: entrevista para la revista gente
Éstas son mis respuestas completas que la periodista Mónica Maristain nos hizo a varios autores y autoras de mi generación para la revista Gente.
1)
¿Cree que hay un
nuevo auge de la literatura mexicana?
-Es puro sentido común. Cualquiera que
ponga en duda que en un país de más de 110 millones de habitantes pueda existir
una potencia creadora en cualquier ámbito, simplemente se estará haciendo pasar
por pesimista o haciéndose interesante. Sin embargo, no puedo evitar mostrarme
cada vez más escéptico frente a ese anhelo de novedad constante, e incluso ante
la novedad como un valor por sí mismo y no dejar de relacionarlo con los ciclos
del mercado. Somos parte de un bono demográfico. Sí. De eso no hay duda.
Pertenecemos a la que hasta entonces era generación más sana y mejor educada
que había dado este país. Eso también es cierto. Y, no obstante, formamos parte
del sector más apático, desencantado y renuente a todo tipo de compromiso
(político, artístico, de pareja, etcétera) de la sociedad. Por no hablar de que
la gente de mi generación es la que engrosa las listas de desempleados y de las
bajas en la absurda “guerra” de Felipe Calderón contra el narcotráfico. Somos,
en fin, una generación inexistente. Intentar sobrevivir en este país: ¡ése sí
que es un auge generacional!
2)
En la década pasada
los actores y directores de cine le dieron a México proyección internacional.
Esa tarea parece estar destinada ahora a los nuevos autores nacionales. ¿Es el
momento más difícil de su país para cumplir esa misión?
-Dedicarse a hacer literatura en este
país es un acto de necedad. Una acción kamikaze. Seguimos vivos de puro milagro.
La literatura, en esencia, jamás dejará de ser marginal. No existe un mercado
editorial que se le acerque ni de broma al del cine, mucho menos los apoyos
estatales monstruosos que recibe éste. Los escritores somos outsiders. Vivimos
y creamos en los márgenes, por lo que las historias que tienen que ser contadas
y leídas en el México de aquí y ahora están en los libros de algunos de mis
amigos de generación, y ya no en una sala de cine mientras te atiborras de
refrescos jumbo y de palomitas mientras ves películas hipsters de directores de
Coyoacán o la Condesa.
Respecto a los
directores de cine, ese éxito y esos discursos exportables lo supieron ver muy
a tiempo en el poder en turno, que quiso aprovechar la magnífica oportunidad y
ve lo que sucedió: se duplicaron los apoyos al cine (aunque en la práctica
CONACULTA en los sexenios panistas siempre, sin variedad, subejerce su
presupuesto en otras áreas), los discursos de esos directores fueron inoculados
consciente o inconscientemente por la injerencia paternalista del Estado y
ahora son institucionales (ve el caso patético de Michel Franco y sus spots
oficiales a favor de Felipe Calderón). ¿Qué clase de propuesta estética puede
salir de un discurso de entrada maleado por su relación con el poder? Ninguna
que valga la pena, creo yo.
3)
La característica de
la nueva literatura mexicana parece ser que no hay temas fijos. ¿De qué quiere
hablar usted a través de sus libros?
-Todos mis temas nacen de manera muy
natural a partir de las inquietudes específicas que me apasionen en ese
momento. He llegado a escribir incluso sobre matemáticas, por ejemplo, cuando
toda mi vida como estudiante reprobé año tras año esa materia. Supongo que mis
libros, en conjunto, hablan de un grupo de individuos que transitan por un momento
histórico específico y tratan de arreglárselas como pueden para ser felices a
pesar de las fuerzas que se oponen a ello (una de esas fuerzas es el Estado y
su uso de la violencia). Y, por supuesto, jamás lo logran. En el caso
particular de mi nueva novela, Teoría de las catástrofes, abordo un tema social a partir de una historia
de pareja.
4)
Muchos decían que
estos iban a ser los años de la narcoliteratura. Sin embargo, los nuevos
escritores desmienten esta predicción. ¿No previvirá ese género incipiente?
-Es que aquella predicción seguramente
la hizo un crítico literario. Lo mejor que uno puede hacer por el bien de la
literatura nacional es escupirle a los críticos literarios en un ojo. Yo soy de
Zacatecas. Lo más fácil del mundo para mí sería rasgarme las vestiduras y
contar de cómo dos cárteles se están peleando mi estado (tres si contamos que
el PRI ha regresado) y de cómo mis amigos y mi familia han ido desapareciendo o
han sido violentados directa o indirectamente por este conflicto. ¿Por qué voy a
aportar mi trabajo para trivializar este tipo violencia y volverla parte del
paisaje cotidiano? Me parecería un acto inmoral y oportunista hacerlo, como
hace tanta gente con libros escritos al vapor para “aprovechar la coyuntura”.
