: revista quimera




Conversación que tuve con el buen Pablo Raphael (mezcales mediante después en Oaxaca, ¡salud!) para la revista Quimera.




Pablo Raphael. ¿Qué te dice 1985?
Tryno Maldonado. Lo primero que me viene a la mente es el terremoto de la Ciudad de México. Esa mañana me levanté para ir a la primaria, y mi familia, en vez de felicitarme por mi cumpleaños número ocho (nací un 19 de septiembre), comenzó a hablar del temblor. Ese mismo día moría Italo Calvino. Y el PRI, me parece, comenzó a derruirse igual que los cascajos de los edificios del DF al grado de que perdería las elecciones de 1988 (antes de que misteriosamente se “cayera el sistema”). Miguel de la Madrid (el primer presidente del que recuerdo haber tenido noticia) y la figura hegemónica presidencial quedó rebasada por su propia corrupción intestina y las contingencias por primera vez en décadas para dar paso a una nueva etapa gradual para el país en la que seguimos inmersos como en un limbo.

PR. Existen diversas formas para definir a una generación, desde la de
Ortega y Gasset en términos de ciclo vital hasta aquella que entiende
a los nacidos entre guerra y guerra, los nacidos en una década o aquellos
que comparten una serie de valores estéticos y filosóficos. Parece que
hoy las generaciones se rigen por el mercado. Antes de definir a tu generación ¿qué entiendes por generación?
TM. En efecto. La lógica del dinero es la que hace y deshace desde hace tiempo a las generaciones y movimientos con una facilidad pasmosa: Boom, Next Generation, Young British Generation, McOndo, etc. Antes parecía tener muchas más certezas sobre este respecto. Ahora sólo tengo dudas. Y es que no me gusta pensar en el individualismo por ser uno de los principios básicos del liberalismo y del neo-liberalismo, sin embargo sé por experiencia propia que la literatura y la lectura son inevitablemente ejercicios solitarios (George Steiner decía que la imposibilidad de la educación del ser humano contemporáneo consiste en su dificultad por permanecer solo en una habitación). Las generaciones, sus parámetros y sus coincidencias, deberán inventárselas los académicos dentro de unas décadas. Por ahora sé que tengo un grupo de amigos alrededor del país, de edades cercanas a la mía que escriben y leen cosas muy diversas con el mismo gusto y pasión que trato de hacerlo yo.

PR. ¿Cómo entiendes a tu generación? ¿Qué opinas de los manifiestos en tiempos del comunicado y al individualismo en tiempos de la multitud?
TM. No creo ya en manifiestos literarios. Ni en el Surrealista, ni en el de la OULIPO (siempre y cuando estos últimos hayan tenido un manifiesto, no sé). Ni siquiera Dogma 95 respeta ya su propio manifiesto. ¿Quieres llamar la atención? Escribe y firma un manifiesto y listo.
Hace unas semanas estuve en una mesa con Nicolás Cabral y Antonio Ortuño y alguien nos preguntó a los tres cómo definíamos a nuestra generación. La gente quedó muy sacada de onda cuando coincidimos en lo diverso de nuestras lecturas y de nuestras voces, de nuestro reniego por la tradición mexicana en general y por haber dicho que lo que más nos unía eran las cervezas que nos tomamos cada vez que algunos de nosotros y nosotras nos vemos. Eso creo. ¡Salud!

PR. ¿La fragmentación contemporánea sustituye la idea de generación
por la de colectivos? ¿Libertades individuales o bien común?

TM. Colectivos siempre han existido. Desde los Goliardos en la Edad Media hasta Nortec hace unas horas, pasando por la época de los grupos de artistas plásticos en México (Marzo, el Grupo sin Grupo, etc.) Los colectivos son producto de afinidades mientras que las generaciones son construcciones mucho más arbitrarias generalmente identificadas y bautizadas por académicos.

Creo en el bien común en cuanto a lo social, pero la mejor literatura desafortunadamente no se hace en muégano.

PR. Tras el desdibujamiento de las fronteras y la globalización en sus
distintas acepciones ¿Sigue siendo válida la categoría de literatura
nacional?
TM. Sí. Existe una literatura nacional tanto como es inevitable que exista una literatura sexuada o una condicionada por una realidad histórica o geográfica determinada, por una conciencia histórica, como otras construcciones culturales de las que difícilmente nos podemos desmarcar como individuos. La tradición literaria en México ha sido fundamentalmente cosmopolita. No hay de qué sorprenderse. Pienso en Reyes y pienso en Pitol y pienso en García Ponce y en Elizondo, entre muchos otros. Es obvio que existe una tradición, pero no una a la que yo quisiera suscribirme porque francamente en su mayoría me da mucha hueva.

