VI. Envidia


: I

La familia Ling llegó a México a finales del siglo XIX. Se vieron obligados a abandonar su país cuando el padre fue delatado. Se le acusaba de formar parte de un grupo de conspiradores contra el Partido. Si alguien había más comprometido con los principios rectores del mismo era él y nadie más. Lo cierto es que el padre de la familia Ling fue delatado por aquél que se convertiría en su más aborrecido enemigo: Lao Xiang.

Xiang odiaba a muerte a Ling por una razón tan corriente como oprobiosa: le había robado a su mujer. Ambos crecieron juntos. Décadas atrás las dos familias habían estado sumamente unidas. Los dos niños se formaron juntos en los cuadros básicos del Partido. Sus carreras avanzaban al parejo. Lo que los unía tanto a esos dos era una suerte de amistad avivada por la competencia y el orgullo. Siendo jóvenes, tanto Ling como Xiang, fueron promovidos en el Partido. Su tenacidad y su compromiso serían compensados. Fueron llevados a la capital, donde recibirían la educación superior del mejor nivel.

Fue en la capital donde Xiang conoció a una hermosa muchacha. Ella también era parte de los cuadros jóvenes. Era del sur del país y, como es sabido, las mujeres de esa región suelen ser especialmente hermosas. No pasó mucho para que Xiang se atreviera a cortejarla. Mantuvieron un noviazgo de varios años. Pasó el tiempo de su formación. En el partido todos vieron con buenos ojos que dos elementos tan destacados de sus filas se unieran en matrimonio. En cambio Ling, su gran amigo, jamás aprobó la relación de aquellos. Lo suyo era envidia, y nada más. Creía merecerse a la mujer de Xiang más que aquél.

El matrimonio Xiang fue enviado al noreste del país para ocupar una de las delegaciones. Ling, por su parte, graduado también con honores como su amigo, le fue encomendada una de las delegaciones de la provincia central, famosa por sus dificultades administrativas. De tal sazón los entrañables amigos que eran Xiang y Ling se vieron obligados a separarse.

Transcurrió acaso una década para que volvieran a encontrarse. Un buen día Ling llegó a tocar a las puertas de la casa de Xiang. Por solicitud personal, lo habían enviado como auxiliar para la delegación que Xiang exitosamente dirigía desde hace años. Lo cierto es que Ling había fracasado rotundamente en su misión. El partido lo castigaba degradándolo y enviándolo a una de las provincias más alejadas. Sólo se le concedió que eligiera de la delegación, que a fin de cuentas no menguaba el castigo.

Xiang sintió lástima por Ling. Aunque jamás lo dijo. Lo aceptó como auxiliar de labores, pero siempre se mostraba permisivo ante sus faltas. No podía ver en él más que a un hermano. Para entonces Ling había construido una familia. Tenía tres hijos y una esposa dulce pero no particularmente bella. La belleza de la mujer de su amigo Xiang hacía palidecer a la suya. Ling jamás lo dijo, pero en el fondo envidiaba a muerte a Xiang por su mujer. Siempre creyó que ella debía estar con él y no con su amigo, que, en su opinión, no la merecía ni por asomo. No obstante, la esposa de Xiang aún no había podido engendrar descendencia luego de diez años de matrimonio. A Xiang esto lo entristecía y menoscababa su orgullo; culpaba a la mujer de su imposibilidad para procrear, pero la verdad es que la culpa era sólo suya. Él lo sabía, pero jamás podría aceptarlo.

Las familias Ling y Xiang estrecharon lazos sólidos. La amistad entre ambos hombres se había reavivado. Sólo una tragedia pudo terminar con la felicidad que reinó durante esa temporada.

Sucedió que un día la mujer de Xiang cayó gravemente enferma. El médico del lugar fue hecho llamar de inmediato y sólo trajo la confirmación de lo que la mujer durante varios meses trató de ocultar: la esposa de Xiang estaba embarazada. Ante esta noticia Xiang sólo pudo fingir exultación. Por dentro estaba hirviendo de rabia y de deseos de venganza. Él estaba consciente de su infertilidad. Por lo tanto sólo se corroboraba una cosa: su mujer mantenía relaciones con otro hombre desde hacía tiempo y, lo peor, el hijo que esperaba no sería suyo. El nombre de los Xiang y su sangre quedarían manchados por el deshonor y por la vergüenza. Eso era imperdonable.

