: día internacional de las mujeres
El Día Internacional de las Mujeres no es un día para regalar planchas o licuadoras o invitar a comer a un restaurant barato a las madres, las esposas, las novias, las hijas, las tías... Eso es lo que creen todavía la gran mayoría de nuestros políticos, tan hechos a las dinámicas paternalistas y patriarcales. Nosotros no.
¿Por qué entonces el 8 de marzo? La naturaleza de esta fecha es muy distinta a la que pudiéramos creer y va mucho más allá de una celebración chabacana. Recordar. Recordar es el verbo capital en este día. El 8 de marzo de 1854, 40,000 Neoyorkinas, obreras de la industria textil, se declararon en huelga para reivindicar una jornada laboral de 12 horas en lugar de las 16 que venían haciendo. El 8 de marzo de 1908, las trabajadoras de la fábrica de textil Cotton de Nueva York se declararon en huelga y se encerraron en la empresa, exigiendo mejores condiciones de trabajo. El empresario provocó un incendio en el que murieron abrasadas las 129 trabajadoras. Dos años después, en el mes de agosto se celebró en Copenhague la 2ª Conferencia de Mujeres Socialistas, en la que a sugerencia de Clara Zetkin y en recuerdo de las 129 trabajadoras neoyorquinas y la lucha de todas las mujeres por mejorar su condición de vida, se aprobó que el día 8 de marzo fuera Jornada Internacional de la Lucha por los Derechos de la Mujer y la Paz. Al año siguiente, estas jornadas se celebraron en Alemania, Austria, Suiza y Dinamarca, y más tarde se universalizarían.
Me viene a la memoria muy a propósito una cita de mi querida amiga Francesca Gargallo:
“En su búsqueda de la igualdad de derechos, las mujeres organizadas han sido ridiculizadas, menospreciadas, asesinadas. Pero desde hace una década, parecería que la igualdad está al alcance de las mujeres. Personajes cinematográficos de mujeres peleadoras, amazonas en la televisión, ministras de Estado, presidentas de corporaciones financieras: la imagen está creada. Pero no, la universalidad les está vedada; su diferencia sigue visualizándose como contingente, anecdótica, no constitutiva de la humanidad”.
¿Por qué entonces el 8 de marzo? La naturaleza de esta fecha es muy distinta a la que pudiéramos creer y va mucho más allá de una celebración chabacana. Recordar. Recordar es el verbo capital en este día. El 8 de marzo de 1854, 40,000 Neoyorkinas, obreras de la industria textil, se declararon en huelga para reivindicar una jornada laboral de 12 horas en lugar de las 16 que venían haciendo. El 8 de marzo de 1908, las trabajadoras de la fábrica de textil Cotton de Nueva York se declararon en huelga y se encerraron en la empresa, exigiendo mejores condiciones de trabajo. El empresario provocó un incendio en el que murieron abrasadas las 129 trabajadoras. Dos años después, en el mes de agosto se celebró en Copenhague la 2ª Conferencia de Mujeres Socialistas, en la que a sugerencia de Clara Zetkin y en recuerdo de las 129 trabajadoras neoyorquinas y la lucha de todas las mujeres por mejorar su condición de vida, se aprobó que el día 8 de marzo fuera Jornada Internacional de la Lucha por los Derechos de la Mujer y la Paz. Al año siguiente, estas jornadas se celebraron en Alemania, Austria, Suiza y Dinamarca, y más tarde se universalizarían.
Me viene a la memoria muy a propósito una cita de mi querida amiga Francesca Gargallo:
“En su búsqueda de la igualdad de derechos, las mujeres organizadas han sido ridiculizadas, menospreciadas, asesinadas. Pero desde hace una década, parecería que la igualdad está al alcance de las mujeres. Personajes cinematográficos de mujeres peleadoras, amazonas en la televisión, ministras de Estado, presidentas de corporaciones financieras: la imagen está creada. Pero no, la universalidad les está vedada; su diferencia sigue visualizándose como contingente, anecdótica, no constitutiva de la humanidad”.
Y es que la humanidad aún está pagando por el crimen más atroz de su historia: el cercenamiento de la mitad de su totalidad, la invisivilización del cincuenta por ciento de la totalidad que la conforma. Las mujeres. En la Historia, en el Arte, en la Ciencia, en la Sociología, en la Psicología, en la Economía, en la vida cotidiana...
Tomemos entonces como pretexto este día para elaborar un ejercicio autocrítico, para volvernos sensibles ante una la posibilidad de una visión de un mundo plural, tolerante, diverso e incluyente, donde tanto hombres como mujeres gocemos de los mismos derechos y las mismas oportunidades a partir del reconocimiento y el respeto de nuestras diferencias. Ante la posibilidad de un mundo donde las mujeres no sea subordinadas, discriminadas o vueltas objeto de violencia por su mera condición de mujeres. Hagamos este ejercicio y repitámoslo todos los días. ¡Ya basta!
No me cansaré de decirlo una y otra vez. Las que sean necesarias. No me importa. Me considero feminista. Y me considero como tal porque, entre muchas otras cosas, de las mujeres he aprendido todo lo que sé. De los hombres sólo he aprendido el odio, la rabia y la violencia.