Es cierto que el mercado pretendió vendernos en últimas fechas una “nueva literatura” mexicana cuyo principal mérito fue “negar todo lo mexicano”, una literatura bañada y restañada por las virtudes lenitivas del neo-liberalismo, pero como fundamento estético y temático me parece bastante patético. He percibido en escritores y escritoras de mi edad (y en mí mismo en las novelas que preparo ahora), en cambio, un regreso a México como tema, pero siempre visto con mucho recelo y siempre a la distancia, desde fuera, desde otros países o desde otras tradiciones, a veces con nostalgia y a veces con una ironía despiadada. No nos puedes culpar a los que somos hijos de la deficiente educación pública y que recibimos toda nuestra educación sentimental de un Libro de Texto Gratuito, pues en la secundaria se encargaron hasta el hartazgo de vacunarnos contra Rulfo o Yánez o Azuela. Yo, en lo personal, como tantos cientos de niños zacatecanos, tuve que memorizar la “Suave patria” de inicio a fin. ¿El resultado? Puf... Hasta la fecha no puedo leer ni una línea de López Velarde sin vomitar o sin atacarme de la risa.

PR. ¿Tu literatura es mexicana?
TM. Eso dice mi pasaporte, mi acta de nacimiento, mis recibos de la luz y las cuartas de forros de mis libros. Sí. El estudio reciente del genoma zacatecano, que resultó ser el estado más mestizo de México, también. Mis lecturas iniciáticas y las que ahora frecuento, en cambio, casi nunca lo son. Puedo haber tomado a Viena o a China como temas, pero lo cierto es que la mía será siempre una visión determinada por el hecho incontrovertible de que soy un varón de 29 años de clase media-baja, sin capital cultural ni económico heredados, nacido en una ciudad mexicana pobre de 250mil habitantes donde la gente tiene que migrar a EEUU para no morir de hambre, pues el campo está desahuciado y la industria ni siquiera existe. Quizá yo mismo sea un migrante, por eso he pedido exilio en los pocos libros que tuve a mi alcance y en otras tradiciones.

PR. ¿Qué te dice el concepto wikiliteratura?
TM. El circuito editorial nacional es en su gran mayoría gerontrocéntrico: si estás chavo nadie querrá publicarte. Así me pasó durante mucho tiempo, a pesar de que lo que les ofrecía a los editores era (creo) un libro serio. El internet y los blogs se han convertido en un vehículo alternativo y libre de censura (ése es tema aparte) para exponer y escuchar nuevas voces y propuestas que nunca serían acogidas por el mercado o por las publicaciones dependientes del Estado, por lo que se han vuelto un vaso comunicante múltiple y vertiginoso por el que ha circulado cantidad de información y de relaciones entre los escritores y escritoras de nuestra edad de lugares tan distantes como Tijuana y Oaxaca o Monterrey y Yucatán. En internet el centro del país no existe y el patriarcado vertical y hegemónico al que nos tienen acostumbrados “nuestros mayores” se ha ido desdibujando.

La wikipedia, por su parte, vino a darle un giro a la noción tradicional y anquilosada del sistema enciclopédico: lo wiki-wiki es lo rápido, vertiginoso pero no por ello defectuoso ni impreciso, información creciendo a caudales en cada nuevo minuto por un editor cuyo nombre es legión. El manifiesto de la Literatura Wiki del Taller de París puede que sea una gran broma o un sabroso divertimento (en el que yo mismo he participado alguna vez en mi blog), pero no está nada lejos de lo que viene haciendo por ejemplo Enrique Vila-Matas en sus libros y columnas: una suerte de amanuense que rescribe, extiende o re-mixea textos y citas de otros autores. Yo mismo he hecho en mi primer libro “variaciones” sobre “temas” literarios originales de otros autores pero re-loaded, re-mixes. Y me divertí mucho. Si dios existiera, como dice la rolita de Faithless, sería un DJ.

PR.¿Qué te dice el concepto metaliteratura?
TM. Un recurso solamente, una herramienta bastante trillada que ya dio todo de sí y que quizá los últimos que lo hayan aplicado de forma notable a su obra sean Piglia o Vila-Matas. Es difícil a estas alturas darle una vuelta de tuerca a la viejísima mise en abyme de Las mil y una noches o del Quijote y venderla como novedad otra y otra vez.

PR.¿Qué te dice el concepto literatura militante?
TM. Antes que literatura militante me viene a la mente la noción de literatura comprometida, como quería Sartre. Creo en esa noción cuando me doy cuenta de que vivimos en un país lleno de miseria, de abandono y de desigualdades insultantes, como la flagrante discriminación hacia las mujeres y su consecuente violencia y cosificación en nuestro país.

PR. ¿Qué posición tienes frente a la sentencia “la novela ha
muerto”?

TM. A la novela la vienen matando desde hace décadas y yo francamente la noto bastante sana y rozagante, nutriéndose de los otros géneros, siempre y cuando aún existan, en efecto, los géneros literarios. Me basta leer una nueva entrega de Vila-Matas, Coetzee o de McEwan para ratificarlo.

