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Siempre juntos y otros cuentos (antología)
Rodrigo Rey Rosa
Almadía, Oaxaca, octubre, 2008.





1. Ningún lugar sagrado.
Los textos de esta antología pertenecientes al libro Ningún lugar sagrado, corresponden casi todos a la época en que Rodrigo Rey Rosa vivió en Nueva York. Frustrado por la imposibilidad de tomarse el tiempo justo para concentrarse en un proyecto narrativo en medio del ritmo vertiginoso de la Gran Manzana, un buen día decidió contárselo en una carta a su amigo Paul Bowles. Éste le respondió que allí precisamente tenía el tema, que se sentara de una vez a escribir sobre la propia imposibilidad de escribir en el vértigo citadino de la metrópoli. De esta época, sólo el relato “Ningún lugar sagrado” fue escrito posteriormente, por petición de su editor en Seix Barral y habiendo dejado ya Nueva York. Y son, de esta suerte, los relatos de Ningún lugar sagrado los que bien pueden ser catalogados como los más ambiciosos a nivel formal en esta antología, lo más experimentales dentro de la obra de Rey Rosa. Desde la mirada fría dentro de una relación de un padre y una hija desahuciada de “La hija que no tuve”, hasta la estructura de zapping televisivo en forma de mosaico fragmentario y vertiginoso como la propia ciudad que describe en “Video”, pasando por el ritmo delirante y la voz descoyuntada en el formato epistolar de “Negocio para el milenio”, donde aparentemente un presidiario obsesivo envía cartas a un presidente de una transnacional para ofrecerle un invento suyo, un novedoso sistema penitenciario parecido al panopticón de Foucault.


Se ha hablado hasta el lugar común acerca de la precisión en el lenguaje y de la concisión estilística de Rodrigo Rey Rosa. Pero pocos se han detenido a llamarlo “técnica”, una técnica rigurosa conjugada con una enorme voluntad de narrar, algo que él propio Rey Rosa ha mencionado varias veces como el “goce físico por narrar”. Sólo Roberto Bolaño alcanzó a reconocer ese motor secreto que anima esta prosa dura como el basalto y decantada como el acero: la voluntad. La anécdota con la que retrata Roberto Bolaño a Rodrigo Rey Rosa en Mali, en su libro Entre paréntesis, da testimonio de un escritor de cepa, con una voluntad inquebrantable como el propio registro en que están escritos sus cuentos.



2. El cuchillo del mendigo.
Quizá sea en los cuentos de esta antología pertenecientes a la época de El cuchillo del mendigo y el Agua quieta (1985), los relatos iniciáticos de Rey Rosa, donde la sombra de Borges tiene más peso que en cualquier otra zona del libro. El anhelo temprano de un autor por violentar el lenguaje para descubrir su propia voz, por sacudirse la tradición oral pero a la vez por evitar lo libresco y lo hermético, transgrediendo convenciones sintácticas y tratando de hallar la imagen precisa para trasvasar una experiencia, sin dejar nunca de narrar, de crear historias subterráneas, de engendrar misterios. Aquí aparecen ya algunos tópicos dentro del universo de Rey Rosa que seguirá explotando a lo largo de su obra: la infancia y la pérdida de la inocencia, la línea fronteriza entre la fe y el paganismo, la violencia en distintos niveles, claves y formas, así como una mirada acuciosa y sin concesiones a su natal Guatemala. Los niños usados para sacrificios religiosos en “La lluvia y otros niños”, la muerte a sangre fría de un recién vuelto a su tierra en “El cuchillo del mendigo”, el misterioso asesinato de un gringo en Guatemala y la amenaza que representará en delante su sirviente para la esposa en “El agua quieta”, el infante que reta su fe en “La prueba” asfixiando a un canario, o aquel que confronta la autoridad paterna desatando un accidente vial en “El pagano”, son muestra de ello.



3. Cárcel de árboles.
Si el primer maestro de Rey Rosa fue Borges, el segundo (con tanta o mayor injerencia que el primero), debe serlo Bioy Casares. La invención de Morel, la nouvelle perfecta de Bioy, no había tenido hasta hace poco un parangón que le hiciera justicia. “Cárcel de árboles” expone el tópico de la “prisión ideal” tan frecuente en el imaginario de este escritor guatemalteco. Nouvelle política sin serlo, “Cárcel de árboles” es un híbrido que conjuga la novela negra con la novela de crítica social, que cubre las cualidades de ambas cosas con la virtud de no ser ninguna, y que en la realidad en la Guatemala de esa época casualmente encontró un símil aterrador: ese año en Guatemala (1991, me parece) fueron descubiertas cárceles clandestinas y centros de tortura en el Petén. Cárceles multitudinarias manejadas por el ejército, en las que torturaban a los presos políticos.

