: mujeres e izquierda en latinoamérica



Ayer recibí las noticias con especial gusto. La República de Chile vio vencer a la primera mujer electa para ocupar la presidencia en ese país. Michelle Bachelet, la candidata de izquierda socialista de la Concentración por la Democracia, ganó los comicios de su país con un margen de 7% de ventaja sobre su rival, Sebastián Piñera, de la Alianza por Chile. Bachelet fue perseguida tras el golpe de estado del 73, a los que le siguieron varios años de exilio. Militante del Partido Socialista, Bachelet es la sexta mujer que encabeza un gobierno en América Latina, después de Violeta Chamorro en Nicaragua (1990-1997), Mireya Moscoso en Panamá (1999-2004), Estela Martínez de Perón en Argentina (1974-1976), Lydia Gueiler en Bolivia (1979-1980) y Rosalía Arteaga en Ecuador (entre el 7 y 12 de febrero de 1997).


Mientras esto sucede en Chile, en nuestro país la cosa es distinta. Muy distinta. Hace un par de días, el único partido que presumía una plataforma de izquierda moderna, de tendencia socialdemócrata, la Alternativa Socialdemócrata y Campesina, canceló entre la polémica y el escándalo, la candidatura de la feminista Patricia Mercado (la única persona por la que he votado para un cargo presidencial, por cierto, hace seis años, cuando ya tenía al fin edad para votar) para la presidencia del país. El colmo de las ridiculeces fue cuando el presidente del partido en cuestión hizo público el registro de su nuevo candidato: Víctor González Torres (cuya familia se ha enriquecido a costillas del erario público en el Partido Verde, mejor conocido por sus botargas y por su apodo de Dr. Simi), un empresario que reconoce su vocación para amasar dinero y que no tiene la más remota idea de lo que se trata la supuesta ala “socialdemócrata” de su partido, y mucho menos la corriente “campesina” del mismo. Tras registrarse ante el IFE, el Doctor Simi, volvió a subirse contentísimo a su lujoso coche BMW, no sin antes gritar a los cuatro vientos lo que será su lema de campaña: “¡Vivan los pobres!” Bah...

Si me lo preguntan, yo creo en esa socialdemocracia cuyo lema acuñó alguna vez Karl Kraus (“Saber es poder”), en la izquierda incluyente que respeta la diversidad y promueve el acceso a la información como una de las vías más sólidas para empoderar a la gente, que busca el “estado de bienestar”, que de verdad incluye en su agenda la justicia social y que pone como sus prioridades a los grupos vulnerables, como las mujeres, indígenas, homosexuales, adultos mayores, artistas, etc. En nuestro país siempre que nace un partido de abierta postura socialdemócrata irremediablemente está destinado al fracaso. Recordemos a Rincón Gallardo y su brillante candidatura, de mucho mayor nivel político que sus rivales. O recordemos, por otro lado, la manera en que los curas católicos exhortaban desde sus púlpitos a no votar por “esos pervertidos” de México Posible en las elecciones pasadas porque su plataforma era feminista, proponía la legalización de la marihuana y además tenían un candidato transexual. ¿Es que acaso nuestro país no está listo para ese tipo de izquierda? Me parece que sí. ¿Votar por otro tipo de izquierda, como esa rancia de los priístas marrulleros y arrepentidos del PRD...? Lo dudo...

Así es que me he quedado en la total incertidumbre y con mi voto en la mano al no hallar una Izquierda en dónde depositarlo. Juro que quise creer en los políticos, sólo por una vez. Pero no puedo ya. Es demasiado pedir. La última vez que creí en una, me corrió de la casa.