: robar de wikipedia no es plagiar





Robar de la Wikipedia no es plagio. Ésa fue la postura que asumió el bookstar francés Michel Houellebecq (Réunion, 1956), luego de ser acusado por la revista electrónica Slate.fr de copiar párrafos enteros de la enciclopedia en línea para reinsertarlos tal cual en su más reciente novela: El mapa y el territorio (Anagrama, 2011). Estos párrafos transcritos verbatim por Houellebecq de Wikipedia.fr consisten en descripciones técnicas y biológicas de, por ejemplo, el ritual de apareamiento, procreación y vida de las moscas. La defensa pública que debió hacer de sí mismo Michel Houellebecq ante estas ridículas acusasiones de plagio (plagio perpetrado contra un autor anónimo y colectivo, dicho sea de paso), consistía esencialmente en el contrargumento de que apropiarse de datos, párrafos o artículos completos de la Wikipedia puede, de hecho, ser visto como una forma “experimental” de literatura. ¿Veremos algún día a un “artista contemporáneo” siendo acusado de plagiario por “apropiarse” de elementos de una obra de dominio público? Sería ridículo. Entonces, ¿por qué tratándose de casos de escritores la cosa adquiere siempre proporciones de chismorreo y de escándalo? Sabemos que Houellebecq ha sido acusado previamente de racismo, sexismo y hasta de obscenidad, que ha sido amenazado de muerte por las opiniones de sus personajes contra el Islam; pero es la primera vez que se le acusa de robo. ¿Le concedemos esta vez el capricho a uno de nuestros novelistas favoritos? Veamos.
El término “wiki-wiki” significa “rápido” o “veloz” en Hawaiano. Fue usado por primera vez en 1994 para el sistema informático del Aeropuerto Internacional de Honolulu y actualmente es empleado para referirse al software o a los websites que permiten a los usuarios agregar, remover o modificar el contenido de su información en tiempo real, de manera fácil y anónima. Una colectividad que converge para acumular un acervo de información activa y verificable. La Wikipedia, a diferencia de los enciclopedistas y su ópera magna, tiene un autor cuyo nombre es legión. Quienquiera que cuente con una conexión a Internet, puede editar cualquiera de sus 940,000 entradas sólo en español (en inglés alcanza 4,110,000), siempre y cuando la información que aporta sea confiable. ¿Cómo saberlo? Eso es lo que muchos escépticos han recelado hasta hoy. 
En 2004, en una entrevista para The Guardian, el prestigioso bibliotecario Philip Bradley declaró que ningún bibliotecario que se jacte de serlo usaría jamás tal cosa como la Wikipedia. Según él, el principal problema es la “falta de autoridad” de la fuente, ya que “con las publicaciones impresas los editores deben verificar que la información sea veraz, pues se juegan en ello su trayectoria”. En la misma entrevista, el director ejecutivo de la Enciclopedia Britannica, Ted Pappas, reprobó categórico la efectividad de la Wikipedia. Incluso Robert McHenry, otro de los editores de la Britannica, publicó en el 2004 un artículo llamado “La enciclopedia basada en la fe”, donde despotricaba, sí, contra la Wikipedia. La comparaba con una habitación de uso público llena de suciedad en la que, al entrar, uno no sabía ni quién ni cómo había usado los muebles antes que nosotros.
Han pasado diez años de esas declaraciones y ya sabemos cómo quedó el marcador. La Wikipedia ha crecido exponencialmente. La versión impresa de la institución cuyo punto de vista representaban Pappas y McHenry se volvió insostenible y no existe más. Una goleada.




A diferencia del arte o la literatura, los círculos académicos en su gran mayoría han rechazado la tecnología wiki como base para una autoridad y una referencia confiable, además de que se han cansado de vilipendiarla. Luego de varios escándalos en la prensa por la intrusión de datos falsos insertados con mala leche en la Wikipedia por el editor del USA Today, en su número diciembre del 2005 la revista de científica Nature, decidió emprender un estudio comparativo entre la fiabilidad de esta enciclopedia abierta y colectiva contra la cerrada y vertical Enciclopedia Britannica para despejar de una vez todos los mitos.
   A los verificadores en el experimento se les pidió que compararan la cantidad de errores en sendas fuentes con entradas hechas al azar. Del total de artículos revisados, se encontraron solamente ocho errores graves, cuatro en cada una. Hasta allí un empate técnico en cuanto a su fiabilidad. Las demás imprecisiones halladas fueron erratas, errores de omisión o de conceptos en su mayoría: 162 en la Wikipedia y 123 en la Britannica. Al final del día, el promedio de imprecisiones por artículo fue de 2.92 para la Britannica y de 3.86 para la Wikipedia. Lo que vuelve a esta última considerablemente cercana a la confiabilidad de información de aquel prestigioso tumba-burros ya extinto.
Literatura y tecnología han ido muchas veces de la mano. Pero el amorío, por lo efímero de la propia novedad tecnológica, suele durar muy poco (en diez años nos estaremos riendo de lo lindo –yo ya lo hago con ganas-- de la “literatura” escrita en Twitter y en Facebook). Hubo una época, por ejemplo, en que la magnetofonía –la plataforma tecnológica por entonces más novedosa-- fue un recurso discursivo muy en boga entre los narradores de los años ochenta: el manuscrito hallado, el palimpsesto sobre el que se reescribía en siglos pasados, se convirtió de pronto en una cinta magnetofónica extraviada que revelaba los secretos de Nixon, o en la prosa desbocada  y delirante supuestamente escuchada en la radio. Lo mismo ocurrió con el corte de videoclip y la estética fragmentaria del zapping televisivo durante los años noventa. Aunque Michel Houellebecq apologiza su técnica de copy-paste de una obra anónima y colectiva como parte de su sistema, ese método --el de mezclar documentos y ficción-- ha sido empelado por cantidad de autores muchos siglos antes que él. Entre ellos, dos por los que Houellebecq admite haber sido influenciado: Georges Perec y Jorge Luis Borges.
De entre toda la polémica levantada alrededor del El mapa y el territorio, me quedo con una frase lapidaria que bien podríamos dedicarle a varios críticos mexicanos en pleitos recientes: “Si esta gente de veras cree que esto es plagio, no tienen ni idea de lo que es la literatura.”



*Texto tomado de mi columna Metales Pesados en la revista Emeequis.