: shine on me, monterrey moon
//u2 en monterrey // crónica


La noche del 10 de febrero publiqué un post bastante ardido. La razón fue la impotencia de ver frustrado el viaje a un concierto que esperé durante más de quince años. Me había quedado sin un peso en la bolsa y mis amigos estaban por partir a la mañana siguiente. Pero he aquí la crónica de cómo fue que se salvó el concierto.

02//10//Viernes

11.00pm. Dejo todos los pendientes de trabajo listos luego de un día de escribir como enajenado, sin parar. Voy al cajero automático a retirar el dinero para el viaje. Pero cuál no sería mi sorpresa al ver que algunas de mis colaboraciones aún no me habían sido pagadas. Saldo: cero pesos con cero centavos. Fue un placer atenderle. Con mucho tiempo de antelación, mi compa el Pire había comprado los boletos. Se supondría que yo debería pagárselo un día antes. Pire viajó desde el DF para estar puntual en Zacatecas a la mañana siguiente. Le mando un mensaje por el celular: “El concierto se me fue al carajo. No tengo un peso”.

02//11//Sábado

10.00am He dormido solamente dos horas. Con la certeza de haber tirado a la basura el concierto de mi vida, me quedé leyendo y escribiendo toda la noche, amargado. De nuevo el maldito insomnio. Sólo hasta cerca de las 8.00am fue que logré dormitar un poco. Justo a las 10.00am recibo una llamada al celular. Es el Pire, que ya está en Zacatecas. Me dice que nos vemos en dos horas. Hay que llevar sleeping bag, lo del hotel y lo de la gasolina. Le respondo que me quedé sin un clavo en la bolsa, que será mejor que revenda mi boleto y que con eso paguen todos el hotel, por lo pronto. “No mames. Levántate y vámonos. Hacemos una vaquita entre todos los compas, ya sabe que el dinero es lo de menos”, dice el Pire. En su voz estaba ese tono perentorio que nos había vuelto compas a eso de los quince y dieciséis años, en la prepa, cuando oíamos el Achtung, baby con respeto casi votivo. A pesar de todo, ni él ni yo habíamos tenido ocasión de ver a U2 en vivo. Jamás.

12.00am Me baño a medias. Pongo el sleeping bag en la mochila y una playera extra. En el lugar convenido ya está Nenicho esperando. Pire no da visos de llegar. El sol es inclemente. Media hora después aparece. Quien no da trazos de llegar es el Égar, en cuyo Tsuru se supone que haremos el viaje. Con una hora de retraso o más ponemos finalmente el equipaje en la cajuela y salimos. Parada técnica en la primera gasolinera para llenar los tanques (el del coche y el de nosotros). Desayuno una bolsa de Doritos y dos cervezas Pacífico.

2.00pm El soundtrack para la primera parte del camino está compuesto por Alexisonfire, Evergreen Terrace, Swift, Atreyu, Avenged Sevenfold et al. A pesar de que nadie ha dormido se nota buena vibra en el ambiente. Las trivias sobre U2 salen a relucir. Todos pretendemos ser eruditos en la materia. De cierta forma es un grupo iniciático para nosotros. El primer fogonazo de poesía en nuestras tristes vidas. La chispa que encendió la hoguera mientras rayoneábamos las libretas de matemáticas en la secundaria pública: oír a U2 en el salón, le confería a uno cierta aura de intelectualidad y de respeto. Nadie golpeaba a uno, ni lo filereaban si debajo del espantoso uniforme carcelario color caqui uno traía una camiseta del Joshua Tree.

4.00pm Pasamos el entronque de San Tiburcio y comienzan los pesados retenes militares. Afuera sólo desierto. Bromeamos sobre una escena de la película Casino en el desierto. Égar trae una pala en la cajuela. Droga no llevamos. Eso se consigue allá. Sin embargo, los soldados escuchan nuestra música y miran nuestro aspecto con recelo. “¿Van al concierto?”, preguntan sin falta. “No, oficial, claro que no...”. Y nos dejan ir sin revisarnos. Sólo más adelante nos detienen. La pesada puerta de la cajuela del coche (parece que está blindado) casi guillotina a un soldado y nos mete en problemas. Se me ocurre preguntar si los soldados no tendrán algo de mota que les sobre. “No, claro que no”. Y nos dejan ir.

