: top 5 de metallica


pal Maiku Maldonado, en su cumple


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Ya saben que soy metalero declarado desde hace lustros. Así es que esta vez sobran las introducciones. Según mi óptica, aquí les dejo el top 5 de sus majestades Metallica. Algun@s no estarán de acuerdo ni en el orden ni en las omisiones o inclusiones de los álbumes. Si es así, allí están los comments para discutirlo. Larga vida al rock.




: 01 // Ride the lightning (1984)

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¡Power power power! Un derroche salvaje de energía primitiva. Eso es este disco. Bye bye a Dave Mustaine y a su enorme ego. Desde Kill’Em All la banda se había deshecho de su problemático guitarrista/vocalista, que se fue para fundar la banda capital del speed-metal junto a Marty Friedman: Megadeth. A diferencia de los demos No Life ‘Till Leather, Megaforce y su álbum debut, en esta placa hay mucho menos punk y menos vapuleo de tarola con dieciseisavos planos a favor de contrastes melódicos, de temas y de ritmos, todo lo que vindicó a Lars Ulrich (fundador de la banda e hijo de un prodigio del tenis mundial) como uno de los bateristas del heavy metal más auténticos y con la más amplia paleta de recursos técnicos que creó escuela en sucesores como Vinnie Paul y Mike Portnoy. De la misma manera, el otro fundador de Metallica, James Hetfield, enseña aquí sus influencias literarias asimiladas con cierta ingenuidad: Hemingway y Lovecraft, en “For whom the bells toll” y “The call of Ktulu”, respectivamente. No creo que alguna otra placa de Metallica haya creado tantos clásicos como ésta: “Fade to black”, “Creeping death” y “Fot whom the bells toll” son joyas del género que hasta la fecha hacen agitar la cabeza a toda la raza metalera. ¿Qué cómo me enseñé a tocar la guitarra por allá de mis 15 años? Muy fácil: tocando día y noche estas rolas.



: 02 // Master of puppets (1986)

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El 27 de septiembre de 1986, en Suecia, durante una gira en Europa, el autobús de la banda tuvo un accidente que provocó la muerte de su legendario bajista Cliff Burton, que salió disparado por una ventana. Momentos antes, James Hetfield y él habían jugado a la suerte el camarote que finalmente ganó Burton para dormir dentro del autobús. Master of Puppets incluye la obra maestra de este mito del bajo: “Orion”, un rolón de tintes progresivos caracterizado esencialmente por la fuerza melódica, el protagonismo y la versatilidad de las partes del bajo cargado con overdrive a lo largo de sus más de ocho minutos. Cliff Burton fue uno de los primeros bajista en el rock en utilizar el bajo como un instrumento melódico y protagónico, cosa que sólo antes había logrado Paul McCartney en algunas piezas, sin hablar de Jaco, que es cosa aparte. Burton creó toda una escuela con su manera de tocar. Entre sus herederos están ni más ni menos que héroes del bajo de la actualidad como Les Claypool, Billy Sheehan o John Myung. Recordemos que de aquí salieron varios himnos del “merol” más duro y puro de todos los tiempos: desde “Battery” hasta “Damage Inc.”, que no dan tregua ni un minuto durante el slam. Incluso “Master of puppets” fue hace poco catalogada por la cadena VH1 como una de las tres mejores rolas del heavy metal de todos los tiempos, junto a la mítica “Iron Man” de Black Sabbath, los padres del género.




: 03 // And justice for all (1988)

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Muy probablemente haya sido con este disco con el que la banda alcanzó su madurez y su punto álgido como músicos y como letristas. Lejos había quedado el grupo que imitaba la nueva ola de rudimentario heavy metal británico del 80 para atrás. En esta ocasión se toman su tiempo para componer, para crear piezas y texturas sonoras más elaboradas, canciones más complejas estructural y armónicamente que las típicas estructuras ABBA del rock comercial. Así, en medio de un pasaje duro de la vieja escuela a base de acordes de quinta, nos encontramos de pronto inmersos en interludios musicalmente elaborados, cambios de dirección temática y una gran variedad de recursos, sin importar lo largo que puedan resultar las piezas: que se jodan las estaciones de radio, que se joda MTV. ¡Esto es heavy metal, señores! En And Justice For All hay un trabajo musical tan consciente y planeado, que la ambición de sus piezas coquetea en muchas ocasiones con el progresivo: hay evidentemente más intención en las instrumentaciones, variedad rítimica y melódica, Lars Ulrich lleva a la banda, y me atrevería a decir que de paso asienta el precedente del speed metal con todo y su uso original del doble bombo. Kirk Hammet ha perdido la inocencia como guitarrista y da cuenta de que sus lecciones con el maestro Joe Satriani no fueron en balde: su fraseo es mucho menos pentatónico, más modal y versátil, limpio, original y fino para un guitarrista de metal, aunque irremediablemente siempre termina ahogándose en sus propios clichés a la hora de improvisar algún solo kilométrico (y eso hasta el día de hoy). Hammet conoce sus limitaciones y las explota para volverlas un sello distintivo. Este álbum a su vez marca la entrada de Jason Newsted, e incluye la grabación de “To live is to die”, la última canción que compuso Cliff Burton y que decidieron incluir como despedida. Es de este disco de donde abrevaron descaradamente bandas como Dream Theater, Pantera y muchísimas otras de la siguiente generación, de la ola del nü-metal, como Korn, Godsmack y Staind, y de las de hoy en día, como Trivium, Summer’s End, Lamb of God o Atreyu. Silencio. Ya se oye venir. El himno “One” está por reventar las bocinas y los cristales de esta casa.



