: alfonso barranco,
entre the doors y dostoievski
En su ensayo Contra la interpretación, Susan Sontang afirma lo siguiente: “Si debo
elegir entre The Doors y Dostoievski, entonces, elegiré a Dostoievski. Pero,
¿tengo que elegir?” Alfonso Barranco (Oaxaca,1973) parece hallarse en esa misma
disyuntiva entre el universo del pop y el de la alta cultura. Aunque, justo
como Sontag, Barranco se abroga el derecho a no decantarse por uno solo, sino a
permanecer con un pie en cada uno de ambos mundos y mantener así la constante
fricción y la alta tensión en su obra como un cable electrificado.
Para hablar de la obra de Alfonso
Barranco resultaría ingenuo tratar de emplear, por lo tanto, juicios
pertenecientes a categorías antes inamovibles entre lo que solía llamarse “alta
cultura” y “baja cultura”. Es decir: entre el gusto regido por un canon con
códigos cerrados y excluyentes, y lo pop, obras que apelan al gusto y a la
sensibilidad de las masas. En su ensayo Notes on camp de 1964, Susan Sontag pone en entredicho la manera
elitista en que opera el canon construido por la tradición y derriba de una vez
y para siempre esta barrera. La obra de Alfonso Barranco podría describir este
nuevo concepto de Sontag que diluye las fronteras antitéticas de un discurso
binario que suele contraponer parejas de valores opuestos como lo serio y lo
frívolo, el fondo y la forma, lo banal y lo elevado, lo trivial y lo profundo.
La obra de Barranco, como diría Sontag, obedece a una sensibilidad que está
consagrada tanto a una intrincada seriedad como a un profundo sentido del
humor, a la inventiva, pero también a la nostalgia.
La obra de Alfonso Barranco abreva de
una experiencia estética enriquecida por su capacidad para absorber elementos
tan disímiles de la cultura de masas (como los filmes de Quentin Tarantino,
cómics como Fantômas y
secuencias completas de novelas gráficas como Sin City, etcétera) con la misma despreocupación que se
desmarca de la tradición plástica oaxaqueña. Muchos de los cómics y de las
novelas gráficas de las que se nutre el imaginario de Barranco --como de La
cripta (del horror) innombrable
basada en el universo de H.P. Lovecraft o incluso El loco Max y Simón Simonazo--, encajarían perfectamente en la definición de
lo camp: “Es bello porque es horrible”.
Sería injusto estacionarse únicamente
en la referencia más obvia cuando se habla del trabajo de Barranco: las
portadas de discos de rock. Si bien es manifiesta la influencia de las portadas
de estética heavy-metal (Metal
sessions, 2009, grabados en
metal, punta seca, buril y aguatinta sobre placa de cobre, o Magia
blanca/Black art, Museo de Arte
Moderno, DF, 2012), así como los pósters y flyers para bandas de rock de
Raymond Pettibon (Black Flag, Sonic Youth, Minutemen), si hubiera que elegir
una de entre todas las portadas de discos que Barranco ha tomado como
referencia para descontextualizar sus elementos o continuar el diálogo con
ellas, habría una sola que por su propio eclecticismo serviría para describir
la totalidad de su obra: The Sergeant Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Los retratos individuales a partir de
indagaciones sicológicas que ha realizado sobre varios de los personajes que
aparecen en esta portada para la serie Pepper Collective, 2009-2011 (desde Alister Crowley, Karlheinz
Stockhausen, Bob Dylan, Aldous Huxley, William S. Burroughs, James Joyce, Lewis
Carroll, hasta Tom Mix, Shirley Temple o las chicas de Alberto Vargas y George
Petty), dan una clara idea de ello.
La estética camp sugiere que la vida es algo demasiado serio como
para hablar seriamente de ella. Alfonso Barranco ha sabido desmarcarse de la
tradición de la Escuela Oaxaqueña no sólo a nivel de imaginario; sino que, de
hecho, su obra puede tomarse en muchas ocasiones como una afilada navaja de
ironía que vale lo mismo que una crítica a los convencionalismos anquilosados y
tantas veces visitados por artistas oaxaqueños que, a diferencia de Barranco,
han preferido mantenerse en la zona de confort del folclor local y los
imaginarios mitológicos explotados hasta el cansancio. Tal es el caso de Nudo
oaxaqueño (2011).
Aunque en la obra de Barranco
predomina la tinta, posee una técnica destacada para el dibujo y suele variar
libremente de soportes: pinturas sobre telas o grabados, murales, e incluso
instalaciones y ready-mades, de
los que destacan piezas como When the music is over (2008), elaborada partir de la cinta magnética de
un casete de audio, o POW!
(2006) un tambor artesanal de cuero curtido con la inserción del logo de la
marca de baterías DW que detona el juego lúdico de significados.
Si Alfonso Barranco se viera obligado
a elegir entre The Doors y Dostoievski, creo que no elegiría. Los
descuartizaría de forma lenta y dolorosa utilizando un hacha y, entonces sí,
volvería a unir todos sus miembros para crear una nueva obra con sus restos. No
encuentro una imagen más óptima que ésta para describir la naturaleza y la
potencia su trabajo.
*Texto tomado de mi columna Metales Pesados en la revista Emeequis.