Me parecía mil veces honesto y más urgente, en cambio, hablar en mi novela Teoría
de las catástrofes sobre la
violencia de Estado que ejerció el PRI contra el magisterio y la sociedad civil
en 2006 (desapariciones, persecuciones, presos políticos, torturas, escuadrones
paramilitares, asesinatos…). Si quiero denunciar las torpes políticas públicas
con que se ha abordado el problema de narcotráfico, salgo a la calle como
cualquier ciudadano y realizo acciones de protesta o de desobediencia civil
ante la intransigencia del poder para escuchar y entablar el diálogo e incidir
para rectificar de estrategia. En cambio, me parece muy barato y de pésimo
gusto como artista subirse al tren oportunista del momento, como hacen tantos
hoy en día (de pronto resulta que todo mundo tiene una abuelita o un primo
sicario en Monclova, Tamaulipas o Ciudad Juárez). La narcoliteratura y el arte
relacionado con el narco nació para rellenar los estantes de las librerías de
los centros comerciales y las galerías de arte y forrarse de dinero de forma
oportunista e inmoral. Está plagada, salvo excepciones contadas, de farsantes.
Y si no, pensemos una cosa: de entre las obras maestras de la Generación
Perdida que vivió la época de la prohibición en EEUU, ¿cuántas novelas sobre
tráfico ilegal de alcohol y matanzas entre gángsteres nos quedan? Respuesta:
salvo referencias soslayadas en El gran Gatsby, ninguna.
5)
¿Lee a sus colegas y
compatriotas de la misma generación?
-Sí. A todos. En 2008 realicé una
antología generacional y estuve un año entero leyendo incluso en los fondos
estatales a los autores en activo más o menos de mi edad. Así es que les
conozco a todos y a todas sus mañas. Los tengo bien checaditos. Me hubiera
gustado mucho realizar el segundo volumen de aquella antología que ya tenía
planeado y donde estaba el resto de los autores fundamentales de esta
generación, pero no fue posible.
6)
Muertos Monsiváis y
Fuentes, sobre todo Fuentes, ¿ya no hay Presidente de la República de las
Letras o ese puesto habría que dárselo a Villoro?
-No, por favor. No pensemos bajo el
mismo viejo esquema paternalista y patriarcal del viejo régimen. No hay
tlatoanis. No hay patriarcas. Y Juan Villoro debe estar demasiado ocupado como
para que encima vayamos a torturarlo con viejas prácticas priístas que desde
luego a él no le alegrarían en absoluto. Y, bueno, en dado caso de que
existiera una República de las Letras, yo preferiría que hubiera una
Presidenta. Eso sí sería comenzar a cambiar nuestra mentalidad patriarcal tan
obtusa.
7)
¿O ni siquiera hay
República Mexicana de las Letras?
-Hay un grupo de individuos
disgregados por todo el territorio nacional y el extranjero (pero sobre todo
fuera el DF) tratando con todas sus fuerzas y recursos de sacarle un poco de
buena literatura al maldito teclado todos los días. Lo otro, todo lo demás que
no ocurre en ese ámbito, es política de la vieja escuela.
8)
El otro día alguien
me decía que en España hay una burbuja literaria similar a la inmobiliaria que
devastó el país. ¿Cree que muchos autores españoles están sobrevaluados en
nuestro continente?
-Si el mercado literario español de
nuestra generación es una burbuja especulativa hueca que puede reventar a la
menor provocación, entonces la más reciente antología de la revista Granta que
pretende englobarla sería su Goldman Sachs o su Lehman Brothers. ¿Quién
condenados son esos españoles que nos quisieron vender como los mejores autores
de nuestra generación? Sólo en su pequeña península los conocen. El editor,
continuando con el símil, equivaldría a un Bernard Madoff: quiso vendernos gato
por liebre. ¿Quería la mejor literatura hecha en español de esta generación? Se
hubiera tomado la molestia de leer un poco más de lo que se hace en este lado
del Atlántico. Ellos se lo pierden. Comencemos nosotros mismos a desmitificar
de una vez ese mito colonialista de que los autores mexicanos que somos
editados en España “ya la hicimos”. No hay mentira más grande; te lo digo por
experiencia propia. La mejor literatura en español, insisto, se está haciendo
en América Latina. Miremos hacia acá. Leámonos.
9)
Hábleme, por favor,
de sus gustos literarios.
