: 5 bandas que deberían ser
eliminadas de la faz de la tierra






En la novela Alta fidelidad de Nick Hornby (Maidenhead, Inglaterra, 1957), Rob Fleming es un treintañero estancado en la adolescencia que posee una tienda de discos en el este de Londres. Así como el mercado ha malacostumbrado al ámbito musical a la manía de elaborar listas, Rob y sus empleados suelen enlistar toda clase de cosas para tratar de ponerle algo de orden artificial al mundo y a sus relaciones: las mejores cinco películas de todos los tiempos, las mejores cinco canciones de Elvis Costello, los cinco capítulos más memorables de Cheers, etcétera. Así, el famoso arranque de la novela es el top 5 de las rupturas amorosas que marcaron a Rob y el soundtrack de cada una de esas relaciones.
Entre la cantidad de listas de Alta fidelidad, quiero rescatar aquí una: el top 5 de “bandas que habría que matar a tiros”. La lista de Nick Hornby –según su protagonista Rob Fleming– va como sigue:
1. Michael Bolton
2. U2
3. Bryan Adams
4. Genesis
5. Simple Minds
Como la de Hornby, la que propongo a continuación es mi Lista de Bandas que Deberían Ser Eliminadas de la Faz de la Tierra. No están todas las que deberían, desde luego, pues no terminaríamos jamás. Pero decidí tampoco decantarme por las más obvias ni por los blancos fáciles, pues no se trata de erradicar el reguetón del continente, de hacer tiro al blanco contra las boys bands, ni de volver mártires a los de Maná. Sé que muchos no estarán de acuerdo con mi lista, así que por qué no deciden ustedes mismos en los comentarios a qué cinco bandas desaparecerían del planeta por el bien de la humanidad.





5. Metallica
No hallarán más duro ejercicio de auto-crítica de mi parte que en este párrafo. Metallica es uno de mis grupos favoritos. Pero lo debo reconocer: el ridículo mundial de Lars Ulrich al llevar a juicio y enterrar a Napster, mata cualquier argumento que pueda hacer yo en su defensa. Eso y la versión edulcorada y políticamente correcta de la banda que visitó México en la última ocasión…, bueno, hablan por sí solas.





4. U2
Bono tomando café con Dmitry Medvedev. Bono tomándose la foto con el Papa. Bono asistiendo anualmente a la cumbre del G8. ¿En qué momento perdimos a una de las bandas fundamentales del rock para ver inaugurada la era del celebrity activism? Es obvio que la energía que invierte Bono en hacer lobbying es inversamente proporcional a la energía creativa puesta en cada nuevo disco de U2.





3. Calle 13
Calle 13 no es reguetón. Es lo que suelen decir sus fans para defenderlos de sus detractores. ¿Por qué ellos mismos se avergüenzan de la naturaleza de su propia música? Por supuesto que es reguetón. Y deberían estar orgullosos. ¿Por qué la necesidad de distanciarse del resto de los que “perrean” al ritmo de los tamborcitos machacones? ¿Qué cosa es lo que los unge y los vuelve superiores al resto de los reguetoneros? ¿Letras misóginas y jactanciosas? Calle 13 las tiene. Y por montones. Este tema es algo que nunca he entendido del todo respecto a esta banda y a sus seguidores.
“¿Cómo quitarle una pestaña a lo que nunca tuvo ojo?”, dice el poeta favorito del ex presidente Felipe Calderón. ¿Y pues cómo? Entre las canciones de Arjona y las de Calle 13 no encuentro diferencia. Salvo una. Sus afanes esquizoides y mesiánicos: “Calma pueblo que aquí estoy yo. Lo que no dicen lo digo yo”. Si Hugo Chávez hubiera sido rapero, en más de un sentido sonaría a Calle 13 (y aquí, en cierta forma, les estoy haciendo un elogio, o algo): “Es el momento de la música independiente. Mi disquera no es Sony, mi disquera es la gente. Les tiro duro a los gringos y me auspicia Coca-Cola. De la canasta de fruta soy la única podrida. Adidas no me usa, yo estoy usando Adidas”. Calle 13 pretende boicotear al sistema sin darse cuenta de que hace mucho ese sistema se ha apropiado y ha neutralizado su discurso. Mientras son peras o son manzanas las podridas, Visitante y Residente siguen siendo una máquina de hacer billetes, y continúan recibiendo dinero por usar ciertas marcas de ropa y escribiendo letras “incendiarias” contra Sony, la multinacional con la que están firmados por millones de dólares desde hace años.
Y es que, como diría Houellebecq en su novela El mapa y el territorio, “Yo habría querido ser artista / para crear un mundo solidario / para ejercer de anarquista / y vivir como millonario.” (Léase este último párrafo con beatbox de fondo).





