Café con aroma a desbarrancadero


Había escuchado (y leído) que la literatura de Fernando Vallejo era brutal, despiadada, descarnada... Tenía tan altas expectativas que pospuse incluso mis lecturas de Houellebecq y de Coetzee. Creía también haber abandonado una vieja costumbre de adolescencia: la de tirar bodrios de novela a la basura.

Me encontré en El desbarrancadero, a cambio de lo prometido, sólo con una prosa melosa, atascada de diminutivos, onomatopeyas y repeticiones, sentimentaloide, inocua y cansina, repleta de lugares comunes supuestamente justificados por el empleo de una oralidad y un lenguaje coloquial probados hasta el cansancio durante décadas, que terminan por hartar al lector más hecho a los tópicos de la vieja guardia de la literatura bananera, a los seguidores de las telenovelas colombianas (léase Café con aroma de mujer) e incluso a esos amantes trasnochados de lo latinamerican curious del Boom.

Uno no puede sino vomitar ante lo ridículo de oraciones como éstas, de las más tragables:

“¡Bailarina brillante en campo oscuro, espigada, lujuriosa, espiroqueta pálida, con tu ceñido vestido de plata y tu cuerpazo de mujer, qué bella te ves bailando la danza de los siete velos e igual número de pecados capitales, retorciéndote como un tirabuzón bajo mi microscopio!”

“El efecto del diminutivo era que le centuplicaba la iracundia. ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! Y esa furia de cuatro años retomaba in crescendo su beethoveniano redoble de timbales con la cabeza. Retumbaba el mundo.

Con su rabia impotente de niño no podía alcanzarnos (con un cuchillo de carnicero, por ejemplo, para degollarnos), cual alacrán que al verse cercado por el fuego vuelve la cola contra sí mismo y la ley de Dios y se clava la ponzoña, así Gonzalito Rendón Rendón se partía contra el embalsamado duro y frío de Santa Anita la cabeza, su cabecita dura, dura, loca, loca.”

Señor Vallejo, usted prometió no volver a escribir (una decisión sumo sensata en la que yo lo respaldo abiertamente a partir de hoy). ¿Qué pasó? Sea consecuente con su decisión, caray... Déjenos el trabajo a nosotros. No se preocupe.