nous regrettons vous,
AFP. París, 10 de febrero. De todos los puentes sobre el río Sena sólo le Pont des Arts comunica la realidad con la ficción, porque allí suelen encontrarse Oliveira y la Maga, los amantes de Rayuela, la novela del argentino Julio Cortázar, de quien mañana se cumplen 21 años de su muerte.
Las primeras frases de esta obra que lo hizo inmortal inauguran un recorrido vertiginoso por París, la ciudad que él definió como ''una metáfora''. Atravesando ese puente hallaremos luego la rue de La Huchette, tratando de adivinar cuál era el hotel donde se amaban Oliveira y la Maga, tal vez ése que está cerca del teatro que representa La cantante calva, de Ionesco, desde hace más de 45 años.
Al leer los cuentos y novelas de Cortázar se podría elaborar una guía de París para enamorados de la literatura, y no sólo de sus calles, sino del dédalo subterráneo del Metro. Se podría visitar también, por ejemplo, el Jardín de las Plantas (clasificadas), situado entre las estaciones Jussieu y Censier, donde hay un zoológico y un museo de historia natural. Allí el narrador se convierte en un axólotl.
A Cortázar solía vérsele vagabundear por el Barrio Latino, cerca del Jardín de Luxemburgo, caminando con su bamboleo de camello, con las manos metidas en los bolsillos de su chamarra de piel.
El Gran Cronopio llegó a la capital francesa en 1951. ''En París somos sucios y bellos'', diría. Había un ambiente de pobreza y las fachadas de los edificios estaban cubiertas de hollín. En las escaleras de madera olía ''a coliflor hervida'', pero se podía hacer el amor.