Una noche Xiang tomó dormida a su esposa y la golpeó hasta el hastío. La golpeaba en el vientre para castigarla y esperar que el producto muriera aún antes de ver la luz. Cuando la mujer estuvo a punto de desfallecer, le suplico perdón a su marido y le confesó todo. El padre del hijo que llevaba dentro no era otro que su amigo Ling. Xiang rabió como un niño, maldijo y lloró una noche entera.

Al poco tiempo el Partido recibió una denuncia anónima. Se acusó a Ling de estar conspirando junto a un grupo de hombres, cosa totalmente falsa. Apenas se corrió la noticia y Ling ya huía con su familia. Sus contactos le permitieron abandonar el país con documentos falsos. No faltó mucho para que se le pusiera precio a su cabeza. Aún así la deshonra para Xiang no había sido borrada. Su esposa concibió a un hermoso niño. Xiang se fue a la tumba deshonrado.

: II
La familia Ling había aprendido un oficio y se había instalado en el puerto de Veracruz, lugar a donde arribaron. Muchas de las familias chinas se atrevían a probar suerte tierra adentro; sin embargo, el patriarca de los Ling decidió que no pondrían un pie más allá del puerto. Quizá sintiera la necesidad de saber que, de quererlo o de necesitarlo, podría echarse al mar y huir de nuevo.

Los Ling, como tantos otros, aprendieron el oficio de la tintorería. Abrieron un local modesto con un préstamo. Con el transcurso del tiempo, el prestigio de la tintorería fue creciendo hasta convertirse en la más grande del puerto.

El patriarca de los Ling, a diferencia de Xiang, moriría con la satisfacción y la placidez de haber legado a los suyos un hogar y un oficio dignos.

A la muerte de su padre, Pao Ling, el hijo mayor, tomó las riendas del negocio familiar. Pronto pudo casarse con una muchacha del puerto y crear una numerosa familia.

: III
Ocurrió que una madrugada de tormenta un extraño tocó a las puertas de la tintorería de Pao Ling. Se tenían noticias de que la tormenta empeoraría. El navío mercante “Li Qin” de China había sido reportado como perdido en altamar, a muchas leguas todavía del puerto de Veracruz, su destino final. Nadie lo sabía, pero el extraño que tocaba a la puerta del negocio de Ling era uno de los pocos sobrevivientes del “Li Qin”.

Pao Ling, sorprendido, bajó desde las habitaciones de la segunda planta hasta las puertas de la tintorería y vio cómo el extraño caía desfallecido ante sus pies.

La familia Ling hospedó al extraño, que estuvo inconsciente durante dos semanas enteras. Todos le prodigaron tantos cuidados como les fue posible. Incluso le pagaban un médico.

Finalmente un día el extraño abrió los ojos y contó su historia. Habló de su viaje y de la pesadilla que había sido el naufragio del “Li Qin”. Los Ling le dieron alimentos y ropas. Cuando estuvo recuperado, Pao Ling no dudó en ofrecerle un trabajo en su tintorería. El extraño se mostró agradecido. Vivió con la familia Ling a lo largo de un año. Hasta que un buen día desapareció, así, sin más. Ni siquiera se llevó consigo sus pertenencias. Sólo se esfumó.

Pao Ling trató de no darle importancia al suceso. Pero su desinterés le cobraría caro algunos meses más tarde.

La mujer de Pao Ling cayó enferma un día, víctima de náuseas y de mareos. Llamaron a un médico y éste le dio la noticia que tanto temía escuchar. Su esposa estaba en estado de gravidez.

Pao Ling, abordado por la incertidumbre, obligó un día a su mujer a contarle la verdad. La interrogó sobre la paternidad del hijo que esperaba. Ella se mostró firme y no le dio ni siquiera razones para dudar. Fue así que nació el niño.

Sólo hasta que su esposa estuvo en el lecho de muerte, mucho después, le pudo confesar que el que él creía su vástago menor, llevaba en sus venas la sangre de los Xiang. El extraño al que Pao Ling había dado cobijo no era otro que el descendiente de su otrora amigo Xiang, que había viajado miles de kilómetros para vengar a su padre y entregarle al fin descanso para su espíritu. El extraño que recibió Pao Ling era, por lo tanto, su medio hermano.

De esa forma el nombre de Xiang volvió a quedar impoluto, como la hoja de una espada virgen.


(c) 2004 Tryno Maldonado

Tomado del libro de cuentos
Siete variaciones