: cómo
escribir una novela
¿Cómo escribir una novela? ¿En serio? Si están leyendo esto es porque
de plano están muy desesperados. Pues lo siento. Miren, no voy a engañarlos.
Pero, por favor, que tampoco los engañen en las facultades de letras, en los
talleres literarios, en las becas para Jóvenes Creadores, en las caras escuelas
de escritura creativa o en los todavía más caros MFAs de las universidades de
los Estados Unidos. Basura. Todo eso es pura basura. Si de veras quieren ser
escritores y lo desean con toda su alma, mejor inviertan su dinero y su tiempo
en algo más beneficioso. (Pagar el gas o la luz son siempre un mejor comienzo
para una carrera literaria prometedora, por ejemplo.) Y es que les tengo
noticias: ningún ser humano puede transmitirle a otro ser humano, por ninguna
vía, ni de forma individual ni colectiva, la información necesaria y
sistematizada para escribir una buena novela. Punto.
Gracias.
Los que quieran pueden irse.
Hay un fenómeno recurrente que suele verse entre
la gente que quiere dedicarse a la literatura de manera más o menos formal o,
al menos, de modo constante. Suele verse también entre el mundito de los
talleres literarios, entre los parroquianos de las presentaciones de libros, o
entre los escritores y editores profesionales. ¿A qué fenómeno me refiero?
Fíjense bien y lo descubrirán enseguida. Todos ellos, sin variedad, hablan de
todo –autores, libros, críticas, reseñas, dinero, chismes, premios, becas–, de
todo menos de una cosa sustancial: de la escritura. Una solicitud recurrente
que, en cambio, hace la gente que quiere dedicarse a la literatura es que les
hagan recomendaciones para comenzar a escribir. Quizá –y por primera vez lo
digo sin ánimo de ofender a nadie– lo hagan en la esperanza de recibir un instructivo
previamente digerido para elaborar paso a paso una novela. Un modelo para
armar. Lo que respondo en esas ocasiones es: “Escribir”. Escribir es lo que yo
recomiendo para, sí, comenzar a escribir. (Claro, leer mucho y vivir un poco
siempre es de utilidad.) Suena tonto. Pero miren a su alrededor. Qué pocos se
atreven a dar ese paso. Cuántos son los que se animan a arrojarse sin
paracaídas al despeñadero de la solitaria y poco glamorosa vida de escritor.
“Algún día escribiré mi novela”. “Tengo planeado escribir una novela”. “Ahorita
no tengo tiempo para escribir mi novela”. ¿Quién vendrá a hacerlo por nosotros,
entonces, quién vendrá a escribir en nuestro lugar esas increíbles novelas
rompedoras que soñamos escribir algún día si no plantamos nuestro trasero al
menos una hora seguida frente a la computadora para otra cosa que no sea
husmear en Facebook? Salvo que sean ustedes escritores de bestsellers,
políticos o plagiarios, la respuesta es: nadie. Definitivamente nadie escribirá
en su lugar.
Se nos olvida que lo más esencial del oficio, la
parte técnica, la chamba de todos los días, es donde se forja un voz. O, como
la llamaban antes, donde se forja un estilo. Sentándonos a escribir y no sólo
dedicándonos a pensar en las cosas tan cool que nos gustaría llegar a escribir, es el único
método probado que conozco para hacerse de una voz propia como escritor.
Hemingway, por ejemplo. Según cuenta en la famosa entrevista del Paris
Review, Hemingway tenía un número
de palabras determinado como meta de escritura diaria. Si no lograba cumplirlas
por alguna razón –la pesca de marlines en el Caribe, una borrachera de días que
terminaba en una pelea de cantina o una muchacha–, se forzaba a sí mismo a
reponerlas al día posterior, en la siguiente sesión de escritura.
Leonard Elmore –escritor de westerns y novelas
policíacas– en un artículo de The New York Times propuso hace tiempo una lista de diez preceptos a
seguir para los novelistas amateurs: una receta, un instructivo para aprendices
a escritor. Y hace unos años, inspirado con cierta ironía en aquel artículo, el
periódico británico The Guardian
les solicitó a varios escritores “profesionales” como Zadie Smith, Margaret
Atwood, Joyce Carol Oates, Richard Ford, Neil Gaiman y Jonathan Franzen, entre
otros, que elaboraran una serie de decálogos que contuvieran consejos técnicos
y tips para forjar el hábito de la escritura y corregir los vicios y los yerros
más comunes del proceso. Me interesa transcribirles aquí algunos de aquellos
puntos que yo mismo he aplicado en mi proceso de escritura. Al menos a mí me
han funcionado. Y créanme, aunque los escritores alzados les aseguren lo
contrario, la verdad es que no hay secretos. La mayoría de estos consejos
funcionan porque se basan en el hecho incontrovertible de que la escritura de
una novela es un oficio que demanda método y dedicación, y no un acto de
“inspiración” repentina ni de creación espontánea y mucho menos de un profundo
conocimiento académico. Yo mismo, por ejemplo, para la escritura de mi novela Teoría
de las catástrofes –que duró tres
años y medio y que inicialmente tenía 550 cuartillas–, me apropié como un
mantra de dos de los diez puntos de Jonathan Franzen citados a continuación:
“Tienes que amar antes de poder ser despiadado” y, sobre todo, “Es dudoso que
cualquiera que tenga una conexión a internet en su lugar de trabajo esté
haciendo buena ficción”. Amén.