5.00pm Entramos a Saltillo. Pire tiene bastantes miles de kilómetros en carretera. Yo ni siquiera sé manejar. Soy el copiloto. Sin embargo, estamos tan entrados en la plática sobre road movies y música que Pire no repara en el semáforo. El Tsuru derrapa unos treinta metros sobre el asfalto y milagrosamente se detiene a tiempo para recibir mentadas de madre de los coahuilenses. Pire no bloquea los frenos, de lo contrario, a los 120 kilómetros por hora que íbamos, hubiéramos entrado a Saltillo dando vueltas como trompo.

5.30pm Escala técnica en un Oxxo para comprar Castas (le hago ver al Pire la pintura de Francisco Toledo en la botella de las cervezas) y usar el baño. Nadie sabe todavía cómo es que el Tsuru del Égar está íntegro. Llamo a mi querida Claudia Luna para avisarle que estoy en su ciudad y que le tengo un boleto para U2. Ella está aún trabajando en el Museo del Desierto, pero en cuanto termine nos alcanzará en Monterrey. Está visiblemente emocionada. No creyó que aún pudiera conseguir entradas. Otra iniciada más que se une al viaje. En los días anteriores habíamos platicado bastante sobre el evento con bastante pesimismo. Pero ahora no cabe en sí de la emoción.

6.00pm Entramos al fin a Monterrey. El espectáculo natural de la Sierra Madre es arrobador. Se decreta que a partir de Saltillo en el coche sólo se escuchará música norteña. Ramón Ayala, Los Relámpagos del Norte, Los Cadetes de Linares, Carlos y José. Discutimos acerca de la “invisibilidad” de Zacatecas. Cuando alguno de nosotros sale a otro estado nadie puede reconocer nuestro origen. Zacatecas es anodino. “Te presento a Tryno, viene de... Tlaxcala”. “Claro, Pire, que vive en Monterrey”. “El Égar, ese compita de San Luis”. Etcétera. Para los norteños no somos legítimamente norteños. Pero estamos bien desmarcados del centro. ¿Qué somos los zacatecanos? Una mancha enorme en el mapa con forma de un hombre que camina con paso apelmazado. Nada más. El hotel cancelará nuestras reservaciones si no llegamos a tiempo. No hay ni un minuto que perder. Disfruto del norte. Me siento como en casa. Me gusta su comida. La gente, su trato afable. El acento, mucho más parecido al nuestro. Las costumbres. Me siento mucho más mis anchas en Monterrey que en el DF.

6.30pm La vialidad en Monterrey es algo confusa. Si te pasas una entrada es bastante probable que habrá que recorrer muchos kilómetros más para recuperarla. Llamamos a Irvin para que nos oriente. Luego de un rato logramos dar con el hotel, a una docena de cuadras de la Macroplaza. El coche ha soportado la casi media tonelada que representamos. El suelo queda hecho un asco. No importa. Estamos en Monterrey.

8.00pm En el cuarto se escucha un gruñido feroz. Son nuestros estómagos. Por consenso habrá que ir a probar las famosas Carl’s Junior, unas hamburguesas de carne de brontosaurio. En el centro comercial se ven muchas regias que parecen top models. Desafortudamente también hay muchos conocidos de Zacatecas. Égar dice que los Zacatecanos fresas sí tienen identidad: “Son regios wannabe, chicos tec...” Me tomó dos cafés expresos dobles. Ni aún así consigo espabilarme por completo. Ya soy casi inmune a la cafeína. La falta de sueño comienza a hacer estragos en mí.

9.00pm Me llama Gaby Torres. La conocí el año pasado. Ella y sus amigos organizaron la presentación de mi novela en Monterrey. Minerva no está, pero Óscar sí. Gaby es como la hermana menor, rockera y loca, que nunca tuve (escucha Joy Division y lee a Isabella Santacroce). Quedamos de vernos para más tarde. Claudia llama y confirma. La noche está apenas por comenzar.

