: murió david foster wallace (1962-2008)





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Aún no doy crédito a la inesperada noticia. David Foster Wallace, el mejor escritor de su generación, se ahorcó el sábado pasado en su casa de California. Supe del suicidio de Foster Wallace hace unos segundos por el blog de David. Mientras escribo esto aún no puedo creerlo. Es como escuchar que un buen amigo, alguien cercano que uno ha conocido bien que mal por medio de sus libros, ha decidido matarse. Estoy conmocionado. Justo ayer pensaba en no claudicar en mi nuevo libro, que toma como molde formal y motivación por su garra y estructura, uno de Foster Wallace. Pensaba en Foster Wallace como ejemplo de fuerza para no claudicar en la escritura que tengo desbalagada... y me entero de esto. Sigo conmocionado. La Kakutani escribió este texto de despedida para The New York Times. Hasta pronto, maestro David.



Michiko Kakutani
The New York Times

David Foster Wallace usó sus prodigiosos dones de escritor -su exuberante prosa maníaca, sus feroces poderes de observación, su capacidad para fusionar técnicas de vanguardia con una anticuada seriedad moral - para crear una serie de retratos rápidos y titilantes del Estados Unidos de este milenio con su sobredosis de espectáculo y auto-gratificación, y para capturar, en palabras del músico Robert Plant, las infinitas facetas "profundas e insignificantes" de la vida contemporánea.

Podía conjurar un futuro absurdo y transmitir al mismo tiempo las incursiones que ya hizo el absurdo en un país donde viejos programas de televisión son una referencia nacional y publicidades estúpidas envuelven nuestras vidas. Wallace, que murió el viernes a la noche en su casa de Claremont, California, a los 46 años, en lo que aparentemente fue un suicidio, formaba parte de una generación de escritores que se criaron con la obra de Thomas Pynchon, Don DeLillo y Robert Coover, una generación que alcanzó la mayoría de edad en los 60 y los 70 y que daba por sentada la discontinuidad. En una suerte de manifiesto estético, una vez escribió que la ironía y el ridículo se habían convertido en "agentes de una gran desesperación y estancamiento en la cultura estadounidense" y deploró la pérdida de compromiso con los temas morales profundos que animaron la obra de los grandes novelistas del siglo XIX.

El lector no podía dejar de sentir que Wallace había inhalado la demasía del Estados Unidos contemporáneo -un lugar asediado por demasiada información, demasiadas imágenes de video, demasiados anuncios de ventas de muchos decibeles y avisos políticos poco sinceros- y tenía tantas ideas contradictorias al respecto que sólo podía expresarlas en narrativas nada concisas y abundantes llenas de digresiones al estilo cinta de Möbius, copiosas notas al pie y apartes filosóficos entrelazados. Aunque sus libros pueden llegar a hacer reír a carcajadas, un lamento de tristeza y desesperación recorre también la obra de Wallace. Infinite Jest que describe un Estados Unidos deprimente, tóxico y completamente comercializado puso de manifiesto el virtuosismo de Wallace y anunció su llegada como uno de los talentos más destacados de su generación.

Sus incursiones en el ensayo, A supposedly Fun Thing I'll Never Do Again (1997) y Consider the Lobster (2005), recordaron al lector los abundantes dones de Wallace como escritor y su agudeza para reproducir las ridiculeces de la vida en Estados Unidos en un momento precario de articulación.