en cualquier cantina de la Roma, del Centro o la Condesa. Elígelo entre los que rondan los treinta años. Lo menores de eso son tan pobres que no te podrán invitar ni un trago. Pero evita a los mayores de cuarenta. A esos ya no se les para tan seguido. Demasiado alcohol. Demasiada cocaína. Dicen que alguna vez estuvo de moda entre ellos. Evita el melodrama de los que están casados. Que tu escritor no sea ni muy sucio ni muy limpio. Fíjate que se haya esmerado lo suficiente en ese look despeinado o en los indicados lentes de pasta. Si es pobre, que no pretenda ser chico condechi, haber estudiado en el Colegio Alemán y en la Ibero y hablar tres idiomas. Si es rico, por favor que no vista de huipil y suela de llanta, ni diga pertenecer a la APPO y que los fines de semana trabaja en una editorial de Oaxaca. Los clasemedieros son los que mejor cogen, pero tienen la pésima costumbre de no usar condón y dejar mojada la tapa del baño. Sea cual sea tu elección, no te quedes mucho cerca con los que para describir a otro escritor usan la palabras fresa o naco. Lo más seguro es que sea un escritor fresa pretendiendo ser un naco. Que no sea ni muy festivo ni muy azotado. Que no haya sido Joven Creador del FONCA, becario de la Fundación para las Letras Mexicanas o del Centro Mexicano de Escritores. Eso, en al menos dos sentidos, lo habrá castrado. Evita a los que son hijos de políticos o diplomáticos. Nadie quiere amanecer muerto o encajuelado. Procura que sea de temperamento melancólico pero que sepa atizar las ascuas del sarcasmo. Que le de un aire a Salvador Elizondo o a Juan García Ponce cuando eran jóvenes. Pero jamás a Octavio Paz ni a Carlos Fuentes. En esos casos huye como si el diablo te persiguiera. Si es feo como Monsiváis o Ibargüengoitia, acéptalo sólo si te hace reír de vez en cuando. Pero, eso sí, que invariablemente nunca le falten chismes de sus coetáneos. Sobre todo los sexuales. Considérate entonces de suerte si tu escritor es guapo. La mayoría escribe porque son feos como el escroto de un perro. Sobre todo los críticos literarios. A esos les gusta quedarse en casa a masturbarse con dildos réplica del pene de Walter Benjamin. De los poetas ni hablamos. Desconfía de tu escritor, sin embargo, cuando al tercer o cuarto trago le aflore la falsa modestia. Dirá que aún no ha publicado porque todavía no es el tiempo. Que incluso no le importaría morir inédito. Que no le interesan las modas literarias. Que devora a los clásicos. Que todo lo que se publica en México actualmente es una mierda. Citará mucho a Barthes y hablará de crear un lenguaje dentro del propio lenguaje. Que lleva cinco años escribiendo una novela de cincuenta cuartillas que no cuenta nada. Te hablará de Sebald y Levrero, la memoria y el discurso vacío. Que su novela inédita no es novela pero que aniquilará a la novela como género. Desdeñará por sistema a los escritores del norte aunque sea incapaz de señalar Tijuana o Monterrey en un mapa. Desdeñará a los escritores del sur, aunque lo más al sur que conozca sea Puebla o Xochimilco. Desdeñará a los escritores de la mesa de al lado. Y a los de la barra. Y a los que acaban de ir al baño. Se cagará en los que hayan ganado becas y premios literarios o publicado en el extranjero. Así que, por favor, cuando llegue ese momento de la noche, nunca, por ninguna razón, pierdas de vista que a fin de cuentas sólo lo quieres para cogértelo. Tampoco es para tanto. Pon la mente en blanco. Cuenta en reversa desde mil. Tararea en tu mente una canción que oíste en la radio. Pasado ese desagradable momento en que tu escritor hablará de literatura pero, sobre todo, de sí mismo, felicidades, estarás del otro lado. Recuerda todo el tiempo que aunque él insista en invitarte, no trae ni un clavo en los bolsillos. Paga sólo tus tragos. No eres beneficencia pública. De mantener a los escritores ya se encarga CONACULTA y el Estado. Cuando al final quiera llevarte a su departamento es fundamental que no pierdas de vista sus zapatos. Si son Ferragamo, trabaja o escribe en Letras Libres. Te cogerá en posición de misionero y en cinco minutos tendrás que fingir un orgasmo. Si son Flexi, es probable que sólo sea periodista y publique en Replicante o la Jornada. Te cogerá toda la noche pero querrá a quedarse a vivir en tu casa al siguiente día sin pagar un peso de renta. Si son unos Converse estratégicamente desgastados será un hispter que trabaja para una revista de arte contemporáneo que paradójicamente tiene en sus páginas más publicidad que arte. Se considerará demasiado cool para tener sexo contigo. Si son Nike o Adidas olvídalo. Tu escritor es virgen. Sólo lee comics, vive con su madre y no tiene trabajo. En fin. Estás a tiempo de dejar esas fantasías de cogerse a un escritor e ir pensando en los pintores. O en los políticos. O ingenieros en sistemas. O arquitectos