: the cremaster cycle







Bendita sea la piratería y alabados aquellos que comparten sus torrentz con los demás mortales. Larga vida al reino de la libre circulación de la información. Luego de una semana de descarga en la oficina, al fin conseguí algo que muy pocos afortunados en las Bienales de Venecia, galerías de París o Nueva York, ha podido ver. El ciclo completo de Cremaster.

The Cremaster Cycle (1994-2002), fue una exhibición organizada por el Guggenheim Museum, fue premiada en el Ludwig Museum, Colonia, Alemania en junio de 2002. En octubre del mismo año fue presentada en el Musée d'Art Moderne de la Ville de Paris, y después fue presentada en Nueva York. Después de todo, Matthew Barney (San Francisco, 1967), su autor, no sólo es famoso por ser la pareja de Björk y el padre de su hija. Desde sus tempranas obras a inicios de los noventas, Barney ya venía mostrando su afán por rebasar e hibridar los campos del multimedia, la escultura, la pintura, la instalación y la acción, y había puesto de manifiesto su interés por las formas y estructuras colosales y de proporciones míticas.

“Pretenciosa” es el adjetivo que con mayor frecuencia se suele escuchar al hablar de la obra de Matthew Barney. Y algo (o mucho) hay de cierto. La fotografía abierta y ralentizada de paisajes ciclópeos, el evidente costo de producción, vestuario, maquillaje, las coreografías monumentales, el frecuente tonito épico en que incurren sus historias cuando cae en el desliz de narrar y su deslumbramiento casi infantil por los símbolos lo dejan claro. Pero no se le puede culpar. Con tanto dinero como para rentar un par de dirigibles, el edificio Chrysler, un estadio entero y destrozar seis coches de colección en una escena… yo también lo haría con gusto.

El interés de Barney por lo mítico y la sobre-exposición de símbolos se ve con mayor transparencia en las partes 2 y 3 del ciclo. Los Estados Unidos que recrea Barney de forma episódica es un país que a falta de historia y de una mitología propia debe inventarse a sí mismo con los elementos que tiene a mano. Las marcas (los logos de Goodyear y la Chrysler como elementos simbólicos), los coches de lujo norteamericanos, los rascacielos (el arquitecto del rey Salomón, Hiram, enredado en la mitología de la torre Chrysler y encarnado por el propio Richard Serra), los vaqueros (un extraño rodeo en medio de un lago helado de paso como vindicación de virilidad), los tiroteos en masa en lugares públicos, el rampage (no en balde el asesino Gary Gilmore es interpretado dentro de la serie), la sociedad del espectáculo (fastuosas vedetes de la época de la prohibición montan coreografías y Harry Houdini es interpretado por Norman Mailer, ni más ni menos), son los elementos más recurrentes dentro del universo del Cremaster. 

Otro de los tópicos de Barney es el cuerpo. La imaginería de Barney en este sentido no es algo que pueda verse todos los días. Personajes de obsesiones inusuales, atmósferas enrarecidas hasta el extremo, como una carrera de caballos de carne putrefacta. Su propio cuerpo vuelto campo para la experimentación, atleta acostumbrado, hace escalada libre sobre los cinco niveles lisos del museo Guggenheim en una escena estilo videojuego, y lo deforma cuando es necesario (pierde la dentadura, muestra un miembro alienado, etc.). O el cuerpo cercenado o intervenido mediante extensiones ergonómicas: una mujer sin piernas (la ex atleta y modelo Aimee Mullins) es puesta sobre varios pares de prótesis, desde unas estilizadas de cristal en tacones altos, hasta unas que funcionan como rebanadores de papas o en el caso más extremo, aquéllas con forma de cuartos traseros de guepardo en la batalla de los cinco niveles donde el amo del juego es Richard Serra.

La música como elemento narrativo (casi no hay diálogos en las más de 7 horas del ciclo) o como elemento incidental. Desde piezas de aires celtas hasta bandas de heavy metal dirigidas por un batallón de abejas enloquecidas y Dave Lombardo en la batería. La música en Barney es fundamental y protagónica, más que una mera herramienta es una protagonista. En la parte 3, por ejemplo, los grandes maestres de la secta masónica supuestamente fundadora de la torre Chrysler instruyen a un obrero para que acondicione los túneles y los gruesos cables de acero de los ascensores como las cuerdas y las cajas de resonancia para que el edificio entero se vuelta así el instrumento de un ejecutante virtuoso. Y la quinta parte del ciclo, como broche de oro, es una puesta en abismo de una ópera tradicional.

Quizá lo que choque siempre un tanto en cada entrega del Cremaster sea ese tufillo de una visión tan androcéntrica del mundo (desde el título, pues el “cremáster” es el músculo que regula el movimiento del escroto) y taaaan gringa. Pero en fin, nadie es perfecto.

Para ser honesto, hace mucho que algo puesto en pantalla no me impresionaba tanto. Larga vida, pues, a Matthew Barney, con todo y sus detractores.