: basquiat, el niño radiante



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Nadie quiere a un niño genio. En Oaxaca basta levantar una piedra para encontrar piquetes de pintores o galeristas. Mi vecino es galerista, de Nueva York. Fue amigo muy cercano de Jean-Michel Basquiat y de todo ese círculo variopinto de los ochenta en el que confluían Francesco Clemente o Vincent Gallo con la misma soltura que la propia Madonna o Deborah Harris (su ex novia y la primera persona que compró un cuadro suyo, respectivamente). Me cuesta trabajo disimular mi interés por sacarle la sopa a mi vecino sobre Basquiat siempre que nos sentamos a platicar en el patio. Pensé incluso no lavarme la mano que había saludado la mano que había saludado miles de veces la mano del niño insufrible de la pintura. Basquiat era un junky, dice mi vecino con fastidio y en su limitado español sustituyéndolo por la seña de inyectarse en el brazo. No le gusta hablar sobre él. Era insoportable, dice. Así que tengo que sacarle las palabras con tirabuzón, fingiendo que no me emociona oír acerca de las hazañas de su grupo de amigos del Downtown. Después, vuelvo a meterme al departamento, corriendo, a cotejar exultante cada una de las anécdotas que contó mi vecino con las fechas y nombres en mis libros sobre Basquiat. ¿Cómo no haber caído rendido ante semejante descarga de talento y de furia, ante ese carisma desaseado y expansivo? No lo sé. Por eso me quedo con mi versión de Basquiat, la que lo idealiza y lo entroniza, que le concede los beneficios del aura de enfant terrible, y no con la otra, la verdadera, la de mi vecino, que debió soportarlo en más de un mal viaje.

The Radiant Child es un documental de Tamra Davis elaborado con pietaje y entrevistas informales a Basquiat a los 25, así como testimonios actuales de miembros de su círculo, como Julian Schnabel o Fab Five Fred. Se estrenó en el Sundance Film Festival de este año.




The Radiant Child, Tamra Davis, 2010.