11.00pm Claudia ya nos espera en la MARCO. El frío arrecia. Vamos a buscar estacionamiento. Me da tanto gusto verla... Son años ya de conocernos, si hacemos cuentas, desde que estuvimos juntos en el FONCA. Comentamos sobre el curioso azar del destino: siempre que hemos organizado un viaje todo se viene abajo, pero cuando es todo espontáneo resultan los mejores encuentros de todos. La vez pasada fue allí mismo en Monterrey: ella se apareció como un fantasma para escuchar mi lectura en un encuentro de escritores, me saludó, platicamos un rato y desapareció tal como había aparecido. Este no será la excepción. Escucha “Bad” en su coche. Es de sus rolas favoritas de U2. Comentamos sobre lo importante de las letras de Bono para nuestras literaturas. Podrá sonar cándido, pero así fue para nosotros y para muchos más de nuestra generación, a falta de referentes más sólidos. Cuando tuve quince años (alguna vez los tuve) mis poemas era plagios de las letras de Bono. Ah, y alguna vez escribí poesía (toda mala, toda onanística). Anodina e ingenua. Nada más. Por bien de la humanidad sólo narro ahora.

11.30pm Gaby no llega. El Café Iguana está a reventar. Pire, Égar y Nenicho han quedado con otros amigos en otro bar en el Barrio Antiguo. Se adelantan. Sólo media hora más tarde Gaby y Óscar nos hallan. Me da gusto estar con todos ellos.

02//12//Domingo

12.00am Volvemos al Café Iguana. La música, como siempre, perfecta. Nos reciben Pearl Jam, Interpol y The Mars Volta en los altavoces y en las pantallas. Gaby me dice que me he vuelto un “emo”: no sé si por el look, porque no me he cortado el cabello, o solamente por lo sentimentaloide. Dice también que la onda allí es “estilo homeless neoyorquino”. Así es que todos pedimos sendas caguamas de Carta Blanca envueltas en papel estraza y damos el rol. La música se pone cada vez mejor. Charlamos de la próxima adaptación al cine de Porno de Irvine Welsh, sobre el demo que va a grabar la banda de Gaby y sobre algunos chismes del mundillo literario que me parten de la risa. Todos los escritores me tienen por un mamón. ¿Qué le voy a hacer? Salud. El vocalista de Vaquero se aparece. También el bajista de Genitallica. Hacen su aparición varios roqueros y personajes más a lo largo de la noche. El buen José me grita a lo lejos. Platicamos sobre la época en que ambos queríamos ser rockstars y los palomazos que alguna vez nos aventamos en la adolescencia. Me da una buena noticia: su banda acaba de firmar con Universal. Hace tiempo que no me la pasaba tan bien y con tan buena compañía. Sinceramente ya me hacía falta.

4.00am Claudia debe sacar el coche del estacionamiento antes de que lo cierren. Así es que por hoy termina la fiesta.

5.00am Concierto de ronquidos en el cuarto. Yo duermo en el suelo y amanezco con la espalda molida y sin sentir el lado izquierdo del cuerpo. Creo que he ganado el concurso. De los cinco en la habitación soy el que ronca más fuerte. Acepto los honores. No he descansado pero la noche es perfecta.

7.00am Irvin llama para decir que afuera del Estadio Tecnológico están formadas unas 5mil personas, según calcula. Dice también que hay más de 600 que han acampado desde hace dos noches. Nos alarmamos. Sabemos que si en ese instante no nos ponemos de pie y salimos corriendo hasta el estadio, tendremos pocas posibilidades de ganar un buen lugar. Alguien hace un esfuerzo por quitarse la modorra. Alguien más bosteza. Luego nos volvemos a dormir.

10.00am Nos tomamos nuestro tiempo para espabilarnos y turnarnos el baño. Claudia nos invita a desayunar. Nos tomamos nuestro tiempo. Pido cuatro cafés. Sabemos que de cualquier forma ya no llegaremos temprano. Hablamos sobre trucos de magia y sobre magos. Extraña conversación. Nunca llegaremos temprano. Dejamos los dos coches en el estacionamiento del lugar y caminamos hasta el Estadio, con el estómago lleno.




