: el búfalo de la noche



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El domingo pasado fui a comer nachos y a tomar coca-cola al cine. Ah, sí. Eso y a ver una película. Se llamaba El búfalo de la noche, dicen, de un escritor mexicano que, colijo por la trama y el tratamiento de la película, debe tener 15 años y una profunda crisis existencial de esas que a uno le pegan en la prepa. Dicen que el muchacho se llama Arriaga. O algo. Detesto el cine y no comprendo a la gente que se apasiona por una historia tan chabacana como patética, como aquella de un chavo que pelea perros y hay un choque de carros y muchos gritos y mucha sangre, y esa otra donde todos sangran y lloran y se balean en un ataque de histeria colectiva y un trasplante de corazón, y esa más reciente donde todos sangran y lloran y se vuelven a balear y se orinan en los pantalones pero esta vez con una súper producción y actores mainstream y todas con dosis extra de machismo jactancioso y tufo a testosterona rancia. ¡Puf! Si gasté dinero para ir al cine fue sólo por tres razones. Una, Irene Azuela. Dos, Omar Rodríguez López y el soundtrack de The Mars Volta. Tres, Irene Azuela. En las casi dos horas que duró el martirio tuve un déjà vu muy fuerte. Recordé haber visto ya obras de teatro en la preparatoria donde el protagonista se suicida (no me hagan numerarlas, de veras fueron muchas). También recordé irremediablemente haber leído como jurado en algún concurso o como dictaminador en algunas editoriales, decenas y decenas de manuscritos de preparatorianos mejores donde, oh Sófocles, el protagonista se suicida. (Incluso me parece que hay un premio nacional para “Novelas y guiones donde-el-protagonista-se-suicida” otorgado por el CONACULTA que ganó Vicente Leñero por una película del “Marlboro y Cocú” donde, ¡ohhh sorpresa!, Demián Bichir se suicida al final). La música de Mars Volta, impecable, al nivel de sus discos, con texturas muy ricas e instrumentaciones típicas de la banda, a veces incluso remarcables y con más personalidad que la cinta en muchas secuencias. Voy a bajar el soundtrack. Irene Azuela... sin palabras: lo mejor de la película. Desde que tuve la suerte de conocerla ya saben lo que opino de ella. Eso y unos nachos con queso y jalapeño estupendos. Afuera del cine, al terminar la función, llovía. ¿Nuevo cine mexicano? Bah. La manga...