The art of Tatum

Cuentan que cierta noche de 1940 -habiéndose nacionalizado norteamericano para
entonces-, Rubinstein, dueño de una carrera impresionante y consolidado desde hace mucho tiempo en todo el mundo como uno de los músicos más respetados y admirados, fue invitado por un grupo de amistades, luego de una de sus presentaciones en Nueva York, a un club de la Calle 52 a altas horas de la madrugada. Lo que allí presenció lo marcó de por vida: un hombre negro de unos treinta años, regordete y de apariencia afable, le sacaba sonidos inéditos a un piano corriente, sin el soporte de una orquesta (como lo hacía Rubinstein con tanta frecuencia) o músico alguno. Los dedos del negro volaban sobre el desgastado teclado, entretejía arpegios a una velocidad inaudita y abarcaba intervalos de más de una décima con cada una de sus manos toscas, terminadas en dedos chatos, logrando impresionantes líneas de bajo con la izquierda e improvisando las más asombrosas líneas melódicas de swing con la diestra, sin abandonar jamás una relajada sonrisa que de vez en vez se dejaba entrever detrás del denso humo y la escasa iluminación del lugar. En verdad lo estaba disfrutando y nada fuera de la coraza que sobre su deslustrado piano y él se había erguido podría romper el peculiar rito que se estaba llevando a cabo. Todo aquel alucinante despliegue técnico era sólo un juego para él, un juego de una complejidad mental extraordinaria. Nada que ver con la severidad y rigidez de la formación y la ejecución académica.

De pronto el hombre del piano volvió hacia Rubinstein su rostro redondo que no cejaba de dibujar una gigantesca sonrisa de labios gruesos y sus ojos se perdieron en el espacio: el pianista de jazz estaba ciego. Rubinstein quedó devastado por dentro. ¿Cómo era posible que aquel hombre de raza negra y para colmo invidente hiciera lo que él jamás en su vida podría hacer? ¡Seguramente ni siquiera sabía leer! ¿Dónde había aprendido a tocar de semejante forma? ¿En las calles, en los bares? ¿De dónde provenía toda esa pasión y esa manera tan extraña de sentir y concebir la música como si del acto mismo de respirar se tratase?

El hombre ciego que Rubinstein vio era Art Tatum. A pesar de que Tatum cobró fama hasta muy tarde y que su estilo fuera reconocido y asimilado por otros músicos sólo a partir de las generaciones de los años sesentas, hoy en día nadie puede negar la pesada herencia que dejó el grand old man a todos los pianistas de jazz. En la música de Tatum (swing pre-bop) converge todo lo que en jazz se venía haciendo hasta principios del siglo XX, llevando a cuestas los estilos de Earl Hines y Fats Waller para estirarlos hasta sus límites y mezclarlos con música de salón del siglo XIX (Tatum mostró siempre predilección por obras como la Humoresca de Dvorak, la Elegía de Massenet y otras del mismo estilo, lo que le valió el descrédito artístico de algunos críticos). Lo más espectacular en él son sus sorprendentes habilidades técnicas, su ligereza de pulsación y el completo control del teclado en todo su rango, que no tenían precedente entre los pianistas de música popular y que sólo admiten un punto justo de comparación con el mismo Rubinstein, Cherkassy y demás virtuosos del piano de concierto. Tatum estaba dotado de un inusual sentido del ritmo y de una capacidad creativa casi ilimitada que le permitía enriquecer y expandir armónicamente la más anodina o trillada de las melodías, desembocando en improvisaciones siempre renovadas y arriesgadas, reconstruyendo progresiones enteras de acordes para formar una arquitectura armónica diferente en cada ocasión.

Arthur "Art" Tatum vino al mundo el 13 de octubre de 1910 en Toledo, Ohio, dentro de una humilde familia de músicos aficionados, sufriendo de cataratas en ambos ojos desde su nacimiento. Numerosas intervenciones quirúrgicas en su infancia le hicieron recuperar cierto porcentaje de visión en uno de los ojos -progreso que luego perdería en una pelea callejera-. Desde entonces sólo conseguía distinguir formas muy grandes a los lejos. A los trece años,
sobrellevando una ceguera casi total, Tatum ingresó al instituto de Columbus para estudiar
violín -más tarde lo cambiaría por el instrumento que lo perpetuó- por influjo de su madre.
Gran parte de su educación se basó en el sistema Braille de notación musical, y quizá su misma ceguera fue lo que le facilitó aguzar su sentido del oído y le otorgó una prodigiosa retentiva que le permitía, una vez leída una pieza, no olvidarla jamás. Sobre esta peculiaridad algunos cuentan que, trabajando su padre en un cine, Art memorizaba cada una de las piezas tocadas por la pianola en el transcurso de la película. Cierto día, la pianola dejó de reproducir la música inscrita en los rollos de papel perforado y Tatum, habiendo memorizado las piezas, se dispuso a tocar la música de la película durante varias funciones sin mayor problema. Lo insólito es que los fabricantes de las pianolas acostumbraban perforar los rollos de música con más notas de las que podían tocarse normalmente con diez dedos, esto para darles un virtuosismo espectacular.

A los dieciséis años Tatum comenzó a tocar en algunos clubes locales, y en 1928 recibió su primer contrato en una estación de radio local que con el tiempo la NBC retransmitiría en cadena nacional. En 1932 decidió arriesgarse y se mudó a Nueva York, donde trabajaría en la banda de la cantante Adelaide Hall. Al año siguiente, Brunswick le propuso grabarlo como solista y lanzó "Tigre rag", "Tea for two" y "St. Louis blues" entre otras piezas, causando gran impresión. Esto le valió ser contratado en los clubes de jazz más afamados alrededor del país: Three Deuces en Chicago, el Alabam en Hollywood y el Famous Door de Nueva York, por nombrar los más famosos. Tatum fue solista la mayor parte de su carrera, pero en 1943 decidió formar un trío al estilo del de Nat Cole, formado por el guitarrista Tiny Grimes y el contrabajista Slam Stewart, grabando con la MCA para alcanzar el punto álgido en la popularidad de Tatum, lo que le valió ser invitado a participar en el famoso concierto del año siguiente en el Metropolitan Opera House de Nueva York al lado de Louis Armstrong y Billie Holliday, entre otros.

Por desgracia, la precaria salud de Tatum fue empeorando paulatinamente como consecuencia lógica de su agitado ritmo de vida (noches enteras sin dormir y abuso del alcohol). En 1956 realizó su último concierto en el Hollywood Bowl ante diecinueve mil personas y el 4 de noviembre de ese mismo año murió --a los cuarenta y seis años-- luego de una crisis de uremia.