12.00am En los últimos dos días en suma he logrado dormir unas cinco horas. Mi cuerpo lo resiente. La fila para entrar al estadio da dos vueltas. Es enorme. Nos aprovisionamos de varios litros de agua. El sol comienza a volverse cruel sobre nuestras cabezas. En el ínter pasa de todo. La AFI hace su aparición para desmantelar los puestos informales. Una vendedora se prende de una patrulla y es arrastrada varios metros. Pasan unos minutos y los comerciantes reaparecen por todos lados y con mercancía nueva, como si nada. Hay playeras que dicen “Uno, dos, tres, catorce”. Otras camisetas tienen la silueta del Che clonado con Bono.

3.00pm Irvin y su hermano llegan por fin. En cambio el Eloy y compañía no dan trazos de andar por ninguna parte. Tampoco contesta el celular. Tenía ganas de cotorrear con él. Ni modo. Cuando al fin logramos entrar, nuestra fila entra en pánico y se disuelve. Puerta 13. Mal augurio. La formación de horas no ha servido para nada. La multitud se desespera. Los miembros de la seguridad muestran su ineptitud y su nerviosismo. No saben cómo actuar. Aprovechamos el despiste y nos colamos por otra puerta.





5.00pm Nos instalamos muy cerca de la barrera de protección antes del catwalk, en la cancha. Bono aparecerá a unos diez metros de nosotros cuando comience el concierto. Nos sentamos en el suelo para guardar nuestro espacio. La multitud va creciendo más y más conforme pasa el tiempo. En muy poco habrá un total de unas 50mil almas esperando lo mismo que nosotros. Los chavos sentados a nuestro lado nos escuchan hablar y no saben de dónde somos. De nuevo la “invisibilidad zacatecana”. Reímos. Una chava le pregunta a Pire si es chilango. Tras lo que él, lógicamente, se siente ofendido. Nadie sabe dónde está Zacatecas. Se ven muchísimos chavos fresitas. Advenedizos de apenas conocen los dos discos más recientes de U2. Pire les dice: “El concierto de RBD no es hoy”. Mezclados con el público, los fans hardcore se hacen notar fácilmente. Hay con tranquilidad tres generaciones distintas desperdigadas por toda la cancha y las gradas. Nenicho resiente el sol. Compramos cerveza, con lo que se mantenían en pie las huestes del Imperio Romano. Pero sólo Claudia y yo tomamos por el calor.

6.00pm Sucede lo inevitable, lo que tanto temíamos. Luego de esas horas de espera nuestra vejigas comienzan a inflamarse. ¿Qué hacer? Miramos hacia atrás de nosotros. Hay una miríada de seres humanos apiñados. Resguardando su lugar celosamente. Los baños están hasta el fondo. Orinar en esos momentos significa renunciar a nuestros lugares, ganados (literalmente) con el sudor de nuestras frentes (y otras tantas partes del cuerpo). Pire y Égar se muestran firmes. No se moverán. A Pire esto le costará caro cuando su vejiga casi reviente pasadas las 10 de la noche, pero aún no lo sabe. ¿Cómo saberlo? Ni modo. Corremos el riesgo. Nos despedimos de Égar, Nenicho y Pire, sabiendo que es casi improbable volver a verlos entre la batahola. Llegar a los baños nos toma una buen lapso y grandes esfuerzos. Las niñas fresas parecen estar acampando y no escatiman en insultos cuando uno les pisa sus ropas. ¿Con esa boquita vomitan en los baños del Tec luego de la comida? ¡Bah! Qué diferencia con el último concierto al que había ido: Deftones, Ill Niño, Ministry y Korn (aunque allí no había lugar para delicadezas en medio del slam, lo que sobraba era la camaradería y la buena onda).

7.00pm Se encienden las luces del estadio. Se enciende el escenario. Algún despistado en las gradas es abucheado con dureza por llevar una camiseta con la bandera de la Gran Bretaña. ¡A quién se le ocurre en un concierto de dublineses! La parte más económica de las gradas es la más prendida. Inician la ola y la gritería. Los lugares VIP se comportan, en cambio, con solemnidad: quizá crean que van a ver a Alejandro Fernández y los Tenores, de nuevo. La gente los abuchea enrabiadamente. Y entonces todo inicia. Se romuraba que sería Franz Ferdinand quien abriría el concierto. Pero no. Es un grupo nuevo, de Dallas: The Secret Machines. Sólo Eloy los conoce. No son malos. Son malísimos, siendo honestos. La gente no es tan despiadada y soporta con gran estoicismo rola tras rola, todas insípidas, todas iguales. De ser otras las circunstancias ya los habrían bajado con rechiflas y botellazos. La gente de Monterrey, con todo y su fama de codos, demuestran siempre algo de civismo.