PR. La tradición romántica nos heredó la idea del genio creativo y la originalidad como categorías que rigieron, incluso, toda la literatura del siglo XX ¿Crees que esta generación hace de la imitación, la intertextualidad y los juegos de provocar realidades instrumentos para luego nutrir textos, como nuevos mecanismos de mimesis, e imitatio, es decir, de nuevas formas de aprendizaje, placer estético y formas creativas?
TM. Definitivamente. Creo en la noción de que somos enanos parados sobre hombros de gigantes, aunque esa sea también la premisa de la idea occidental de progreso. Creo en el texto literario no como palimpsesto sobre el que uno borra para después rescribir, sino en el texto como una sobre-imposición enorme de capas de cristal que deja traslucir todos los otros textos originales debajo de sí. Heriberto Yépez le llama “neo-memoria” y es la ilusión sobre la que “Oxidente” ha creado una falsa noción de unidad. Cuando estás frente a la página en blanco escribes sobre los esténciles con las líneas de los muertos y de los vivos, ni modo.


PR. ¿Qué opinas del plagio como una de las bellas artes?
TM. Yo, con Borges, creo en el plagio. Con Vila-Matas, creo en el plagio de lo previamente plagiado. Pierre Menard era un DJ haciendo scratch sobre un LP viejo y rayado.

PR. ¿Qué opinas de esta sentencia: Lo importante es el interés por los
instrumentos, los escenarios. Hacer del texto un objeto. El libro es un
objeto lineal que manifiesta una estética particular, donde incluso la
anécdota es accesoria.

TM. Algo de esto platicaba el otro día con una amiga. En narrativa, prefiero cada vez más la “honestidad” (como le dicen los escritores gringos, aunque no como la entendemos nosotros, creo) y la fuerza de una voz, antes que el mero artificio. En mi búsqueda actual por una voz propia me identifico con los autores y autoras que van más allá del artefacto narrativo, que vuelven el lenguaje, a sus personajes y situaciones, un vehículo orgánico que al final del día estremece y sacude al lector, que trastoca la manera en que ve el mundo al levantar la mirada de las páginas. Desconfío y bostezo cada vez más de la literatura ascética y abúlica que sigue sistemas predefinidos, que nada cuenta y que nada dice y que tan de moda está. Creo cada día más en Don DeLillo y en que uno debe escribir como si diera un gancho a la mandíbula.

PR. ¿Cuál es la relación presente de la literatura con la ideología?
TM. Siento que en la actualidad es muy mal visto ser congruente con las convicciones personales. Yo trato de serlo en la medida de mis posibilidades y en la medida de que la censura en este país lo permite.

PR. ¿Están los escritores siempre en cabal posesión de lo que quieren expresar?
TM. No. Yo ni siquiera estoy muy seguro de lo que quiero decir y cada vez con mayor frecuencia termino diciendo incluso todo lo contrario a lo que pretendía a través de mis personajes (el oximoron y el silencio son también herramientas bastante expresivas). Eso en cuanto a temas y vehículos expresivos. Por otra parte, también el Estado ha jugado (para mal) un papel decisivo en nuestra tradición literaria. No creo que en ningún otro país a la figura del escritor (de por sí tan inofensiva y patética) se le dé tanto peso e importancia. Un gran escritor extranjero al que admiro me lo puso así: los escritores mexicanos son en su mayoría pusilánimes y tibios porque tienen miedo de perder sus pocos privilegios (bequitas, intercambios, patrocinios, residencias artísticas, sistema nacional de creadores y toda esa mierda). Ah, qué razón tenía... Parafraseando al chino de las metanfetaminas, puedo decir que hay dos vertientes fundamentales dentro de la tradición literaria mexicana: “O COOPERAS O CUELLO”.

PR. Así como en el romanticismo sucedía con la poesía ¿Por qué la crítica literaria se centra hoy principalmente en la narrativa, dejando atrás al teatro, el ensayo y la propia poesía?
TM. De nuevo el Dinero, como diría John Self, el fuckin’ Dinero, el mercado. El mercado nos dice qué leer y al mercado le conviene que leamos novela. ¿Por qué? Porque representa un producto mucho más fácil de consumir, de promocionar, de difundir y de adaptar a otros medios con grandes réditos pecuniarios de paso, porque está visto que las epidemias de manía lectora en Europa de siglos pasados han brotado gracias a la Novela, esa invención europea a la que Estados Unidos respondió con el Cuento. Mientras que la poesía, o el ensayo o el cuento, por su parte, son archipiélagos que demandan cierto esfuerzo intelectual y conocimiento de las tradiciones, la novela sigue siendo casi siempre un animal torpe y dócil con el que cualquier lector casual puede caer enamorado e identificado.

PR. Así como el video y el cine son auxiliares de nuevos modelos que
funcionan para las artes plásticas (el cine como pieza de museo o el
cine al museo) ¿Qué está haciendo la literatura para desbordarse del texto y establecer vasos comunicantes con las demás artes? ¿O crees que ese modelo se agotó en cosas Oulipo, los juegos de palabras, los juegos dadaístas, la poesía visual?
TM. Con Italo Calvino, creo en la novela como un vehículo de conocimiento (mas no didáctico). Mario Bellatin en nuestro contexto me parece el escritor que más hincapié está haciendo en estos esfuerzos por hacer que su discurso traspase las páginas. Pero al final lo que queda es el texto autónomo y desnudo que deberá defenderse por sí mismo.