: encuentro internacional
de escritores, oaxaca 2007
Casi nunca asisto a encuentros de escritores. De hecho ésta ha sido la segunda vez en mi vida que voy a uno. Pero el caso lo ameritaba. Oaxaca lo ameritaba. Volver a ver a varios buenos amigos y amigas, además de entablar amistad con otros tantos, entre comida y mezcal, bien valieron la pena. Sería difícil enumerar todos los eventos de la semana, pero más o menos aquí van algunos.
Finaliza el taller de novela, luego de un año. Trabajamos una sesión final con Jorge Volpi, a quien hace tiempo no veía. Me dan también la noticia de que en Oaxaca me quieren adoptar como escritor, así es que tampoco me voy a hacer del rogar y ya preparo las maletas. Sergio Pitol y Francisco Toledo reciben sendos doctorados honoris causa. Don Carlos Monsiváis manda un mensaje para el ruín de Ulises Ruiz (quien por cierto se acaba de reunir con el igualmente nefasto Felipe Calderón) en su lectura de entrega. Durante las diferentes mesas no faltarán tampoco las referencias al conflicto reciente, incluso David Huerta dedica su lectura a la familia del periodista de Indy Media, Brad Will.
Durante la cena que siguió a la ceremonia quedo impresionado con los “decimeros”, los cantantes de son y huapango que improvisan décimas sobre la marcha. El baile también es algo para hacer notar. Saraí, la chava de Canal Once me explica más o menos cómo funcionan los pasos veracruzanos sobre el tablado (hay que contar las sílabas y los acentos de “ca-fé-con-le-che” o algo así), pero para esas cosas soy un caso perdido.
Más tarde me entero por él mismo, que el maestro Sergio Pitol ha leído mi novela (cosa rara: le gusta) y luego tendré oportunidad de platicar con él todos esos días largamente sobre su generación, sobre Viena, Alma Mahler, Elías Canetti, Karl Kraus, Robert Musil, Broch, etc. Entre otras cosas, en un momento me recomienda que me vaya una temporada de México como hizo él en su época (uh, si yo pudiera, maestro...). Pero bueno, si uno recibe una recomendación directa de un Premio Cervantes, lo más sensato es realizarla, ¿no? Lavar platos en Brooklyn siempre es una opción.
La mesa de nuevos escritores está compuesta como sigue: Antonio Ortuño, uno de los narradores a seguir en esta generación y un gran bróder; Jesús Ramírez, de estirpe literaria; Nicolás Cabral, puntual y brillante como siempre; y además yo, que francamente no sé que hago en la mesa. Hablamos sobre nuestras lecturas iniciáticas, sobre si hay algo que pueda definirse ya como una “generación” (todos lo negamos), y otros temas. Negamos de paso a nuestros padres y abuelos literarios. La gente se desconcierta un poco. Bueno, ¿qué le vamos a hacer? Como dijo Borges, cada quien elige a sus padres literarios. Un honor estar con amigos y escritores de tanto fuelle.
Conozco al buen Rodrigo Rey Rosa, un tipazo, discípulo de Paul Bowles, y que sin duda posee una de las voces más interesantes de la narrativa latinoamericana actual. Charlamos durante unos días y me cuenta que alguna vez publicó una crónica sobre la minería en Guatemala para la revista GRANTA. Las pláticas con Rey Rosa me animan a seguir con mi proyecto original de novela. Curiosamente los escritores latinoamericanos que más me han marcado en los últimos tiempos son guatemaltecos: Rey Rosa y Frank Goldman.
Me topo también por allá con dos grandes amigos y dos de los escritores que más respeto y admiro: Álvaro Enrigue y Alberto Chimal. Durante su mesa alguien los clona en uno sólo: “Álvaro Chimal”. El “Negro” hace una sesión de fotos el jardín botánico de Santo Domingo. Aprovecho y tomo una "foto generacional": “Álvaro Enrigue pintando huevos a la cámara”.
Van y vienen las charlas, el mezcal y las y los escritores en esos días. Aprendo bastante de Juan Carlos de las Canarias y Ramón, gallego, al momento de tratar de controlar a las hordas de chavitos de secundaria y preparatoria durante las pláticas que doy en la semana (a Iván Salinas y a mí casi nos linchan en una; parece que ni Fadanelli en su tiempo se salvó de la gente brava del Istmo). Aparece por ahí el Heriberto Yépez, pero no hay chance de cotorrear mucho. Entre los compas, damos el rol con Sergio González Rodríguez, Mauricio Montiel Figueiras, el maestrazo J. M. Servín, Juan José Rodríguez, Élmer Mendoza, Eve Gil, que me hicieron recuperar algo del acento norteño allá en el sur. En fin, me topé también al Iván Salinas, que ya es más parisino que chilango, a María Baranda, con quien hablé de literatura africana, de Coetzee, y de su trabajo de traducción durante un buen rato, Coral Bracho, Ana García Bergua, Marcelo Uribe, a don David Huerta carrilla que me “tallereó” oportunamente todos mis mensajes de celular, Carlitos Martínez Rentería, Francisco Hinojosa, a Paty Mendoza, a Mario Bellatin que aparece muy seguido por esas tierras, a Eduardo Montagner, a la banda de Chiapas, y muchos más... Quizá el proyecto más interesante del encuentro haya sido que con Luis Alberto Ayala Blanco ya estamos planeando formar una banda de rock ahora que él ha dejado la editorial Sexto Piso y en general el mundo editorial. Quizá se nos una el buen Bernardo Esquinca, también rocker de cepa. Lo malo es que con tanto guitarrista la banda debería llamarse “La Rondalla Eléctrica”.
