: estado mexicano, la maquinaria del terror
Todo anuncia que estamos ante la reedición de la Guerra Sucia. Todo parece indicar que, con la reinstauración del régimen autoritario del PRI, ha vuelto también —si es que algún día se fue— la oscura época del terrorismo de Estado de los años sesenta y setenta.
Sandino Bucio, estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y poeta, fue secuestrado selectivamente por supuestos elementos de la Policía Federal vestidos de civil en las cercanías de Ciudad Universitaria. Mientras lo tuvieron secuestrado y torturado física y sicológicamente, la amenaza de sus captores era ésta: “Mañana vamos a levantar a más”.
Ese es el mensaje que los recaderos del gobierno federal y el régimen del terror de Enrique Peña Nieto quieren hacerle llegar no sólo a los estudiantes y a los más jóvenes, sino a los cientos de miles de ciudadanos que nos hemos manifestado pacíficamente en las últimas semanas para exigir la presentación con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Pero, sobre todo, es un mensaje para sembrar el terror entre el sector cada vez más amplio y plural de la población que se ha ido uniendo en una demanda común: que renuncie Peña Nieto.
La respuesta de toda esa ciudadanía harta de la impunidad y de los abusos de poder ha sido clara y contundente, y parece resumirse en la declaración de la madre de Sandino al ser liberado: “La detención de mi hijo es un asunto político. Es parte de la criminalización de la protesta que se está dando en este país. Lo que quiere el gobierno con la detención de mi hijo es desmovilizarnos, pero no podemos dejar de movernos”.
Más allá de la controversia levantada por las declaraciones de Sandino posteriores a su liberación y su comprobada participación en el bloque negro durante diversas protestas recientes, valdría mucho la pena no apresurarnos en gastar nuestros juicios morales —que a nadie le interesan—, centrarnos y no perder de vista el asunto capital en todo esto: la inexistencia del Estado de derecho en México.
Por las características que el propio Sandino describió en la entrevista con Carmen Aristegui sobre la forma de operar de los elementos que lo secuestraron, hoy sabemos que nos encontramos ante la existencia de una policía política como la que operaba para el viejo régimen del PRI, la Dirección Federal de Seguridad, creada durante la administración del presidente Miguel Alemán Valdés. La DFS fue el brazo policial del régimen autoritario del PRI para realizar, durante los años de Guerra Sucia, cientos de desapariciones forzadas (700 casos de esa época siguen sin ser resueltos), detenciones arbitrarias y allanamientos, todo fuera de derecho. Esta policía política fue responsable, entre muchas otras tropelías, de los asesinatos del periodista Manuel Buendía y del agente de la DEA Enrique Camarena; además —así como ocurre en nuestros días con las fuerzas policiales y militares del Estado que entregó a los 43 muchachos de Ayotzinapa al narco—, la Dirección Federal de Seguridad estuvo ligada al Cártel de Guadalajara fundado por el narcotraficante Rafael Caro Quintero, liberado ahora que el PRI volvió a ocupar Los Pinos.
“Te vamos a desaparecer como a los de Ayotzinapa”, era lo que le repetían como amenaza a Sandino Bucio durante las horas en que estuvo detenido por este grupo de policías del que no queda muy claro su origen ni la dependencia a la que estaban adscritos antes de ser cesados.
Sandino Bucio es amigo de Bryan Reyes. Este último y su pareja, Jacqueline Santana, fueron también víctimas de una aprehensión extra judicial a las afueras de su domicilio como las que ocurren en cualquier dictadura (menores de 35 años, estudiantes u obreros aprehendidos en sus domicilios en la gran mayoría de los casos), el 15 de noviembre pasado. Tal como Sandino Bucio, Bryan Reyes es otro miembro del movimiento #YoSoy132 que durante la campaña para las elecciones presidenciales de 2012 se manifestó en contra la de imposición por parte del duopolio televisivo del telecandidato Peña Nieto y que casi logra descarrilar su campaña. De ahí el odio de EPN contra los integrantes este movimiento. De ahí la venganza.
No es casualidad que la razzia de Peña Nieto tenga como objetivo a jóvenes estudiantes con las características de Sandino, de Bryan o Jacquelin, así como los otros 11 detenidos entre quienes fuimos violentamente “encapsulados” por la policía la noche del 20 de noviembre al terminar la mega marcha pacífica por los 43 normalistas. Peña Nieto, como su modelo Gustavo Díaz Ordaz, cuyo gobierno sanguinario algunos priistas afirman extrañar, odia a los jóvenes. Ve en ellos a su enemigo político. Y parecería que ha emprendido una campaña de terrorismo de Estado y de arrestos selectivos con motivaciones netamente políticas contra ellos. Algunas de las características de aquéllos a los que persigue la policía del mandatario son: 1) jóvenes, 2) pertenecen o pertenecieron al movimiento estudiantil YoSoy132 y –lo más agraviante para él– 3) leen o escriben libros.
Desaparición forzada, o desaparición involuntaria de personas, es el término jurídico que designa a un tipo de delito complejo que supone la violación de múltiples derechos humanos y que, cometido en determinadas circunstancias, constituye también un crimen de lesa humanidad. En los arrestos efectuados durante las dictaduras no se respetan las garantías constitucionales, como la igualdad ante la ley, el debido proceso, juicio previo, derecho de defesa, presunción de inocencia o el derecho a no declarar contra sí mismo. Todo lo que debieron padecer Sandino, Bryan, Jacqueline y los 11 detenidos del #20NovMx.
La PGR ha reconocido este año una cifra muy conservadora de “personas no localizadas” en México: 22 mil 322 en los últimos ocho años. Aunque la cifra discrepa con las 24 mil 800 más recientemente reportadas por la CNDH. Hay organismos que indican que el número llega incluso a 30 mil. Para darnos una idea del panorama ante el que estamos, los desaparecidos durante la dictadura de Videla en Argentina se estiman en alrededor de 30 mil, según el Reporte de Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. En Chile, durante la dictadura de Pinochet, según el Reporte Rettin, hubo 2 mil 279 personas que sufrieron desaparición forzada. En Argelia, durante la guerra sucia de los años noventa: 6 mil 146. Mientras que la guerra de Bosnia y Herzegovina dejó unos 30 mil desaparecidos. Y la Guerra de Chechenia, 2 mil 96.
El México de 2014 tiene cada vez más características de una dictadura:ejecuciones extrajudiciales, arraigos domiciliarios, desapariciones forzadas, tortura física, tortura sicológica, terrorismo de Estado, uso arbitrario de la fuerza, garantías constitucionales anuladas, intromisión en la vida privada de las personas, acoso y arresto selectivo…
Al ser liberado luego de horas que debieron ser una pesadilla, Sandino declaró algo que desde hace mucho los mexicanos y mexicanas sabemos y por lo que hemos tomado las calles en los últimos días para protestar: “El gobierno federal tiene toda una maquinaria de terror”.
No son sólo 43 los que fueron desaparecidos por esta misma maquinaria de terror del narco Estado. Son 43 + 30 mil.
Exigimos su aparición con vida y la renuncia inmediata de Enrique Peña Nieto.
*Texto tomado de mi columna Metales Pesados en la revista Emeequis.