Concejo Indígena de Gobierno, el día más grande de nuestra historia
Día
1. CIDECI Unitierra, San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
Del 26 al 29 de mayo pasados se reunió el Congreso Nacional
Indígena (CNI) y se instauraron tres mesas de trabajo para lograr los
resolutivos del primer Concejo Indígena de Gobierno. Delegados de todas partes
del país iban y venían por las instalaciones del CIDECI. Wixárikas, chontales, cocas,
rarámuris, yaquis, sioux, zapotecos, nahuas… Entre todos ellos y ellas, eran,
sin embargo, los rostros encapuchados del EZLN los que atraían las lentes de
las cámaras. No en vano, los medios reproducirían durante los siguientes días el
error de referirse a María de Jesús Patricio –vocera del Concejo Indígena de
Gobierno (CIG)–, como la “vocera del EZLN”.
Durante un fin de semana en el CIDECI se congregó una de las
mayores reservas morales en resistencia de México. Llegaron, poco a poco,
adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, delegados, zapatistas y
representantes de otras luchas en apoyo al CNI, como Atenco, Los Pedregales y
las familias y alumnos de Ayotzinapa.
La lucha de los pueblos indígenas es una lucha a contrarreloj
frente al despojo neoliberal que asume diferentes formas de necro-política,
pero a las que ellos llaman con un mismo nombre: capitalismo. Es también una
lucha a contrarreloj, por tanto, por la vida.
“No vamos con el fin de llevar votos, de ir a sentarnos
allá, a la silla maliciada. Más bien
nuestra participación es por la vida, es por la organización, es por la
reconstrucción de nuestros pueblos que han sido golpeados por años”, dice María
de Jesús Patricio Martínez, recién nombrada vocera del Concejo Indígena de
Gobierno.
“El CIG será quien en realidad encabece esta campaña. Como
la ley no permite que se pueda registrar un concejo vamos a presentar a nuestra
vocera”, dice Mario Luna, concejal yaqui. “Éste es un proceso que no empieza
con el Concejo Indígena de Gobierno y que tampoco termina con el proceso
electoral. Esto es una invitación a la sociedad para organizarse.”
El
que toma la palabra es Filo, concejal nahua de la mixteca poblana: “En el mundo
nahua hay una escena en la que un abuelo, antes de morir, le dice a su nieta: ‘Nuestro
día tú sí lo verás, tú sí lo vivirás’. Pues de eso trata todo esto. Ese día
llegó. No se confundan: ésta no es una vulgar lucha por el poder; es un asunto
civilizatorio.”
“Durante quinientos años hemos vivido en un sistema de
castas. Queremos sustituir ese sistema de castas por una sociedad igualitaria”,
dice Mariela Vázquez, concejala tzeltal. “En tzeltal respeto se dice yich’el ta muc’: hay que aprender a mirar la grandeza del otro.”
“Les cuesta trabajo creer que, a partir de hoy, nosotros
somos los protagonistas de la historia nacional”, dice Filo. “No lo creen. Pero
nuestro objetivo es claro: queremos acabar con el sistema capitalista. Porque
es el único responsable de toda esta guerra, de toda esta muerte, de toda esta
destrucción, de todos los desaparecidos… Y no vamos a detenernos hasta que el
CIG esté parado sobre el cadáver de la hidra capitalista. Es entonces cuando
vamos a poder decir: hemos cumplido, hemos vencido.”
Día 3. Después de largas horas de espera, los invitados
fuimos convocados al auditorio del CIDECI.
“Apaguen sus cámaras. Éste será un momento que deben guardar
sólo en sus corazones”, fue la petición que nos hizo el representante del
pueblo tohono o’odham al dirigir el
ritual ceremonial de presentación y la entrega del bastón de mando a María de
Jesús Patricio, Marichuy, la vocera
del recién instaurado CIG ante los casi mil quinientos invitados. En torno a Marichuy,
los 71 concejales indígenas presentados minutos antes. El auditorio se puso de
pie y el tambor ritual empezó a percutir como un corazón batiente al mismo
ritmo que los nuestros.
Por las miradas de los subcomandantes Galeano –antes Marcos–
y Tacho, han pasado los años: atentos a la ceremonia desde un discreto segundo
plano, en un rincón del auditorio, muy lejos del proscenio pero inesperadamente
cerca de mí. Entre esa delegación del EZLN con la que me encontraba, nadie se
atrevió a hablar por miedo a romper el silencio ritual. No había necesidad de
decirlo; el sentimiento dominante era uno solo: teníamos la certeza de estar
viviendo un momento histórico. Era, en efecto, un momento para guardar únicamente
en nuestros corazones.
El tambor calló. Los aplausos y las consignas estallaron
entre los zapatistas y entre los asistentes.
“¡Viva el CNI! ¡Viva el EZLN! ¡Viva la lucha anticapitalista!
¡Vivan nuestros pueblos! ¡Viva México! ¡Vivan las mujeres!”
“El día de hoy es el día más grande de nuestra historia”,
dice Filo. “Veinte años nos tomó conocernos, escucharnos, mirarnos, los pueblos
indígenas que durante siglos estuvimos en resistencia. Y llegamos a esto. Se
trata de un alzamiento indígena. El alzamiento indígena más grande de la
historia de México. Y es un alzamiento no violento.”