CompArte zapatista, apuntes para una Nueva Novela de la Tierra



El pasado julio el EZLN nos convocó al segundo festival CompArte por la Humanidad. Varias de las obras de la agenda zapatista me devolvieron una vieja interrogante: ¿por qué en el México actual, donde ocurre una guerra informal y un consecuente despojo de la tierra, aún no ha estallado un conjunto de contra-narrativas potentes?
Se me ocurre nombrarlo: Nueva Novela de la Tierra. Propongo algunos apuntes para iniciarla.
1. Gayatri C. Spivak cita el inicio de la novela imperialista Jane Eyre que hoy describiría a la perfección la narrativa pro-criolla congregada en torno a Letras Libres: “No pudimos salir a pasear aquel día […] salir de la casa era impensable. Yo me alegré. […] Yo me hallaba doblemente retirada del mundo.” La cerrada inscripción individualista al entorno doméstico que leemos en muchos novelistas contemporáneos (Miklos, Luiselli, Nettel, Gerber, Saldaña-Paris, Jufresa, Lozano, etc.) es sorprendentemente similar a la que encontramos en la burguesía europea del siglo XIX. Sus casas-escenario: representación de la excluyente estructura burguesa de nula movilidad social.
2. La novela es el género social por antonomasia. Edward W. Said: “Un sujeto narrativo, incluso inusual o anormal, sigue siendo un acto social por excelencia, y como tal lleva detrás, o dentro, la autoridad de la historia y de la sociedad”. Hay tres instancias de autoridad colonial en toda narración: 1) la del autor, “alguien que escribe los procesos sociales de manera institucionalizada […], que respeta convenciones, acata esquemas”; 2) la del narrador: “cuyo discurso liga la narración a circunstancias existencialmente referenciables (clase, etnia, género, etc.); 3) la de la comunidad: familia, localidad y momento histórico.
3. Los escritores criollos no sólo no desafían estas tres instancias de autoridad en la novela burguesa que producen, sino que ni siquiera las visualizan como tales; celebran el proceso de escritura como acto positivista de una “escritura en estado puro” concebida por una mano que escribe (sic): “La historia privada o pública de los cuerpos que poseen las manos que escriben suelen tenerme sin cuidado” (Miklos, Literal).
4. Leamos el movimiento que el cosmopolitismo del Boom latinoamericano desdeñó: la Novela de la Tierra. La agenda zapatista y del Congreso Nacional Indígena actual ya fue narrada en Huasipungo (1934) de Jorge Icaza. Aunque hoy, las nuevas formas de dominación y explotación antes representadas en los antiguos finqueros, caporales y capataces, residen en instancias como los gobiernos neoliberales, las mineras extranjeras y sus brazos armados formales e informales.
5. Valdría pensar esta Nueva Novela de la Tierra en términos de espacio; no sólo de parcelas de tiempo. Silvia Rivera Cusicanqui habla de la figura del poeta entre los pueblos indígenas: sabe cultivar sus alimentos y conoce los ciclos de la tierra. Los escritores criollos son incapaces de asimilarlo porque el cosmopolitismo neoliberal que promueven implica por fuerza des-terrarse: vivir y educarse en las metrópolis por el anhelo de algo superior. Lo local, la tierra (femenina) y lo que a ella compete (lo feminizado) se vuelve ante esa óptica algo de segunda clase.


6. El objetivo colonial fundamental es la tierra. Los cuerpos femeninos/feminizados han cobrado centralidad como territorio: son un objetivo estratégico en las nuevas formas de guerras capitalistas, incluida la del narco. La Nueva Novela de la Tierra tendrá que ser, por tanto, feminista.
7. La literatura criolla suele hablar del tema indígena –casi siempre inherente a la tierra, aunque no sine qua non–, como episodios de indocilidad; pero casi nunca como episodios de lucha ni resistencias. Lo que ofrece es una teatralización esencialista e infantilizada de lo indígena, no las voces potentes que se fraguan en esas resistencias y que al día de hoy engloba el mayor alzamiento indígena no violento de la historia: el Concejo Indígena de Gobierno.
8. Sin colonia no hay novela; sin novela no hay colonia. Muchos escritores y críticos criollos no cuestionan la paradoja novela/colonia como vehículo de dominación, sino que se vuelven sus apologetas: “Ésta no es la historia de unos oprimidos que al final recibieron reconocimiento, sino la de los que se impusieron a contracorriente gracias al dominio de un lenguaje. Es la historia de los que inventaron a América tal como la imaginamos gracias a esa forma involuntaria y hermosa de la propaganda que es la literatura” (Enrigue, Valiente clase media). Se ostentan orgullosos de su herencia europea pero, por otro lado, niegan sus privilegios y los presentan como algo “involuntario”, accesibles para cualquiera; no como lo que en realidad son: privilegios derivados de ese proceso histórico de dominación que ellos y ellas encarnan y solapan en su “hermosa” literatura.

Urge una Nueva Novela de la Tierra, rebelde y descolonizada, más allá de las novelas retiradas del mundo dentro de la apacible casa de Jane Eyre.