Aunque, insisto, no hay fórmulas mágicas para
hacer una novela, no está de más tener presentes las siguientes
recomendaciones, pues a fin de cuentas son guías resultantes de la experiencia
de años y años acumulados a base de ensayo y error de mujeres y hombres que se
iniciaron en la escritura tal como todas y todos nosotros lo hemos hecho:
enfrentándose de pronto ante la imposibilidad de dominar el lenguaje, intentando
crear mundos con vida propia a partir de la experiencia humana –cómo nace,
crece, se enamora, sufre y mueren las personas– y, sobre todo, pasmados alguna
vez igual que nosotros delante de la página o la pantalla en blanco.
Que tengan buena escritura. Diviértanse. Espero
leer sus libros en un futuro cercano. Y, parafraseando a Sarah Waters: si eres
un escritor o escritora de verdad, no vas a necesitar aplicar ninguna de estas
reglas.
Margaret Atwood
-No te sientes en mitad del bosque. Si te pierdes en la trama o no
sabes cómo seguir, vuelve sobre tus pasos.
-Rezar puede funcionar. O leer a otro. O tratar de visualizar el
Santo Grial que es la imagen de tu libro publicado.
Roddy Doyle
-No pongas una foto de tu autor favorito en tu mesa. Sobre todo si es
un suicida.
-Ponle un nombre a tu trabajo lo antes posible. Tienes que poseerlo,
que verlo. Dickens sabía que Casa desolada se iba a llamar Casa desolada antes incluso de empezar a escribir.
Richard Ford
-Cásate con alguien que te quiera y que piense que ser escritor es
una buena idea.
-No leas las críticas.
-No bebas y escribas a la vez.
-No mandes cartas a tu editor (a nadie le importan).
Helen Dunmore
-Termina tu jornada de escritura cuando todavía tengas ganas de
seguir escribiendo.
-Relee, vuelve a escribir, relee, vuelve a escribir. Si sigue sin
funcionar, tíralo. Es sano y no debes sentir mala conciencia por los cadáveres
de poemas y páginas que lo tenían todo excepto la vida que necesitaban.
Anne Enright
-Los primeros 12 años son los peores.
-La mejor forma de escribir un libro es escribirlo. Un bolígrafo es
útil, una computadora también sirve, pero sigue llenando la página en blanco de
palabras.
-Sólo los malos escritores creen que su trabajo es realmente bueno.
-Describir es muy difícil. Recuerda que cualquier descripción es una
opinión sobre el mundo. Busca un lugar desde el que mirar.
-Diviértete.
Jonathan Franzen
-Escribe en tercera persona a no ser que hayas encontrado una voz en
primera persona realmente especial.
-Cuando la información es gratis y universalmente accesible, una gran
investigación para una novela se devalúa como la propia novela.
-Tienes que amar antes de poder ser despiadado.
Neil Gaiman
-Escribe.
-Pon una palabra y luego otra. Busca la palabra adecuada. Escríbela.
-Arréglalo. Pero recuerda que tarde o temprano, antes de que alcance
la perfección, tendrás que dejarlo ir y seguir adelante para escribir tu
próxima obra. La perfección es como tratar de alcanzar el horizonte. Sigue
adelante.
PD James
-Aumenta tu capacidad lingüística. Las palabras son la materia prima
de tu oficio. Cuanto más grande sea tu vocabulario, más eficaz será tu
escritura.
-No te limites a planear escribir: escribe. Sólo escribiendo, no
soñando con escribir, desarrollamos un estilo propio.
Joyce Carol Oates
-No trates de escribir para un lector ideal. Seguro que existe, pero
está leyendo a otro.
-Sé tu propio editor-crítico. Cercano, pero implacable.
Ian Rankin
-Lee mucho.
-Escribe mucho.
-Aprende a ser autocrítico.
-No te rindas.
-Encuentra una historia que merezca la pena contar.
-Ten suerte.
-Mantén tu suerte.
Will Self
-Lleva siempre una libreta contigo. Y quiero decir siempre. La
memoria a corto plazo sólo retiene información durante tres minutos: a no ser
que lo plasmes en papel, perderás una idea para siempre.
Zadie Smith
-Trata de leer tu trabajo como lo haría un extraño, mejor dicho, como
lo haría un enemigo.
-No trates de hacer romántica tu vocación. Puedes o no puedes
escribir buenas frases. No hay una forma de vida de escritor. Lo que importa es
lo que dejas en la página.
-Trabaja en una computadora que no esté conectada a Internet.
-Evita los clichés, los grupos, las bandas.
-No confundas honores con logros.
Colm Tóibín
-Termina todo lo que empieces.
-No vayas a Londres.
-No vayas a ningún otro lugar.
Sarah Waters
-Enfréntate a la escritura como un trabajo. Sé disciplinado. Muchos
escritores se lo toman muy en serio. Graham Greene escribía 500 palabras cada
día. Mi mínimo es 1,000 palabras, lo que a veces es fácil, aunque otras es tan
difícil como cagar un ladrillo, pero me obligo a quedarme en mi mesa hasta que
lo consigo. Muchas veces estas 1,000 palabras son basura, pero es más fácil
volver sobre ellas y mejorarlas.
-El ritmo es esencial. No es suficiente con escribir bien. Los
estudiantes de escritura pueden elaborar una página de magnífica prosa, pero a
veces carecen de la habilidad para arrastrar al lector al largo viaje que
representa una novela.
-No entres en pánico.
-El talento triunfa sobre todo esto. Si realmente eres un gran
escritor no necesitas aplicar ninguna de estas reglas.
*Texto tomado de mi columna Metales Pesados en la revista Emeequis.