8.00pm Tengo tanto sueño que casi caigo dormido con las rolas arrulladoras de The Secret Machines. El momento es ahora o nunca. Si queremos recuperar nuestro lugar es ya. Avanzamos a empujones entre la gente. Nos abrimos paso. Buscamos alguna veta entre los millares de cuerpos apretados. A pesar de todo nuestro esfuerzo es claro que no lograremos avanzar más en determinado punto. Estamos unos cinco metros más atrás de nuestro sitio original. Los demás no dan señas de estar por ahí. Los técnicos comienzan a montar los racks y todo el equipo en el escenario. Se ve que la banda no ha escatimado en costos para su gira por Latinoamérica con todo y que había dicho que por razones de traslado sería más modesta de la del resto del Vertigo Tour. Los racks de bocinas a los costados del escenario son enormes, pintados con diagonales rojas y negras. Sobre cada uno pende un monitor gigante compuesto por múltiples pantallas de LCD. El fondo del escenario es una pantalla gigantesca de pixeles independientes, quizá la más grande del mundo, compuesta por centenares y centenares
de celdas. Hasta entonces sólo es una reja metálica. Nadie sospecha aún del espectáculo multimedia que esta por venir.




8.15pm Cuatro tipos salen al escenario sin que nadie avise nada. Bien podrían ser cuatro técnicos más. ¡¡Uno, dos, tres, CATORCE!! La primera rola es “Vertigo”, como obedece el hecho de que sea el disco que están promocionando. Ahí estaban The Larry Mullen’s Band formada en 1976 en un colegio de Dublín. Algunos años han corrido desde entonces. Yo aún no sabía bien qué estaba pasando. Hasta entonces no había querido darle importancia al hecho que jamás hubiera tenido oportunidad de ver a mi grupo favorito de todos los tiempos. Aunque en mi vida la música en general, y el rock en particular, me han marcado como ninguna otra cosa, estaba muy escéptico y me había hecho pocas ilusiones al respecto. El último disco de la banda, entre otras cosas, me hacían mantener mi postura desconfiada. Creía que no sería nada comparado a haber estado en la gira Zoo TV ni en el Popmart, que era algo así como un “premio de consolación” por no haber tenido chance de estar en las buenas épocas. Pero, ah, qué equivocado estaba.

Para todos aquellos chavitos que critican a U2 por la parafernalia que rodea su acto y su supuesta docilidad con el sistema, vale recordar que la postura de la banda siempre ha sido abiertamente política, desde sus inicios, e incluso activista (¿les dice algo el disco War, de 1983, muchachitos?). Bueno, no voy a discutir con nadie esto de nuevo. Ya he gastado suficiente energía en hacerles ver a los quinceañeros que ésta no es una banda común y corriente. Allá ellos.

La segunda rola fue “I will follow”, un guiño de ojo para los seguidores de hueso colorado. Esta selección en el set list prefiguraba que el concierto sería entrañable. A ésta le siguieron “Electric Co.” y “Elevation” y el estadio parecía que se vendría abajo. El grupo estaba demostrando todo el colmillo que tienen en escena y su madurez como ejecutantes: sólo ellos cuatro tocan, no traen samplers, ni otros instrumentos. Esa austeridad de inmediato da una sensación enorme de intimidad con la banda. Vino entonces “Beautiful Day”, tras la que Bono exclamó: “Es una hermosa noche. He estado esperando esta noche”. El primer concierto en Latinoamérica de esta gira, el primer concierto del año luego de una pausa de dos meses. Yo me encontraba eufórico, contemplando y escuchando con atención cada parte de cada rola, cada movimiento de la banda, la Les Paul de The Edge, su Telecaster, su Stratocaster... pero aún “no me caía el veinte” de que estaba frente a U2, de verdad. Fue sólo hasta la quinta rola. El tambor irlandés de Mullen comenzó a sonar de manera inconfundible. Entonces Bono dijo: “Esta canción es para nuestra querida amiga Kirsty McColl, fallecida hace seis años”. “I have climbed highest mountains, I have run through the fields, only to be with you”, casi a capella. Algo se apoderó de mí, una energía intensa, imposible de refrenar, una electricidad insidiosa en cada músculo de mi cuerpo. Era como si algo dentro de mí se hubiera roto, era como si esa continencia de años y años, como si la eterna complicidad con esa música a lo largo de toda mi juventud de repente se desbordara y arrasara todo con su paso como una tempestad. “But I still haven’t found what I’m looking for…”. Me quebré. Comencé a llorar a raudales. No podía detenerme por más que me esforzaba en ello. El tambor irlandés de la rola incendió algo dentro de mí que ya no pude refrenar en las dos horas siguientes. Fueron minutos de una intensidad indescriptible, una catarsis suspendida. De haber estado solo en medio de la multitud creo que me habría hundido. Pero por fortuna estaba acompañado por alguien que vivía la experiencia con semejante intensidad a la mía.