2. Radiohead
Lo peor de Radiohead no es su música. Son sus fans. Ganarían por goleada la Copa del Mundo de Fans Pretenciosos. Y lo confieso. Yo no era un radiohater. Los fans de Radiohead me volvieron un radiohater. De hecho, en la preparatoria uno de mis discos favoritos fue el Pablo Honey (que los más jóvenes seguidores de Thom Yorke reniegan o pasan por alto porque aún no es tan cool como los otros). Pienso que el problema con Radiohead es parecido al del arte conceptual contemporáneo: la culpa no la tiene el sastre, sino el rey que paga por el traje invisible.
Estamos ante otros “revolucionarios” de la música pop que, sin embargo, en todos sus años de carrera casi nunca se han atrevido a salirse de la métrica sosa de 4/4 en una sola canción. Minutos interminables de cajitas de ritmos tan monótonas como una tortura china. ¡Qué aburrido! Vamos, en estrictos términos musicales, el corrido norteño es más progresivo y vanguardista que cualquier canción de Radiohead. Quizá, como afirmarían sus fans, la música de Radiohead sea demasiado elevada como para que los simples terrenales como yo –que no tenemos posgrados, que no consumimos productos orgánicos ni eco-friendly y que no contamos con tarjeta de cliente Starbucks–, seamos capaces de comprender cómo fue que Radiohead “deconstruyó y reensambló las estructuras tradicionales de las canciones de rock e introdujo toda una nueva paleta de texturas y colores sonoros para crear paisajes atmosféricos etéreos nunca antes escuchados”. ¡Bah! Les tengo noticias: escuchar a Radiohead no los vuelve más inteligentes. De hecho, sospecho que ocurre todo lo contrario.
¿Tour ecológico? ¿Termos especiales para tomar agua en vez de vasos desechables para reducir los desperdicios no biodegradables durante la gira? ¿Camiones de carga que funcionan con biodiesel? Díganme, por favor, ¿cómo no odiarlos sin siquiera haberlos oído? Aunque, bueno, nada de eso debe importarle a Radiohead y a todo su personal ecologista cuando atraviesan el Atlántico en Boeings que queman más combustible en doce horas de vuelo que todo su equipo eco-friendly en una gira entera.
¿Que In Rainbows podía ser bajado de internet incluso gratis? Era lo menos que podían hacer en consideración a su público: es soporífero. Casualmente ningún otro disco de Radiohead les ha generado ganancias tan abultadas a estos millonarios ingleses a costa de la “buena voluntad” de sus fans.
Radiohead sería sin duda mi top 1 si esta lista fuera sobre las bandas más pretenciosas del mundo. Pero me detendré aquí. Después de todo, los fans de Radiohead ya tienen lo que se merecen: soportarse a sí mismos debe ser tan tormentoso como el parto con fórceps con el que Thom Yorke fue concebido.




1.The Beatles
¿Cómo es que hay gente que, hasta la fecha, paga pequeñas fortunas por ver a una señora encopetada de Polanco cantando canciones melosas y que asegura ser los restos vivientes de Paul McCartney?
Éste, sin duda, es mi número uno de las bandas más sobrevaloradas de toda la historia. Canciones bobas. Estructuras A-B-B-A de primaria. Progresiones de acordes I-IV-V más básicas que las de una rondalla de iglesia. Cuatro tipos a quienes sus seguidores les cuelgan milagritos como el de haber “revolucionado” la música de Occidente. Ni más ni menos. ¿Existe algún otro fenómeno además de los Beatles que le haya hecho tanto daño a la cultura pop desde que Mickey Mouse pervirtiera para siempre el mundo de los cómics? No lo creo.
El argumento más desgastado que suelen esgrimir los fans de esta banda es que sin los Beatles simplemente no hubieran existido muchas de las bandas que actualmente escuchamos. Pero no hay prueba de ello. ¿Cómo debatir contra un argumento tan obtuso y sin sustento que tiene más bien un tufo a dogma? Y, en todo caso, si la lógica operara así para esta influencia seminal, ¿no son los Beatles también los responsables de que tengamos a bandas igualmente insufribles que ellos? Es decir, llevado al absurdo el argumento de la influencia omnipresente, ¿quiere decir que sin la bobada de “She loves you yeah yeah yeah” no hubiera existido el “I wanna I wanna I wanna I wanna really really wanna zigga zig ahh” de las Spice Girls? Para todos esos fans esnobs de los Beatles entre las nuevas generaciones, quizá vaya siendo hora de afrontarlo: los Beatles fueron una boy band.
Y Yoko Ono –acéptenlo de una vez por todas– fue lo mejor que pudo pasarles.
En fin, quizá estoy siendo reiterativo al desear que los Beatles desaparecieran: ¿acaso Mark David Chapman no se encargó ya de eso? Obla dí obla… ¡bah!




*Texto tomado de mi columna Metales Pesados en Emeequis.