Según Foucault hay dos formas de castigo o “tecnologías de castigo” como él las llama. La primera, la tecnología de castigo monárquica, consiste en la represión de la población mediante ejecuciones públicas y tortura. La segunda, el castigo disciplinario, es la forma de castigo practicada hoy día, y la que Rodrigo Rey Rosa lleva al súmmum en “Cárcel de árboles”, donde un enorme ejército de prisioneros son sometidos mentalmente bajo un sistema lingüístico-conductista tramado por las figuras de autoridad con fines y métodos oscuros.

El tema de la prisión en el universo de Rey Rosa se repite en En piedras encantadas, donde aparece una máquina en manos del gobierno donde se almacenan los datos de la población. Aunque hoy en día una base de datos así es de uso común (como Google, que tiene registro de nuestros hábitos temáticos y de consumo así como datos personales bastante precisos), la descripción de dicha máquina fue tomada por el autor, casi tal cual, de un informe muy conocido en Guatemala sobre la Recuperación de la Memoria Histórica, que da cuenta de muchos de los estragos causados por el “conflicto armado” en aquel país, y que hace revista de los mecanismos estatales de represión.

A pesar de dar siempre en la diana de asuntos sociales y políticos de la actualidad latinoamericana, Rey Rosa no se considera a sí mismo autor de “literatura comprometida”, pues en sus propias palabras “todo lo que un escritor de ficción puede denunciar ya fue denunciado mil veces por la prensa. Lo que tiene la literatura es la posibilidad de profundizar en la naturaleza criminal de la sociedad, tal vez, pero no denunciar, sino simplemente reflexionar sobre eso, tratar de ver la realidad de una manera menos banal con respecto a lo que la prensa denuncia. No creo que la ficción tenga actitudes para la denuncia, más bien para la profundización de lo que todo el mundo sabe. Pero es igual acerca del amor, del comercio: al tratarlo uno literariamente, lo que hace es que se vuelve a ver y se ve más claramente o más detenidamente, pero eso no es denuncia, es simplemente reflexión”.


4. Lo que soñó Sebastián.
“La peor parte” es la pieza elegida para esta antología, perteneciente a un libro donde predominan las atmósferas enrarecidas y las presencias atávicas, los viajes a regiones inhóspitas que valen como introyecciones en el centro de las tinieblas. La tensión dramática, el dominio del misterio y la abundancia de elipsis, que terminan por ser la herramienta más elocuente y la una marca distintiva en la voz de Rey Rosa, están muy presentes en esta etapa de su obra.


5. Otro zoo.
Las de Otro zoo, por su parte, son todas piezas maestras y las entregas más solventes que Rey Rosa ha dado hasta hoy. De nuevo la prisión ideal, la prisión invisible, como tema: desde una reducción simbólica representada en el encierro y la tortura de un alacrán dentro del cristal de un vaso en “Siempre juntos”, hasta de nuevo los mundos orwellianos de regímenes que anhelan un control total, como en el relato “Otro zoo”, donde una niña es raptada en un zoológico y misteriosamente vuelve sólo para despedirse de su padre, desde otro mundo, sin dar más explicaciones. Mientras que en la nouvelle “Finca familiar” volvemos a hallar de nuevo el tema de la infancia entrada en su punto de quiebre, el misterio, y el género negro llevado a niveles literarios notables. Es con Otro zoo que Rey Rosa deja claro que su obra pertenece desde hace tiempo a los estantes de los grandes maestros latinoamericanos.

La vida, tal como lo quiso Bolaño y como lo celebró del propio Rey Rosa, es la mayor lección de escritura. Cada cuento, cada nouvelle suya son igualmente una rigurosa lección de escritura. Y hoy, con él, en Almadía y en Oaxaca lo celebramos.

Rodrigo Rey Rosa nació en Guatemala en 1958 y allí cursó estudios. Residió luego en Nueva York y, tras vivir varios años en Marruecos, reside hoy nuevamente en Guatemala. Su obra narrativa ha sido traducida al inglés (por Paul Bowles, de cuya obra es albacea), francés, alemán, holandés, italiano y japonés, todas ellas con excelente acogida por parte de la crítica.


-Tryno Maldonado
Editor Almadía