: esperando a los bárbaros #ayotzinapa #yamecansé






¿Qué esperamos congregados en el foro?

Es a los bárbaros que hoy llegan.


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Para mantener controlada y atemorizada a la sociedad por medio de un política de masas, desde hace décadas el viejo régimen ha propiciado el descrédito y la criminalización por sistema de casi cualquier tipo de pensamiento crítico o disidente al hegemónico entre los ciudadanos. Como en el poema de Kavafis, ha creado a sus propios “bárbaros” —esos otros amenazantes, imaginarios o reales— con los cuales atemorizar y domesticar a la ciudadanía. Los periodistas y medios orgánicos del régimen se han encargado de apuntalar hasta nuestros días esta narrativa del miedo.


Para cierto sector de la población, la gente que protesta, que se manifiesta públicamente ante alguna injusticia, no ha dejado de ser, bajo esta óptica, una “bola de huevones” que “no trabaja”. Los datos más recientes de la OCDE demuestran que los mexicanos somos los más trabajadores del total de países que integran esa organización. Los mexicanos trabajamos 2 mil 226 horas al año en promedio, cobrando los salarios más bajos, en circunstancias laborales deplorables y con las peores condiciones para la jubilación.Mientras que el promedio de trabajo de los países de la OCDE es de apenas mil 765 horas laborales por año. Según estos datos, los mexicanos —contrario al mito de orden clasista y racista— trabajamos considerablemente más que los franceses, los holandeses, los alemanes o los noruegos, por ejemplo.

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Pareciera que el planteamiento por el que ha apostado el gobierno federal ante la crisis y las protestas nacionales e internacionales por Ayotzinapa es únicamente hacer tiempo, especular para salir con el menor daño político, criminalizar las protesta. Darle prioridad a los viajes por China y Australia, disfrutar de ostentosas mansiones de millones de dólares. Entre tanto el país entero, indignado, exige justicia.


El gobierno federal ha optado por cerrar los oídos y dejar que los movimientos de protesta se desgasten en su propia frustración e impotencia.Paralelamente, apuesta por el fortalecimiento y la justificación de medidas represivas. A partir de una retórica binaria heredada del discurso nixoniano en la guerra contra las drogas —“si no están con nosotros, están contra nosotros”—, se han ido acomodando poco a poco los elementos (infiltrados que violentan las marchas de protesta pacífica, policía violentando sospechosamente la autonomía universitaria ante un rector de la UNAM servil al régimen; la reaparición en la vida pública de distintas guerrillas en apoyo a los normalistas de Ayotzinapa) para pretextar el anhelo de un sector de la derecha y del mismo PRI: el retorno de otro iluminado presidente que emplee su “mano dura” contra la ciudadanía. Mano dura contra los “rijosos”, los “violentos”, esos otros bárbaros que el sistema necesita para justificar la retórica del miedo y la aplicación de la represión.

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En días recientes, el historiador Enrique Krauze —y, después de él, Ciro Gómez Leyva en su columna de Milenio—, reclamaba vía Twitter a todos los ciudadanos que hemos alzado la voz y que hemos marchado en las últimas semanas pidiendo justicia y la aparición con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa, lo siguiente: por qué no nos manifestamos con la misma fuerza contra los criminales. Contra esos “bárbaros” que el propio Krauze define para el público gringo e hispano en su último artículo de The New York Times y El País como inherentes a la “cultura de violencia de Guerrero” y al “México bárbaro”. ¡México bárbaro! ¿El México porfirista de Yucatán y Oaxaca donde la Casta Divina esclavizaba a los indígenas, o un México que ha escapado de los supuestos beneficios la colonialidad y su consecuente modernidad? Ese que, como Oaxaca, millones de mexicanos en el sur del país habitamos. Qué difícil ver la colonialidad cuando alguien se educa en los esplendores imperiales de la idea de modernidad, dice Walter Mignolo.


Y yo me pregunto: ¿desde cuándo la ciudadanía está obligada a dialogar, a pactar, a demandar algo de los criminales o a confrontarse directamente con ellos? ¿No es la esencia de ese mismo Estado la de garantizar la seguridad de la población? ¿No es ese mismo Estado el que luego de décadas de negociar con ellos, los criminales, se ha mimetizado hasta convertirse en un monstruoso narco-Estado? ¿Cómo llamar a la conciencia a lo que por definición no la tiene?

