: un escritor en busca de una verdad que no sea histórica






TIXTLA DE GUERRERO, Gro., 10 de marzo de 2015.- El escritor Tryno Maldonado (Zacatecas, 1977) está sentado en una pupitre en la cancha de baloncesto de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa. Sin llamar la atención, en silencio,sosegado y con camisa leñador a cuadros, contempla a través de sus lentes de pasta, a los jóvenes estudiantes hacer sus labores como la comida o la limpieza.


El autor de las obras como Temas y Variaciones (Finisterre, 2002), Viena Roja (Planeta, 2005) o Metales Pesados (Alfaguara, 2014), lleva más de dos meses en la escuela donde desaparecieron 43 estudiantes el pasado 26 de septiembre en Iguala, dando clases de literatura a los alumnos que quedaron en la Normal Rural.



Desde la tragedia, la escuela de Ayotzinapa en funciones desde 1926 y que ha formado a miles de maestros, encuentra suspendida en sus actividades. Las innumerables marchas y giras por todo el país para denunciar la desaparición de sus estudiantes, ha dejado la escuela medio vacía.



Tryno, es de los que diría Robert Cappa, se manchan con la tropa para tomar la foto. Uno de los objetivos de este escritor, que hace mucho dejó de ser promesa para ser uno de los actuales exponentes de la literatura mexicana, es la intención de escribir un libro sobre los jóvenes ausentes y sus familias.



Es por ello, que su implicación se tornó en acción, y a parte de dedicarse a recoger el testimonio de los padres de los normalistas, decidió vivir con ellos y transmitir a los alumnos de Ayotzinapa su conocimiento literario.



“El aprendizaje ha sido mutuo”, contesta Tryno, con una sonrisa de satisfacción en el aula donde imparte clases.



– ¿Qué lo motivó a venir aquí?



– Tengo una columna de política en la revista MX y coincidió que mi última pieza antes del 26 de septiembre fue sobre los desaparecidos en México. Habían salido las cifras de 22 mil desaparecidos, muy conservadoras, y una semana después sucede lo que todos conocemos en Iguala. Desde ahí, mis columnas han sido sobre Ayotzinapa y las desapariciones forzadas.



Seguido, me involucré con las marchas, yo vivo en Oaxaca, pero sentía que era incongruente opinar desde la comodidad de mi casa y no conocer de verdad, la necesidades de los padres, lo que estaban sintiendo.



Aproveché una caravana a primeros de diciembre, que recolectó 4 mil libros para la biblioteca de Ayotzinapa y fue mi acercamiento directo. Les pedí permiso a los chavos del Comité para organizar un taller en la escuela, era lo que se me ocurría que más podría aportar, y que esa era una buena forma de contribuir a la normal.



No me contestaron. Pasó una semana y me planté en la cancha con mi mochila.



El objetivo del taller era darles las herramientas necesarias a los chavos, para que ellos a partir de su historia individual dejarán ese testimonio. Me parece que lo que no se nombra, tiende a desaparecer. No nos podemos quedar con la verdad histórica que nos quiere imponer el estado, se puede contrarrestar con memorias individuales y colectivas de las escuelas. Yo intenté darles los fundamentos para que se pusieran a contar. La literatura no es lo que nos empodera, sino la escritura. Dejar testimonio, nuestra huella. Les di una antología de textos muy variados de Roberto Bolaño, Raymond Carver, Amparo Dávila, algunas cosas nuevas, que les llamarán la atención y lo vieran novedoso. Ahora vamos a empezar otro módulo.



– ¿Ha sido buena la convocatoria?¿Cómo definiría a sus estudiantes?



– Ahora todos están involucrados en las actividades de protesta, y es complicado tener convocatoria. Los de cuarto curso están preocupados por su graduación.



Pero tenemos la percepción que los estudiantes de Ayotzinapa, al ser hijos de campesinos, sólo les gustan cosas determinadas como la música de banda o algunos textos de literatura marxista, pero me he dado cuenta que algunos son ‘metaleros’, hay otros que son B-Boys que les gusta el hip hop, ‘rockeros’, a otros les gusta la pintura, te das cuenta que es un universo muy variado.



Prejuiciamos desde fuera. Fue interesante que ellos mismos descubrieran que hay una literatura nueva que les puede servir para ellos para contar su historia.



Yo aprendí mucho de esta experiencia, derrumbando prejuicios.



– ¿Esto lo ha cambiado como escritor?



– Todavía estoy muy inmerso para ver qué eje se ha movido en mí. Yo vivo en Oaxaca que es una realidad parecida a Guerrero, aunque aquí es más complejo. Llegué en blandito como a diferencia de la gente que llega del centro del país, criados en zonas urbanas, permeadas por el consumo, por otro tipo de ritmo.



Pero cuando te acercas acá hablar con los padres de los chavos, que llevan cinco meses de lucha, y muchos de ellos son hipertensos, diabéticos, dejaron sus trabajos, algunos se les murieron su animales, algunos se han convulsionado porque descuidan sus tratamientos, ha habido preinfartos... Te das cuenta que son campesinos y albañiles que han dejado todo para pedir lo mínimo que se puede pedir en un país que se dice democrático.



Me admira como luchan estas personas, cuando voy con ellos a marchas de seis horas bajo el sol de Chilpancingo, con ninguna queja, yo pienso que no tengo derecho a quejarme de nada. Esta valentía me ha afectado para bien. Lo menos que puedo hacer es lavar las ollas, lavar el baño y acompañarlos en lo que se pueda.



¿Qué le diría a sus compañeros artistas que no se han decidido a venir?



