Moleskine Barcelona
(Posteando desde el Subway de la Rambla)

12. Hablé a casa de Gonzalo Garcés. Me contestó Bonnie. Cuando le dije quién era escuché una sonrisa. Gonzalo se puso al teléfono y dijo: "¡Poeta Maldonado!". Conocí el Barrio de Gracia. Es un lugar tranquilo que no frecuentan mucho los turistas. Hay un cine pequeño donde proyectan buen cine. La plaza George Orwell es de mis favoritas. Hay una escultura abstracta en el centro. Comienzo a ahorrar: una botella de agua y una manzana: €1.00. Camino hacia el Raval. Me habían dicho que hay que tener cuidado de ese lado de la Rambla. No veo por qué. Abundan los árabes. Los estrablecimientos tienen títulos en árabe. Dicen que hay un lugar donde venden abstenta. Ayer vi a un gringo ebrio hasta las cachas con una botella de absenta vacía en la mano: ¡se la terminó solo! A eso vienen los gringos solamente, buscando la estupidez. No sé para qué ir tan lejos. En el Raval por primera vez traigo música en los discman. Un señor pide limosna con un letrero que dice en catalán: "Una ayuda para comprar un chalet en Marsella y un Ferrari". Ja. He entrado en ambiente: llevo bermudas, los Camper sin calcetines. De vuelta al otro lado del Gótic me encuentro a dos tipos tocando flamenco: una guitarra y un cajón. No son especialmente buenos, pero se agradece la música. Barcelona es una ciudad de locos. Me he topado con muchos de ellos. Un chavo que que corre por las calles como si condujera un coche mientras canta una copla (muy afinado, eso sí); una señora que nos gritaba "chusma" a todos, etc. También me he encontrado cierta intolerancia: un muchacho se burla de la ecuatoriana que lo despacha en el McDonald´s; otro más de una señora que camina encorbada por las calles pidiendo limosna. Empiezo a conocer el hambre auténtica. Prometí no hacerlo, pero a fin de cuentas es la mejor opción cuando uno está perdido, tiene sólo €5.oo y mucha hambre. Comí en el McDonald´s de Passeig de Grácia. Una muchacha deprimida frente a mí: pica sus papas, piensa mucho, no come. Luego de unos minutos tira a la basura su Big Mac. Sólo cuando termino de comer, ya más tranquilo, caigo en la cuenta que estoy frente a la Casa Batlló de Gaudí. Impresionante. De vuelta al Gótic (que me lo sé de memoria a estas alturas) un viejo hace malabares con una pelota de fútbol. Es muy bueno. Debajo de su bote para pedir dinero hay recortes de periódicos que hablan de él y muestran sus fotos. Los titulares rezan: "El Maradona de las Ramblas". Estoy tan cansado por la noche que casi me quedo dormido en la plaza del MACBA, arrullado por las patinetas de los skaters. Entro a un pub de la Rambla por una Guinness de barrica. Un vaso enorme, como de medio litro. Ahí se reúnen algunos australianos. He ido varias veces a un café de St. Jaume por mi expresso doble. Lo atienden franceses, una blanca y un negro. Los precios no están en la carta: cada vez me cobran menos por el café. Alguien me pregunta una dirección y de inmediato se la doy, sin problemas. Vuelvo a la Plaza del Rey. El mismo saxofonista. Termina y se va. Pongo la radio española. El aria de la Reina de la Noche, de la Flauta Mágica de Mozart. Luego "Four winds", una obra sonora para radio de Giovanovich. Al fin encuentro la placita donde filmaron el video "My immortal" de Evanescence. Es difícil llegar ahí. La calle Montjuic del Bisbe desemboca ahí. Hay una fuente al centro, una iglesia, un hotel y una escuela. Muy buen lugar. Cerca de las 2.ooam llego a la que creo que es la Placa Reial. Ahí se reúnen los jóvenes alrededor de la fuente. Me siento. El lugar está atestado de gente. Hasta ahora me he mostrado bastante huraño. Escucho un acento familiar. Un chavo de puebla. Luego, más allá, uno de Guadalajara. Después un grupo de alemanes me sacan plática. Un marroquí se entromete. Dice que los mexicanos tenemos doble cara: una mira hacia EEUU y otra hacia Latinoamérica. Su plática, entre alemán, inglés y español, se vuelve ofensiva. No creí que pasaría, yo que soy la persona más difícil de hacer enojar; pero el marroquí, de unos cincuenta años, me colmó el vaso. Le grito que sólo hay un problema y que ese problema es su ignorancia. Se caldean los ánimos y se va. A eso de las 4.ooam me voy con el grupo de alemanes y alemanas. Hablamos de Goethe, de Mann, del mito de Johannes Faustus y, sobre todo, del "antifasuto" por excelencia: "El descubrimiento del cielo", de Harry Mulisch. Los alemanes se paran en el Subway a comprar muchísima comida. Luego vamos a la playa. El día termina a las 6.ooam. Lo habitual en esta ciudad.