entrevista:

garcés vs maldonado


El poeta Maldonado y el poeta Garcés, Barcelona, 2004.

NOTIMEX (Carlos Paul, enviado especial). Febrero 16, 2005. Barcelona. Con motivo del próximo lanzamiento de la novela Viena Roja (Planeta, 2005), la Librería Central de Barcelona y la Editorial Planeta han invitado al escritor Tryno Maldonado (México, 1977, autor de Temas y variaciones) a una serie de eventos en el viejo continente. Entre ellos, además de una conferencia magistral sobre la actualidad de la narrativa latinoamericana (donde de paso marcó su postura sobre la intervención de México en la ARCO de Madrid), destacó también la entrevista que el también joven narrador argentino Gonzalo Garcés (Buenos Aires, 1974, autor de Los impacientes y El futuro) llevó a cabo con Maldonado en un café del Paseo de Gracia. Trascribimos aquí la primera parte de esta brillante interlocución entre dos de los escritores con mayor futuro dentro del panorama literario en lengua castellana.

Gonzalo Garcés: Invierno: las últimas calles, el mar. Hoy es sábado por la mañana. En esta quietud de templo preparo mi entrevista. No puedo recordar de qué manera fue decidido esto; cada vez que me hice la pregunta, encontré que todas las disculpas y rabietas del pasado no bastaban. Vi la comba del sol en el café vacío, vi las paredes vacías.

De pronto, entra una silueta al lugar, cargando una mochila enorme a las espaldas y con unos audífonos calados a los oídos (luego me dirá que escuchaba a The Mars Volta). “¡Poeta Maldonado! Lo creía más bajito...”, le digo. Él sonríe con nerviosismo y nos saludamos con un abrazo. Después pide una Guinness y yo una naranjada. Intercambiamos algunas revistas y libros. El periodista que nos acompaña enciende la grabadora y comienza al fin la entrevista. El café de Paseo de Gracia donde nos hemos citado está vacío. Es muy temprano. Temprano aun para beber. Abro con algunas preguntas casuales para romper la tensión que se respira en el aire: ¿Cómo ha estado el viaje desde México, poeta Maldonado?

Tryno Maldonado: Bien, bien. Nada digno de mención. Las películas... aburridas. Trasbordé en Londres y hubo un retraso de cuatro horas. Sólo eso. Ah, y los precios de la comida en Iberia. ¡Puf! Mira que cobrar el agua... No tienen madre. De ahí en más nada. En el asiento contiguo viajé con una italiana un poco histérica que quería matarme por decir que el A.C. Roma está en la peor temporada de su historia, pero sólo eso...

GG: Por cierto, se olvida usted de algo que prometió traerme desde México. Mi tequila, poeta...

TM: (En este punto, a Maldonado se le suben los colores a la cara). Ejem... Sí, sí... No se me olvidó, de hecho... es que... tuve un pequeño “accidente” con esa botella, mi querido poeta Garcés.

GG: ¿Le ha pasado algo, Maldonado? ¿Está bien? ¿Problemas aduanales?

TM: No, no... para nada. Todo bien. Sólo que los precios de las bebidas a bordo de Iberia son altísimos, ya lo sabrá usted. Y pues, ante semejante contingencia comprenderá que aquella italiana y yo hayamos tenido que echar mano de su regalo para bajar los nervios del vuelo. Sé que usted lo entenderá. (En eso saca un papelito arrugado con un número telefónico y un nombre italiano. Me guiña el ojo en señal de triunfo).

GG: ¡Che...! ¡Pero si usted me había prometido esa botella hace años! Y ahora me sale con esto...

TM: Prometo que en mi próximo viaje remediaremos eso, carnal; no se altere. Le prometo no una, ni dos, sino tres botellas.

GG: Confiaré en usted... En fin. A lo que venimos. Cuénteme de esa novela suya. Me quedé en que era un proyecto sumo ambicioso, que estaba rondando ya las quinientas cuartillas. ¿A qué se debió la decisión de recortarla a sólo las ciento setenta que tengo aquí? Imagino que mucho de esta decisión estriba en la disciplina y el rigor auto crítico que caracterizan su obra.

TM: No. Tuve un problema con mi disco duro. De pronto mi computadora no quiso encender más. Debieron abrirla y toda la cosa. Sólo pude rescatar siete capítulos del disco duro dañado. Y son éstos que usted ve aquí.

GG: Oh... Qué pena. Una lamentable pérdida, sin duda.

TM: Sí, sí... Me fue imposible rescatar mi colección de videos porno, mis MP3s y mi emulador de Atari.

GG: Pero dígame, poeta Maldonado, ¿cómo se ve desde México el panorama de la poesía latinoamericana actual? ¿Cree usted, como ha llegado a afirmar en repetidas ocasiones, que goza de cabal salud?

TM: (En este punto Maldonado toma aliento para lo que será una respuesta profunda y sentenciosa. Da un sorbo largo a su Guinness. Parece que se le ha ido por otro conducto. Se le pone el rostro morado y de pronto entra en un acceso de tos incontrolable. Le doy una serie de golpes fuertes en la espalda para ayudarlo).

GG: ¡Poeta Maldonado! ¿Está usted bien? Tenga cuidado, pibe...

A ver, hábleme de sus congéneres mexicanos, de la narrativa contemporánea de su país. ¿Qué le gusta, qué le disgusta, cuáles son sus amores, cuáles sus aversiones, qué opina del ejercicio que la crítica literaria lleva a cabo en su país?

TM: (Maldonado parecía haberse repuesto por completo, pero sólo oír mi pregunta y su ataque de tos regresa con mayor ímpetu. A estas alturas su crisis se vuelve salvaje. Maldonado lanza espumarajos de cerveza por la boca y por las fosas nasales. Es tanto su escándalo, que ha llamado la atención de un mesero. El periodista que nos acompaña parece estar espantado. Más tarde viene el gerente del lugar a ver qué ocurre. Aclaramos la situación. No pasa nada, digo, con el pobre Maldonado verde por la asfixia, doblándose sobre el estómago en su sitio. Una entrevista entre colegas, sólo eso, una entrevista. Afuera, la ciudad de Barcelona, las últimas calles, la Rambla, el mar... ¡Me fue prometida Jauja, no una excursión al país del miedo!)

Continuará...

(Entrevista ficticia.

Fragmentos tomados

de Los impacientes,

Seix Barral, 2000).