Al fin conozco a Trino, el monero. Le comento muy seriamente que la gente me busca y compra mis libros con la intención de que yo se los dedique y les dibuje un “Santos” o una “Tetona Mendoza” o un “Peyote Asesino”. Cuando se enteran que yo no soy él, que no soy el monero, se decepcionan sin variedad. Al fin termina el encuentro con la mesa de Jis vs Trino y un round de lucha libre sobre un cuadrilátero instalando en pleno corazón de Oaxaca. ¡Ja!
En esos días me entero de que Marisol va a estrenar su nuevo cuarteto ni más ni menos que con los Arditti dentro del festival Radar. Estrenan su rolita y una de su maestro Brian Ferneyhough. Tristemente debo perdérmelo por no estar en el DF. Qué coraje... No se puede tener todo en la vida. Hoy he vuelto a la rutina y al tedio en mi rancho, donde comienza un Festival Cultural cuyos eventos fuertes suelen ser Humberto Craviotto, Angélica María, Enrique Guzmán o Alberto Vázquez. ¡Chale!
Un abrazo y "gracias totales" a Martín Solares y a Mónica, siempre al pie del cañón, pase lo que pase; a Agar y a Leonardo Da Jandra, que resultó que no nos odiaba tanto como él decía, y que hasta nos cocinó la mejor comida que he probado en toda mi vida; a Memo Quijas y Claudina por la hospitalidad, a toda la banda del taller y a todos y todas en el IAGO, a Ernesto Lumbreras, a Natalia y a don Francisco Toledo por la hospitalidad en San Agustín Etla, y, por supuesto, a toda la banda de Almadía (Ave, Héctor, Roberto, Lulú, Ari, Gerardo, Alejandra), que los estaré viendo a todos muy pronto por allá otra vez. ¡Aguante, Oaxaca!
Finaliza el taller de novela, luego de un año. Trabajamos una sesión final con Jorge Volpi, a quien hace tiempo no veía. Me dan también la noticia de que en Oaxaca me quieren adoptar como escritor, así es que tampoco me voy a hacer del rogar y ya preparo las maletas. Sergio Pitol y Francisco Toledo reciben sendos doctorados honoris causa. Don Carlos Monsiváis manda un mensaje para el ruín de Ulises Ruiz (quien por cierto se acaba de reunir con el igualmente nefasto Felipe Calderón) en su lectura de entrega. Durante las diferentes mesas no faltarán tampoco las referencias al conflicto reciente, incluso David Huerta dedica su lectura a la familia del periodista de Indy Media, Brad Will.
Durante la cena que siguió a la ceremonia quedo impresionado con los “decimeros”, los cantantes de son y huapango que improvisan décimas sobre la marcha. El baile también es algo para hacer notar. Saraí, la chava de Canal Once me explica más o menos cómo funcionan los pasos veracruzanos sobre el tablado (hay que contar las sílabas y los acentos de “ca-fé-con-le-che” o algo así), pero para esas cosas soy un caso perdido.
Más tarde me entero por él mismo, que el maestro Sergio Pitol ha leído mi novela (cosa rara: le gusta) y luego tendré oportunidad de platicar con él todos esos días largamente sobre su generación, sobre Viena, Alma Mahler, Elías Canetti, Karl Kraus, Robert Musil, Broch, etc. Entre otras cosas, en un momento me recomienda que me vaya una temporada de México como hizo él en su época (uh, si yo pudiera, maestro...). Pero bueno, si uno recibe una recomendación directa de un Premio Cervantes, lo más sensato es realizarla, ¿no? Lavar platos en Brooklyn siempre es una opción.
La mesa de nuevos escritores está compuesta como sigue: Antonio Ortuño, uno de los narradores a seguir en esta generación y un gran bróder; Jesús Ramírez, de estirpe literaria; Nicolás Cabral, puntual y brillante como siempre; y además yo, que francamente no sé que hago en la mesa. Hablamos sobre nuestras lecturas iniciáticas, sobre si hay algo que pueda definirse ya como una “generación” (todos lo negamos), y otros temas. Negamos de paso a nuestros padres y abuelos literarios. La gente se desconcierta un poco. Bueno, ¿qué le vamos a hacer? Como dijo Borges, cada quien elige a sus padres literarios. Un honor estar con amigos y escritores de tanto fuelle.