La última vez que hable en Facebook de esto me lincharon. Es muy fácil pasar del activismo de Twitter y Facebook al real: es dar un pasito. El Distrito Federal está a tres horas en coche de Ayotzinapa. A toda esta gente del DF no les costaría venir con una caravana y preguntar “¿Qué les hace falta?”



Muchas veces, por ejemplo, en las donaciones y víveres traen productos enlatados. Estos señores son campesinos y en su vida van a comer una sardina en una lata, aunque vengan con buena voluntad.



No somos capaces de cambiarnos de chip que hay otras realidades y otras formas de vida que requieren otras cosas muy distintas a las de nosotros. Abrir un diálogo sería suficiente para ayudar: ¿qué necesitan? ¿Frijoles, tortillas…?



Respecto a los artistas, nadie está obligado a tomar ese compromiso social en su obra, no te demerita ni lo vuelve más meritorio, pero creo que el momento que estamos viviendo se va a tornar en paradigmático para la justicia y la historia de este país, y es el momento que como ciudadanos comprometernos e involucrarnos más.



Incide más, traer herramientas para que hagan sus murales que ir a hacerlos en la avenida Reforma. Crear una inteligencia colectiva que está en los márgenes y no sólo en el centro. Sería provechoso para el movimiento y tejido social, no haciendo un discurso divorciado entendiendo a México como algo distinto. Ese acercamiento es lo único que pediría.



– ¿Un antes y después en la historia de México, el caso Ayotzinapa?



– Si no vemos Ayotzinapa como un parteaguas en la historia reciente de México estamos condenados a padecer en lo consecutivo cualquier clase de crímenes, de fechorías, abusos y tropelías por parte del estado, el narco y de los poderes fácticos.



Si no sucede así, si Ayotzinapa no se vuelve en eso, vamos a estar condenados otros 80 años más de sumisión y a expensas del régimen. El PRI es muy hábil, desarrolló la “Dictablanda” como dijo Mario Vargas Llosa, a base de lo que se conoce como política de masas. Si en México tienes un pensamiento disidente o crítico y lo externas, está mal visto. Hay todo un discurso retórico, moral y ético que apacigua las voces cítricas y el PRI nos ha inculcado ese chip. Lugares de lucha y protesta como Ayotzinapa han sido silenciados.



En Chilpancingo la gente hace ese reclamo a los normalistas: no atenten contra la propiedad privada, no vandalicen, no obstruyan el tránsito… Todos esos discursos conservadores surgen rápido para tapar los movimientos contra el sistema.



Esta generación, la del #YoSoy132, está bien que haya dado un paso adelante pero creo que corremos el riego que se quede ahí. Salimos a marchar, a exigir nuestros derechos, pero la cancha está vacía. ¿Dónde está el enlace de la protesta y las redes sociales? Cuando se necesita estar aquí, no está claro,  me gustaría que fuera más congruente. Sería una pena para el país que esto se pasará de largo y quedara en el olvido. Nos toca a nosotros generar memoria, luchar para que se haga justicia y nosotros conservemos la memoria. Nosotros, como artistas, dejemos una memoria.



– ¿Qué le parece la jornada de abstencionismo que propugna el Movimiento Popular Geurrerense, donde también están integrados los normalistas, para el 7 de junio?



– Creo que en Guerrero no se van a poder convocar elecciones. Votar, como dicen los normalistas aquí: es votar por tu asesino. México está secuestrado por un sistema partidista, donde no hay transparencia en sus listas electorales, no hay mecanismos para que los ciudadanos se postulen, todo está hecho para estas mil personas que se rotan los puestos del poder. Es una generación pequeña y reducida que está tomando las decisiones en este país y que están deslindados de lo que es México. Enrique Peña Nieto nunca había ocupado un cargo nacional, es la primera vez que sale del terruño, con un congreso a su modo. El México que le toca gobernar es distinto. Esta generación que gobierna vive en otro país.



La opción del autogobierno es muy buena. Pero te pones a pensar en el norte, que es otro país…. Como Aguascalientes, Nuevo León o Querétaro. Que en estos estados vayan a aceptar este tipo de gobiernos, obviamente no va a suceder, ellos tienen otros intereses y llamarán al a mesura, a la democracia, a la transición. Otro discurso que nos va hacer vivir otros 6 años más de priismo. México son países muy distintos, es muy difícil que esto funcione a manera nacional.



– ¿Qué hay de su proyecto de libro sobre Ayotzinapa?



– Llevo dos meses con los padres de familia y supervivientes del 26. Lo que mejor puedo hacer es escribir, es lo que mejor me sale. Y si puedo aportar para acompañar a los normalistas, generar memoria con mi trabajo, lo voy hacer con mucho gusto. Pienso que una crónica extensa sería una buena memoria para regalarles a los padres. He hecho perfiles individuales, en mi columna he publicado algunos y quiero hacer una recreación del 26 de septiembre y conectarlo con esa parte humana.



Es importante que nos salgamos de esas fotos de tamaño infantil de los desaparecidos y pasar a otro plano, humanizarlos, saber quiénes son los 43 normalistas, qué intereses tienen, qué expectativas tenían, por ejemplo algunos desaparecidos tienen hijos. Por ejemplo, el caso de José Ángel campos, cuya hija tiene 4 meses de edad: el tiempo que lleva desaparecido.



Los familiares me invitan a comer ellos, me hablan y cuando veo los carteles de los chavos en la calle, siento que son mis amigos que no veo hace mucho tiempo y que a lo mejor van a volver, sueño mucho con eso. Si no crees que están vivos, pierde sentido estar en la lucha.



Cuando llegué pensaba que no estaban vivos y ahora siento, pienso, que son amigos que están de viaje y que van a volver pronto. A lo mejor lo siento, porque estoy muy cercano a todas sus familias.



Eso, eso me gustaría que quedara en el libro.