Nosotros y nosotras somos los millones de mexicanos que jamás hemos asesinado, los que nunca hemos secuestrado, los que somos hijos de profesores y profesoras, los que fuimos educados en las escuelas públicas donde esos profesores y profesoras trabajan, los que somos amigos de profesores en escuelas rurales, los que habitamos ese México al que Enrique Krauze y John Kenneth Turner definen como “bárbaro”, un México en el que es inherente —según su afirmación racista y colonialista— la “cultura de la violencia”.Nosotros, esos millones, no pensamos demandar nada de esos criminales. Lo que exigimos es justicia del Estado y la presentación con vida de los 43 jóvenes normalistas de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa.

Y una precisión: México no sólo es Polanco.

¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.




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Lo que sobran son los ejemplos de ejercicios ciudadanos de denuncia y de acciones concretas contra los criminales frente al pasmo, la omisión o la franca asociación de los gobiernos con el narco. El hartazgo, que antes era miedo y circunspección, se ha transformado ante la inacción y corrupción de ese Estado en acciones individuales; muchas de ellas desesperadas y temerarias. No me parece que sea la vía.


Ahí está el lamentable caso de la doctora Rosario Fuentes, que hasta el pasado 15 de octubre denunciaba y alertaba de situaciones de riesgo relacionadas con el crimen organizado en Tamaulipas, una entidad donde ni siquiera es posible realizar trabajo de reportero por el alto riesgo que éste implica. La doctora Fuentes, luego de recibir amenazas, fue secuestrada, torturada y finalmente asesinada. Una foto de su cadáver hecha con su propio celular fue subida a su cuenta de Twitter con una advertencia para que los demás ciudadanos no nos atreviéramos a seguir su ejemplo.

Ahí está también el ejemplo de otro doctor. José Manuel Mireles, líder de las autodefensas en Michoacán que debieron ocupar las funciones se seguridad que el Estado nunca les brindó contra los grupos criminales que asuelan hasta la fecha la entidad. El doctor Mireles fue emboscado y encarcelado por el Estado sin que hasta hoy tengamos muy claros los motivos de su detención. El líder del cártel de Los Caballeros Templarios, Servando Gómez, La Tuta, sigue gozando de libertad y entrevistándose a su antojo con diferentes políticos de Michoacán a quienes él y su grupo brindan protección.

La protesta ante un crimen de lesa humanidad como el de Ayotzinapa es también la protesta contra esa delincuencia que el Estado creó, ayudó a desarrollar y que protege de acuerdo con sus intereses políticos o económicos.

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Y, mientras tanto, frente a la crisis de un Estado nebuloso y débil, Enrique Peña Nieto tomó una decisión por la que no sólo la prensa internacional, sino la historia, lo juzgará: tomó la decisión de huir del país. Y así será recordado.

Ante la crisis, Peña Nieto optó también por el silencio: mientras escribo esto, se han cumplido 11 días de absoluto silencio en la cuenta oficial de Twitter de quien debería ser el responsable del Poder Ejecutivo; mientras que el hashtag #YaMeCansé —surgido de la cínica declaración del procurador Jesús Murillo Karam frente a los padres de los 43 normalistas y apropiada de inmediato en las redes sociales para exigir justicia y movilizar a la ciudadanía— cumple más de una semana como tendencia mundial. El contraste es altamente sintomático: del decidido involucramiento de ciertos sectores de la ciudadanía antes apáticos y ahora indignados y hartos de la indolencia de sus gobernantes, por un lado; y del oprobioso vacío dejado en el timón del país, por el otro.

Los ojos del mundo están puestos en México. El Estado y el gobierno se han cruzado de brazos. Se anuncia la primavera de la ciudadanía.
O en palabras de Kavafis:

¿Por qué esta inacción en el Senado?

¿Por qué están ahí sentados sin legislar los senadores?
Porque hoy llegan los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.



*Texto tomado de mi columna Metales Pesados en la revista Emeequis.