Luego Bono pidió disculpas por haber tardado tanto en volver luego, ya sabemos, de los lamentables sucesos que tuvo su equipo con los guardaespaldas del hijito yuppie del ex presidente Ernesto Zedillo, hace ocho años. Todo en castellano. Granjeándose una y otra vez la empatía con la gente.

Lo que parecía que sería un concierto íntimo y austero se volvió entonces probablemente el mejor espectáculo de música pop del mundo. Las celdas de 30 x 24 metros del altura al fondo del escenario se encendieron. Con “The City of Blinding Lights” y “Original of the Species” se inició el espectáculo multimedia arrobador.

Uno de los puntos multiclimáticos de la noche llegó en seguida, cuando se reventaron una de las rolas favoritas de Miles Davis, esa que él pidió escuchar una y otra vez mientras agonizaba en su cama: “Bad”, del Unforgettable Fire. La rola, como todos saben, habla de la angustia y el desahucio de un dependiente a la heroína, y Bono, en los ochentas, acostumbraba siempre hacer la mímica de inyectarse durante esa rola, enredándose el cable del micrófono en el antebrazo y arponeándose, cayendo al suelo después. Ahora sus performances son menos incendiarios, pero igualmente intensos. Claudia estaba conmovida. Al final de “Bad”, de manera improvisada, Bono comenzó a cantar el “Cielito lindo”. La banda se calló. Y la cara de los cuatro fue de estupefacción en las pantallas cuando las 50mil personas comenzaron a corearlo sin detenerse ya. Las luces se apagaron y en el cielo brilló una luna deslumbrante. “Shine on me, Monterrey moon”, decía Bono, cantándole a la luna una y otra vez. “México es el futuro. México es el país del futuro. Viva el sueño mexicano”, gritó, y toda la gente se le entregó por completo.



Es normal darle ciertas concesiones a las bandas de rock cuando interpretan en directo. Pero lo cierto es que U2 en vivo tiene un sonido inigualable. Bono es un cantante completo, que muestra todas sus cualidades cuando está sobre las tablas. Así lo demostró cuando en “Miss Sarajevo”, acompañado sólo por el piano de The Edge, se aventuró a cantar en el mismo rango la parte que en la grabación original canta Luciano Pavarotti. Lo hizo. Y lo hizo de maravilla, sin falsear ni perder potencia en una sola nota. La ovación estruendosa no se hizo esperar. Quedó claro que no estábamos frente a un grupo más de rock. Sino frente a unos músicos hechos y derechos que entregan todo en cada tocada.

De ahí en delante vino la parte hardcore del concierto. “Sunday Bloody Sunday”, “Bullet the Blue Sky”, “Pride”, orgasmo dulcísimo tras el que en la pantalla aparecieron los artículos de la Declaración de Derechos Humanos en castellano para dar entrada a “Where the Streets Have no Name” se sucedieron sin descanso y sin dejar bajar la adrenalina ni un segundo. El performance de “Bullet...” siempre es diferente. En esta ocasión, en el largo interludio, Bono se vendó los ojos (con una vandana con la palabra COEXIST formada por la media luna musulmana, la estrella de David y la cruz cristiana) y comenzó a caminar a ciegas por todo el catwalk ante el evidente nerviosismo de la gente, como un equilibrista en suspenso. Alguien cerca de mí decía “Se va a partir la madre, se va a partir la madre”. Y casi lo hace. El vocalista dio un traspié. Pero continuó un poco más.