: 04 // Metallica (1991)

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El también conocido como The Black Album, pésele a quien le pese, es la placa con la producción más cuidada de la que tenemos noticia en la discografía del grupo. De aquí en delante el fenómeno Metallica, el grupo mercantilmente más visible de la escena metalera, que hacía temblar y reventar las arenas de todo el mundo durante la década de los ochentas, fue tomado definitivamente por las garras del mercado para volverlo un producto mediático vía MTV. Las concesiones que Hetfield y compañía hicieron ante este guiño de la Industria, son más que obvias. Las rolas de este disco, en contraste con lo que venía perfilándose, y sobre todo con las de And justice for all, de pasajes instrumentales larguísimos y ambiciosos al estilo del progresivo, se ajustaron de pronto al formato comercial que demanda la radio y el video clip. Metallica, entonces, se volvió una marca comercial. Incluso este disco puso al grupo en las listas de popularidad de esa cosa tan espantosa que se puso de moda a principios de los noventas: las “power ballads” o baladas metaleras, como sea... (he oído “Nothing else matters” hasta la náusea tocada por cantantes pop y hasta por orquestas bluff de las que uno escuchan en los consultorios del dentista). Muy lejos habían quedado los días del garage. Sin embargo, las piezas que conforman el álbum negro son sólidas y de una musicalidad y hooks que no le pida nada a ninguno de los otros, además de que en ningún momento sacrifican poder ni decepciona a los head-banggers más duros. Todos los riffs de las piezas son memorables, muy al estilo de componer de AC/DC, e incluso uno de ellos ha pasado de manera instantánea al salón de la fama de los clásicos del rock: “Enter Sandman” (recordemos que hasta Beavis y Butthead lo eligieron para tocarlo en “air-guitar” ante cientos de espectadores: ¡¡¡¡gah gah gah gah gaaaaaaah... gah gah gah gah gaaaaaaaaaaah...!!!!).



: 05 // Kill‘Em All (1983)

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¿Qué es lo que cualquier adolescente en cualquier parte del mundo, llámese Fresnillo, llámese Niigata, llámese Rio de Janeiro, aprende cuando compra su primera guitarra eléctrica? Claro: un “power chord”. Un simple acorde de quinta: raíz, quinta, octava... Lo golpeas tan duro y tan rápido como tus dedos te lo permitan con una púa de calibre medio. Y si eres osado, pero sólo si de veras eres osado, cambiarás tus dedos tiesos tres o cuatro trastes más adelante con la misma furia en ese leño viejo que tienes por guitarra. ¿El resultado? Rock and roll en su estado más puro, baby... Eso es el Kill’Em All. Ni más ni menos. Toda esa fuerza primitiva y adolescente bramando por salir, por mandar al sistema al carajo y de paso toda esa candidez del punk y del hardcore de la época. Renegar de los que reniegan porque ya son parte también del mismo juego de permisividad de los viejos. Renegar de la clase jodida en la que naciste, de la porquería de escuela pública a la que vas todos los días pero que sospechosamente se parece más a una penitenciaría, y en general renegar de tu país de mierda, de paso partirle su madre de una vez a esos fresas que siempre te hacen burla en la escuela por traer siempre el mismo par de pantalones de mezclilla rotos o la misma playera desteñida de Iron Maiden. Era tiempo de una nueva generación. Era tiempo del trash metal. ¿Cómo olvidar a Cliff Burton tocando el solo inicial de “Anesteshia” pisándole a todo lo que da al pedal de overdrive? ¿Cómo no recordar a sus cándidos imitadores en los toquines escolares o en los festivales improvisados de heavy metal de esa época? ¿Cómo poder evitar quererse meter al slam entre la banda curtida y mariguana de la colonia Lázaro Cárdenas aunque uno saliera golpeado y estrujado cada vez que algún grupo hechizo tocaba un cóver de “Seek and Destroy”? ¡Uuooohhh...! ¡Carajo, eso es el rock!