Conozco al buen Rodrigo Rey Rosa, un tipazo, discípulo de Paul Bowles, y que sin duda posee una de las voces más interesantes de la narrativa latinoamericana actual. Charlamos durante unos días y me cuenta que alguna vez publicó una crónica sobre la minería en Guatemala para la revista GRANTA. Las pláticas con Rey Rosa me animan a seguir con mi proyecto original de novela. Curiosamente los escritores latinoamericanos que más me han marcado en los últimos tiempos son guatemaltecos: Rey Rosa y Frank Goldman.
Me topo también por allá con dos grandes amigos y dos de los escritores que más respeto y admiro: Álvaro Enrigue y Alberto Chimal. Durante su mesa alguien los clona en uno sólo: “Álvaro Chimal”. El “Negro” hace una sesión de fotos el jardín botánico de Santo Domingo. Aprovecho y tomo una "foto generacional": “Álvaro Enrigue pintando huevos a la cámara”.
Van y vienen las charlas, el mezcal y las y los escritores en esos días. Aprendo bastante de Juan Carlos de las Canarias y Ramón, gallego, al momento de tratar de controlar a las hordas de chavitos de secundaria y preparatoria durante las pláticas que doy en la semana (a Iván Salinas y a mí casi nos linchan en una; parece que ni Fadanelli en su tiempo se salvó de la gente brava del Istmo). Aparece por ahí el Heriberto Yépez, pero no hay chance de cotorrear mucho. Entre los compas, damos el rol con Sergio González Rodríguez, Mauricio Montiel Figueiras, el maestrazo J. M. Servín, Juan José Rodríguez, Élmer Mendoza, Eve Gil, que me hicieron recuperar algo del acento norteño allá en el sur. En fin, me topé también al Iván Salinas, que ya es más parisino que chilango, a María Baranda, con quien hablé de literatura africana, de Coetzee, y de su trabajo de traducción durante un buen rato, Coral Bracho, Ana García Bergua, Marcelo Uribe, a don David Huerta carrilla que me “tallereó” oportunamente todos mis mensajes de celular, Carlitos Martínez Rentería, Francisco Hinojosa, a Paty Mendoza, a Mario Bellatin que aparece muy seguido por esas tierras, a Eduardo Montagner, a la banda de Chiapas, y muchos más... Quizá el proyecto más interesante del encuentro haya sido que con Luis Alberto Ayala Blanco ya estamos planeando formar una banda de rock ahora que él ha dejado la editorial Sexto Piso y en general el mundo editorial. Quizá se nos una el buen Bernardo Esquinca, también rocker de cepa. Lo malo es que con tanto guitarrista la banda debería llamarse “La Rondalla Eléctrica”.
Al fin conozco a Trino, el monero. Le comento muy seriamente que la gente me busca y compra mis libros con la intención de que yo se los dedique y les dibuje un “Santos” o una “Tetona Mendoza” o un “Peyote Asesino”. Cuando se enteran que yo no soy él, que no soy el monero, se decepcionan sin variedad. Al fin termina el encuentro con la mesa de Jis vs Trino y un round de lucha libre sobre un cuadrilátero instalando en pleno corazón de Oaxaca. ¡Ja!
En esos días me entero de que Marisol va a estrenar su nuevo cuarteto ni más ni menos que con los Arditti dentro del festival Radar. Estrenan su rolita y una de su maestro Brian Ferneyhough. Tristemente debo perdérmelo por no estar en el DF. Qué coraje... No se puede tener todo en la vida. Hoy he vuelto a la rutina y al tedio en mi rancho, donde comienza un Festival Cultural cuyos eventos fuertes suelen ser Humberto Craviotto, Angélica María, Enrique Guzmán o Alberto Vázquez. ¡Chale!
Un abrazo y "gracias totales" a Martín Solares y a Mónica, siempre al pie del cañón, pase lo que pase; a Agar y a Leonardo Da Jandra, que resultó que no nos odiaba tanto como él decía, y que hasta nos cocinó la mejor comida que he probado en toda mi vida; a Memo Quijas y Claudina por la hospitalidad, a toda la banda del taller y a todos y todas en el IAGO, a Ernesto Lumbreras, a Natalia y a don Francisco Toledo por la hospitalidad en San Agustín Etla, y, por supuesto, a toda la banda de Almadía (Ave, Héctor, Roberto, Lulú, Ari, Gerardo, Alejandra), que los estaré viendo a todos muy pronto por allá otra vez. ¡Aguante, Oaxaca!
Y ya. Fin de este post con la Sección de Sociales del mes. Prometo no volverlo a hacer.