Luego vino “One”, coreada como pocas. Al terminar la banda desapareció. Se apagaron las luces. En la parte superior de la pantalla gigante surgió la carátula como de esa máquinas tragamonedas de palanca de las Vegas: la primera combinación fue, logo de Zooropa, Frida Kahlo, el Tío Sam y otra más que no recuerdo. Se detiene. Gira de nuevo. Segunda combinación. Logo, la cara estúpida de George W. Bush, logo y la cara atontada de Vicente Fox. El gesto cómico hizo que la gente reventara en carcajadas y abucheos. Volvió a girar. Tercera combinación, la ganadora, póker de logos de Zooropa. La carita con antenas comenzó a decir: “Mamá, mámá, mamá”. Entonces los sonidos metálicos de Berlin comenzaron a repiquetear por todas partes. La guitarra de The Edge abrió “Until the end of the world”, una de mis favoritas, donde Judas le canta a Jesús la noche en que acaba de traicionarlo. Después vino la canción de la noche, la que está dedicada a la luna, a sus ciclos, a su injerencia sobre los ciclos de la tierra, los ciclos humanos, la canción de la mujer, también de sus ciclos. “Mysterious Ways” sonó como nunca mientras en la pantalla monumental un bellísimo multimedia de rostros de mujeres iba pasando. “Johny, take a walk with your sister the moon, let her pale light in, to fill up the room…”, le cantó Bono de nuevo a esa misma luna, y a las mujeres de México, embelesado. Fue el concierto de la Luna. A ese punto, fiel a la costumbre, Bono subió a una chava al escenario para seducirla mientras le cantaba “With or without you”. Lo que no esperaba Bono era que la chavita le siguiera el juego hasta el punto de casi quitarle el micrófono y darle tremendo faje ahí encima.

Cuando cerraron de nuevo con “Vertigo” el estadio parecía que se vendría abajo en un segundo, que el suelo se abriría para tragarnos a todos. Pero no fue así. Bono se puso un sombrero de charro que alguien arrojó al escenario, se despidió y la multitud se dispersó, agotada. Todos respiramos hondo. Con las luces encendidas volvimos a vernos aturdidos a los rostros, los unos a los otros. Durante esas dos horas todos fuimos camaradas. Todos fuimos hermanos y hermanas. Todos y todas fuimos amantes bajo la secrecía y la complicidad de esa luna. Lo guardaremos con goce sólo
para nosotros, ése será nuestro secreto.



El Tryno, Claudia, el Égar, el Nenicho, el Pire



12.00am Nos reunimos de vuelta en el estacionamiento. Pire está visiblemente conmovido por la experiencia. Yo también. No hay necesidad de decir nada. La experiencia significó lo mismo para todos. Todos lloramos y todos reventamos de júbilo en ese breve lapso hasta perder la cordura. Todos fuimos hermanos por una noche. Nos damos un abrazo y volvemos a sumergirnos en la oscuridad. Pactamos entonces no renunciar a la juventud por unos días más y, extasiados, extenuados, con los pantalones sucios, con las suelas desgastadas, con los bolsillos raídos y los estómagos vacíos, acalambrados, ateridos de frío y de dolor, orinamos en las calles desiertas, damos de comer a perros famélicos y nos disolvemos de nuevo en la realidad.

Set List para Monterrey
Estadio Tecnológico
Febrero 12, 2006


Vertigo // I Will Follow // Electric Co. // Elevation // Beautiful Day // I Still Haven’t Found // City of Blinding Lights // Original of the Species // Sometimes // Bad // Love and Peace // Sunday Bloody Sunday // Bullet the Blue Sky // Miss Sarajevo // Pride, in the Name of Love // Where the Streets have no Name // One // (Descanso) // End of the World // Mysterious Ways // With or Without You // (Decanso) // Yahweh // Vertigo



Leer las otras crónicas del concierto narradas por mis compas

-El Pire

-El Égar

-El Irvin

-El Nenicho

-El Eloy

-La Gaby