-Cada vez me interesan más los autores
y las autoras que lidian con temas que tienen que ver con la frontera entre la
vida y la muerte. Las novelas metaliterarias o que sólo hablan de otros autores
y de otros libros me producen bostezos. Sobre todo aquellas que narran la
“interesantísima” vida interior de gente de la Ciudad de México atascada en el
tráfico de Reforma o contemplando el mundo desde su biblioteca o un bar de la
colonia Condesa. ¡Qué pereza! Busco movimiento vital en las novelas como señal
de que los seremos humanos tenemos un peso específico sobre nuestro entorno y
sobre quienes nos rodean. No me gusta la literatura que me evade del país y del
mundo donde vivo. Me gusta la literatura que me hace confrontarme de lleno con
el país y el mundo en los que habito. Eso ambiciono también como escritor.
Cormac McCarthy es un estupendo ejemplo de lo que busco (además de ser el único
autor vivo que habla de mi pueblo, Zacatecas). Al menos en mi novela más
reciente, Teoría de las catástrofes, fue lo que pretendí hacer de manera muy consciente.
10) Hábleme por favor sucintamente de su obra, de lo
que piensa publicar.
- Teoría de las
catástrofes (Alfaguara, 2012) es
mi novela más compleja hasta el momento, en muchos sentidos. Estructuralmente y
a nivel de lenguaje. Por los distintos ámbitos que aborda, desde el privado
hasta el comunitario y el social, exigía un narrador muy dinámico y capaz de
moverse en distintos grados de discurso o de focalización, un narrador muy atento.
Sin embargo no es en absoluto una novela polifónica, sino personal. Y puede
decirse que es una novela política sin serlo. La idea para la trama fue
fortuita y más o menos vivencial: no la tenía planeada; yo estaba comenzando
otra novela distinta que debió quedarse en el cajón. 2006 fue el año en que
llegué a vivir a Oaxaca, y lo que comenzó como un relato íntimo de una pareja
inmiscuida sin quererlo en el conflicto social, se volvió esta suerte de épica
contemporánea, un río narrativo que creí que nunca vería fin por tantas cosas
que tenía para contar y que quería meter en él.
Sin planteármelo
resulta que, junto a Viena roja
(Joaquín Mortiz, 2005) es mi segunda novela de sesgos socialistas y
anarquistas. Y ya empecé con la cuarta, que sí será abiertamente anarquista. No
sé en qué va a parar. Teoría de las catástrofes es muy probablemente la novela más potente y
honesta que he escrito. No sé si esos tres años de eremita durante el proceso
de escritura hayan valido la pena cuando alguien la lea (incluso cancelé mi
conexión a Internet para poder escribir en paz), pero no me arrepiento.
Mis dos novelas
anteriores las comencé a escribir en el mismo año, alrededor de 2004: Viena
roja y Temporada de caza para
el león negro (Anagrama, 2009,
finalista del Premio Herralde de Novela). Una es el antídoto de la otra. Y, sin
embargo, le sigo teniendo mucho aprecio a Temas y variaciones (2002), mi primer libro de relatos, que se
emparienta en tema y forma con Viena roja. Lo digo con honestidad: no creo que sea capaz aun hoy de volver a
escribir un libro como Temas y variaciones, tan arriesgado y a la vez escrito con un pulso tan firme. Veo en él
a una persona muy consciente de su entorno limitante, llena quizá por eso mismo
de un resentimiento temerario, cándido y cegador y con unas ganas ingobernables
de comerse el mundo; pero es alguien a quien ahora siento distante y con el que
me identifico cada vez menos: han pasado diez años desde que lo publiqué. Si
hoy me encontrara al muchacho que escribió eso le diría: “Oye, carnal,
aliviánate; ¿por qué no sales a darte primero unos golpes con el mundo antes de
pretender escribir una sola línea?”. Esa misma rabia ingobernable sigue viva,
sí, pero de otro modo; de lo contrario no me explico cómo fui capaz de la
salvajada de sentarme a teclear y corregir ahora una novela de más de 400
páginas. Dice Camus que cuando el grito más desgarrador encuentra su lenguaje
más firme, la rebeldía satisface su verdadera exigencia y creo que, al menos en
mi caso, ese proceso se ha ido gestando desde entonces. Se necesitaba estar muy
enojado con el mundo y muy solo, sin interlocutores, en medio del semidesierto
zacatecano para escribir un engendro como Temas y variaciones a los 23 años. Sin embargo, en mi ciudad mis
opciones eran ésa o pegarme un tiro. Opté por la escritura (como podrás
cerciorar si te fijas que no falta ningún pedazo de mi cráneo). Creo firmemente
en la escritura como vía de “empoderamiento”; mucho más, incluso, que en la
lectura.
11) Hábleme de lo que quiera, si es que hay algo que considera importante dejar dicho en este reportaje.
-Tengo una banda de noise-metal que se
llama Scarlett Johansson, de la que soy guitarrista y con la que toco en
algunas de las presentaciones de mis libros. Estamos preparado el primer EP
para 2013.